Algunos dicen que más vale pequeña y juguetona que grande y torpona, suena a justificación a la eterna pregunta que trae de cabeza a los hombres, ¿el tamaño importa?. Las mujeres parece que no le dan tanta importancia, dicen que prefieren calidad a cantidad, pero creo que a nadie amarga un dulce si se pueden aunar ambas.

¿Que sucede si trasladamos estos pensamientos al mundo micológico?. Resulta innegable que en el caso de una trufa el tamaño no importa, son muy apreciadas pero si damos con unas macrolepiotas como las del artículo, cualquiera se niega a los encantos de esta superdotada.

Trasladándonos a la wikipedia, esta nos dice: Macrolepiota procera, también conocido como apagador,¹ cucurril, parasol, matacandil o galamperna,² es un hongo basidiomiceto del orden Agaricales. Sombrero marrón pálido, cerrado de joven, que con el tiempo se abre, alcanzando un diámetro de hasta 30 cm. Presenta escamas aplanadas y oscuras, que irradian desde el centro, donde se sitúa un umbón oscuro. Láminas libres, blancas y apretadas. Pie largo con un anillo doble también cubierto de escamas, y que se separa fácilmente del sombrero. Fructifica de verano a finales de otoño en céspedes, prados, claros de bosques o junto a caminos. Comestible excelente, siendo una seta muy apreciada.

Aunque ya había hecho un artículo de un Cachopo de Setas, no me he podido resistir a incluir este nuevo en el que utilizo una nueva variedad de seta y cambio los ingredientes. Esta vez utilizo paletilla de jamón en vez de la cecina de buey y sustituyo el queso francés Brie por uno tan asturiano como el Afuega’l Pitu, para que nadie de estrecha mentalidad me pueda acusar de falta de asturianía, como en la vez pasada.

Ante semejante tamaño de sombrero, 28cms., no podía dejar pasar la oportunidad de hacer el Nacho Vidal de los cachopos de seta. Desmesurado, desproporcionado, un reciente informe de la OMS dice que ha de ser compartido y provoca intensos deseos de repetición.

Tristán, mi compañero de trabajo me anunciaba que tenía echado el ojo a unos ejemplares y que si se daban las circunstancias por la tarde me traería la prueba. Seguí mi rutina normal y dí buena cuenta de una ración XXL de callos, la cena habría de ser testimonial y esa prueba de setas a la plancha podía encajar.

Cuando vi el cesto casi me da un síncope, ¿prueba?. Al ver las que asomaban se hizo necesario preparar un cachopo, así que tuve que ir a comprar ingredientes. Cuando llegue a casa y empecé a sacarlas del cesto, la sorpresa fue mayúscula, las de abajo eran mucho más grandes de las que asomaban. Con todos los callos que había comido y para no perder la frescura tuve que realizar una llamada al Teléfono de la Esperanza, afortunadamente a mi amiga Marta le gustaban y fue cooperante necesaria para afrontar este reto.

Realmente me sentí abrumado por el tamaño, tuve que hacerlo en una paella, no tenía sartén capaz de dar calor a semejante apéndice. Manipular sin dañar requirió mucho mimo durante el rebozado, tuve que echarle huevos, hasta tres para poder cubrirla bien.

El relleno fue en consonancia con el tamaño y utilicé 120grs de paletilla de jamón y 120grs de queso, la mitad del magnífico Rey Silo, el mejor Afuega’l Pitu del mundo sin lugar a dudas.

Harina, huevo y pan rallado son los ingredientes para el empanado, una solución mucho mejor que un rebozo. Necesitamos consistencia y particularmente me gusta más que este crujiente.

Para decorar y acompañar le puse una crema de castañas y boletus con unos flakes de plata.

El resultado final fue espectacular, con semejante materia prima no podía rodearme de actores secundarios de serie B. En este caso el tamaño si importó y realmente os recomiendo las macrolepiotas, son muy sabrosas y carnosas.