Se supone que nuestros progenitores  han de ser nuestros referentes en la vida, aquellos que siempre nos darán amor incondicional, instructores de valores, terapeutas que escuchan nuestros problemas, en definitiva padres en el más amplio sentido de la palabra.

Por desgracia no siempre es así y muchos hacen dejadez de funciones como si uno dejase de ser hijo en algún momento dado. Pero como hijos tenemos nuestras propias responsabilidades y hemos de ser agradecidos, comprensivos y estar atentos a las necesidades de estos, es una relación reciproca que ha de mimarse.

Yo tengo la suerte de tener unos padres modelo y aunque cada vez me veo menos capacitado para tomar su relevo, como hijo procuro dar lo mejor de mi mismo aún siendo consciente de mis múltiples defectos.

¿Y todo este rollo sentimental para hablar de unos spaghetti?, pues sí amigos, la sencillez no debe nublar nuestra mente cuando existe un trasfondo mucho más complejo que por rutinario muchas veces ignoramos.

Pasta, salsa de tomate y embutido, el ABC de cualquiera de nosotros. Probablemente el primer plato «elaborado» que todos hayamos cocinado y me consta que en muchos casos es el Santo Grial de los alérgicos a todo lo que suponga la palabra COCINA.

Seguro que todos recordáis unos cuantos regalos que nuestros padres traían cuando se iban de viaje, con ojos como platos esperábamos ese momento en que de aquellas maletas salía un peluche, unos chocolates e incluso recuerdo un reloj de cuco proveniente de Austria.

Con 45 años obviamente no deseo nada tangible, que hayan regresado tal y como está de convulso el mundo, es regalo suficiente. Sin embargo cuando piensan en ti y se traen de Barcelona un par de butifarras, hace que escriba disertaciones melancólicas como las de arriba.

Veremos para cuanto dan estos manjares catalanes y mientras pienso en futuras recetas por qué no versionear a la catalana unos clásicos spaghetti con chorizo. Un plato que tiene complicación cero, pero que con un par de toques y este productazo puede dejar extasiado al más exigente gourmet.

Reconozco que me da rabia encontrarme con productos españoles en los que tengo que traducir el etiquetado, respeto todas las lenguas oficiales pero creo que no cuesta tanto traducirlas. La Norma General de Etiquetado, en su artículo 18 dispone que el etiquetado en lengua española oficial del Estado no será de aplicación a los productos tradicionales elaborados y distribuidos exclusivamente en el ámbito de una Comunidad Autónoma con lengua oficial propia.

No es que desconfíe de mis padres y su viaje a Barcelona, pero al menos se de buena tinta que esta botifarra de Can Cruells es tan catalana como la barretina y los castellets. La negra se compone de carne magra (supongo que de cerdo, no lo especifica), tocino, papada, agua, sal, pimienta, sangre y proteína de leche.

La elaboración es tan sencilla como cocer pasta, añadir una salsa de tomate (casera, a ser posible) enriquecida con embutido. Los toques diferentes, además de utilizar un embutido poco común en muchas provincias, ha sido añadir vino tinto que dejamos evaporar cuando freímos la butifarra, romero fresco recién cortado y un poco de thai chili picado.

El resultado todo un espectáculo, dan ganas hasta de bailar una sardana.