Café de Pandora



El Café de Pandora

Café de Pandora – C/ San Berbardo, 6 – Avilés    Tlf: 985 569 460

Dada la importancia de la reciente cena, no me queda otra que volver a editar el artículo al principio. Como si se tratara de la primera vez, cada vez que visito el Café de Pandora no dejo de sorprenderme por la excelencia que derrocha, comenzando por el servicio comandado por Alberto Villa, su renovada sala, la maravillosa terraza y por supuesto la calidad del producto y el buen manejo que hace de él Alejandro Villa.

Cuando uno afronta sus 50 años quiere hacerlo de manera que deje huella, un momento para nunca olvidar y de paso agasajar a su familia y amistades. Seguro muchos tendrán curiosidad por ver como se lo monta un foodie, la opciones son múltiples, pero considerando que iba a estar ese sábado en Avilés, lejos de acercarme a algún lugar de postín, preferí la cercanía y trato exquisito que siempre dispensa la familia Villa. Otra opción hubiese sido el Yume, pero recientemente había estado probando su nueva carta con mi madre para celebrar el que hubiese sido 75 cumpleaños de mi padre.

Precisamente esa complicidad que tengo con el Pandora me hizo solicitarles algo especial. Tenía capricho de carabineros y cuando has llegado al medio siglo, uno se puede permitir este tipo de licencias, incluso alguno ya me ha felicitado con el Don delante, un acto de crueldad para alguien que se siente impúber.

Si seguís leyendo hasta la anterior visita, os recuerdo que El Café de Pandora ha dado un giro radical, pasando de ser una afamada cafetería de fiel clientela, a un restaurante con mayúsculas. Estos cambios se reflejan en la nueva decoración, nuevos horarios adaptados al servicio de comidas y una cocina con muchos quilates comandada por el joven Alejandro, curtido en las cercanas cocinas de El Balneario de Salinas.

Cuando sales de un Estrella Michelín hay muchos conceptos que se te graban a fuego, ofrecer la mejor calidad de producto que el mercado te ponga a disposición. Si además atesoras talento, ganas y tratas de hacer cosas diferentes jugando con la base de una buena cocina tradicional, el resultado es magistral.

Aunque está siendo un verano especial con brotes, rebrotes y postbrotes, el turismo nacional está siendo un necesario bote salvavidas. Algunos habrán viajado a las calas de Ibiza o Formentera, otros disfrutan del poniente o levante de las playas gaditanas, los habrá que en Galifornia encuentren ese equilibrio de sol y buena gastronomía, pero en verdad no los envidio si nos sale una noche como la del 8 de agosto.

El Café de Pandora

Terracear en Asturias es un privilegio que solo sabemos los que sufrimos casi a diario la eterna niebla, el puñetero orbayu, el coger catarros de verano por las corrientes, los jerseys o cazadoras de por si refresca. Cuando sale una noche de manga corta sin paliativos, sin brisa y conoces una terraza donde cenar como la del Pandora, no hay destino vacacional fuera de Asturias que nos ponga los dientes largos.

Pasadas las nueve de la noche aún había luz solar, un buen recuerdo de que estamos en verano. Nos recibe Alberto son su habitual sonrisa y amabilidad, quien lo conozcáis sabréis que no se puede ser más encantador, nos guía a la terraza y Oh my God!!! habían decorado con guirnaldas y un más que visible 50 nuestra mesa, el sonrojo se prolongó toda la velada y acrecentó con la llegada de las velas, ser centro de atención no me incomoda pero aún me produce cierto rubor.

Siempre suelo conducir porque mi responsabilidad y moderación con el alcohol me lo permite, pero esta vez me transportaron y a la hora de pedir la bebida me sentí crecido, como estos que llegan al bar y sueltan «ta todo pago». Cervezas, sidra Pomarina Brut de El Gaitero, albariño Do Ferreiro, Gramona Imperial Brut Gran Reserva para brindar cortesía de la casa y por supuesto un poco de agua, la que faltó en esta edición cancelada del Descenso Internacional del Sella, día de las piraguas que volvió a coincidir en el sábado de mi alumbramiento.

Para entretenernos con el servicio de panes recién horneados, disfrutamos de una cata de aceites. Cuan afortunados somos en España por disponer de tanta variedad y calidad, imposible no encontrar uno que se ajuste a nuestros gustos o necesidades.

Arrancamos con las siempre deliciosas croquetas de jamón ibérico, cremosas, sabrosas, crujientes.

Otra de las peticiones que les había hecho era un salpicón de bogavante pero me dijo que en carta tenían esta espectacular ensaladilla rusa con el bogavante al carbón. Mahonesa casera, un toque de vinagreta, resulta mágica, opinión refrendada por los otros cinco comensales.

Uno de los pescados fetiche de Alejandro es el atún rojo, sin embargo, dada la calidad del bonito del norte que está viniendo, nos sirvió estos «solomillos» con una salsa super cremosa mezcla de teriyaki y sésamo, remata con un alioli de ajo negro para contrastar con un punto perfecto de tataki que nos permite apreciar la calidad del túnido.

Previamente Alejandro vino a mostrarnos una bandeja con los reyes de la noche (exceptuándome a mi), resultó casi tan emocionante verlos alineados en fresco como disfrutarlos colocados en la paella, algo que me recordó a un ejercicio de nadadoras de natación sincronizada.

Los últimos serán los primeros, cuando se trata de repartir ser el último tiene sus ventajas y esto lo sabe bien Alberto, un señor plato que disfruté como nunca. Estos cabezones rojos guardan en su sesera el mejor de los manjares, ya sea chupeteando o mezclándolo con el arroz, la potencia de sabor que tienen estos crustáceos los situo entre mis favoritos, ni se me ocurriría cambiarlos por una señora cigala de medio kilo.

Mientras el resto mostraba síntomas de desfallecimiento ahí seguía yo poniéndome bizco, es lo que tiene no pensar en los postres. Esos para los que ellos si dejaron hueco, un brownie con surtido de helados y unas fresas Romanoff. Soplar las velas me supuso un esfuerzo, no se si por el peso del número o por el poco fuelle que me quedaba tras el festival arrocero.

El brindis que puso colofón sin duda fue uno de los más sentidos que haya tenido. Supuso una nueva década, un paso más a la no deseada madurez, una celebración de vida añorando a los que ya no están con nosotros, una felicidad por sentirme querido, una satisfacción por ver a mis acompañantes disfrutar, y como no, al buen trabajo y cariño que profeso por el Pandora donde tan a gusto nos hicieron sentir.

La noche estaba culebrera y acabamos con sesión gin tonic en el chiringuito de Arnao, ni Café del Mar ni Olivia Valere que valga, a pié de una mina submarina, no te pido que lo superes, igualamelo. Ya están rodando los días hacia un futuro ilusionante y esperemos que tan lejano como el que me ha traido hasta aquí. Me despido con el título del último disco de Mark Knopfler, «Down The Road Wherever» (por el camino donde sea).

 

Editado 20/04/2019

Ya sabéis que suelo actualizar los artículos con ediciones al final del mismo, pero en este caso doy la vuelta a la tortilla porque Pandora ha desvelado los misterios de su nueva caja, un cambio radical en concepto y por supuesto en decoración, más propia del nuevo enfoque de restaurante, dejando atrás su gloriosa época de cafetería.

Cierto es que ya llevan funcionando tiempo con este nuevo modelo pero tras varios intentos no ha sido hasta este Sábado Santo, en que hemos podido encajar la deseada y anhelada visita. Alejandro Villa Pérez ya es un consumado chef y merecía un espacio propio para seguir desarrollando su talento y prometedor futuro, lleno de premios en esos concursos de pinchos y tapas que dicen mucho del cocinero que trata de condensar sabores y técnica en algo tan pequeño.

Los cambios ya son perceptibles desde el exterior, la terraza abandona las mesas bajas por unas altas, más funcionales si pensamos en tomarnos un vermut previo o salir a fumar. El interior ahora parece mucho más limpio, predomina el blanco y abandona los llamativos colores morado y verde, mantienen los aplacados de madera en espiga a media altura en las paredes pero los eliminan de la barra, que ahora parece menos recargada.

Cafe de Pandora

Las mesas son nuevas, más grandes y redondas, perfectas para mantener la misma conversación, aunque la capacidad de la sala en cuanto a número de comensales se haya reducido. Las sillas siguen siendo las mismas aunque se han retapizado en un beige suave que conjuga muy bien en el conjunto. Terminamos con una zona empapelada en tono marrón con flores impresas y lo que aún queda por llegar más adelante.

Cafe de Pandora

Algo que no ha cambiado, al tratarse de un negocio familiar, es la presencia de Alberto Villa ejerciendo las labores de jefe de sala, sumellier, y todo lo que se le ponga por delante, porque con su carisma llena el local por si sólo. Su mujer Cristina, tras la barra adopta una labor más discreta pero no por ello menos efectiva y valiosa.

Por si no reparáis en el detalle, la vajilla va en consonancia con el nuevo enfoque de restaurante y por lo vivido en otros locales de alto nivel, aquí han prestando bastante atención porque son conscientes de que la estética en la presentación de los platos es parte fundamental para que el conjunto entre por los ojos.

Comenzamos la cena con el servicio de unas buenas olivas y un cesto de panes variados, calientes y muy sabrosos.

Les vendí a mis compañeras de mesa lo bien que hacían el sushi pero no me acordé de que lo hacen por encargo y además estando en Semana Santa el suministro de producto fresco se ve muy mermado. Hay que ofrecer producto de calidad y si no lo hay es mejor decirlo y quedarse con las ganas que no nos metan gato por liebre.

De todas formas, algo si que quedaba para sorprendernos con esas bolitas de arroz fritas en panko y que corona con un tartar de atún rojo, las perlas de yuzu y esta vez unas hojas de curry. Son sublimes, tal y como las recordaba de otra vez y a las chicas les encantó.

sushi

Bocaditos de atun rojo

Bocaditos de atun rojo

Seguimos con la ya conocidas croquetas de jamón, servidas en ración de 8 unidades, son una auténtica locura, por supuesto por su sabor a jamón ibérico pero también por su textura líquida que estando calientes las convierte en peligrosas, vaya como se desparraman.

croquetas

croquetas

El siguiente plato para compartir fue una tosta de cereales casera, recién horneada con un guacamole, queso parmesano de alta curación y una anchoas muy finas de intenso sabor.

Tosta de anchoas

Tosta de anchoas

Comenzamos los principales con un falso risotto de trufa blanca, de las primeras de la temporada. Alguna vez ya os hablé del orzo, un tipo de pasta de sémola de trigo que por su forma totalmente nos recuerda al arroz, de ahí lo de falso risotto. Cremoso y con mucho sabor a trufa, perfecto.

Falso risotto con trufa blanca

Falso risotto con trufa blanca

Falso risotto con trufa blanca

Cada vez más, nos encontramos con buenas hamburguesas en las cartas de los restaurantes de cierto nivel, un plato maltratado hasta la extenuación pero que utilizando buen material y una cuidada elaboración nos lleva a ejemplares como este. Recordad que si no os preguntan el punto de la carne, mal empezamos. En este caso se pidió al punto y venía acompañada de unas buenas patatas y una salsa casera con pepinillos.

Hamburguesa

Hamburguesa

Hamburguesa

Aunque no seamos fieles devotos los siguientes platos se centraron en el pescado, más propio de estas fechas, aunque cualquiera de los dos son una delicia en cualquier época del año. Quien le puede decir no a unas cocochas rebozadas y fritas con su pilpil, un rebozo no aconseja su salseo para no perder el crujiente pero en este caso, al ser tan inmediato era claramente perceptible. Me llamó la atención que usaran una piparra para la decoración de sólo la mitad del plato, por cierto, un topping muy acertado.

Cocochas

cocochas

cococchas

Finalmente el pixin braseado con salsa de plancton marino, poco y mucho que decir de un plato de producto. El punto del rape magnífico y esa salsa potenciando el sabor marino ya sabéis que me enamora, al punto de que hace dos años el rape con salsa verde de plancton fue uno de los platos que elaboré para el día de Navidad y si pincháis el enlace podréis replicar la receta.

Rape en salsa de plancton

Rape en salsa de plancton

Rape en salsa de plancton

¿Postre?, ¿estamos locos?, pues parece que un poco si, porque sin hueco no se como pude ingerir la tarta de queso azul. En realidad si lo se, es tan espectacular que se come sola, cremosísima, crujiente por arriba, potente de sabor y de no ser por la sensación de pez globo era para haber pedido una segunda ración que casi encargo para llevar a casa.

Tarta de queso azul

Tarta de queso azul

Tarta de queso azul

Sin tratar de ofender a ningún creyente, permitaseme la licencia poética de comparar la cena con el Cristo Resucitado, tal homenaje merece vuestra procesión en cualquier época del año y agradeceréis este artículo de por vida.

Si seguís leyendo comprobareis otras visitas y sobre todo el espectacular cambio que El Café de Pandora ha dado. Avilés ha perdido una gran cafetería para ganar un gran restaurante.

Editado 06/02/2016

Podría apuntarme el tanto de haber descubierto el lugar del que hoy os hablaré, pero para mi hay un principio básico que es la honestidad, siempre con los límites de no hacer daño gratuito, tampoco conviene pasarse de sinceros.

Mi amigo Jorge, persona viajada y de total confianza, llevaba tiempo insistiéndome en programar una visita al Café de Pandora. «Juan, a ti que te gusta el rollo japones creo que vas a alucinar, este chaval tiene mucho futuro por delante y mira que a mi este tipo de comida no me iba», estas fueron sus palabras y por supuesto no cayeron en saco roto.

Debía ser fin de semana y con reserva, así que no resultó fácil cuadrar agendas pues también se uniría Ramón, un auténtico Willy Fog con el que se queda mejor en Sudáfrica o Lima que engancharlo para un sarao astur.

El día resultante fue el viernes de Carnaval y eso estando en Avilés son palabras mayores, junto con las fiestas de San Agustín son las fechas donde podréis vivir mayor ambiente, aunque con los años ha ido bajando, quedan lejos aquellas cifras que se congregaban para el Descenso de Galiana en su día grande.

Puede resultar extraño que en una cafetería de toda la vida se pase de la repostería al sushi pero lo cierto es que las pujantes nuevas generaciones intentan buscar camino y en este caso Alejandro, el hijo de Alberto Villa Pena y Cristina Pérez, les ha salido inquieto y con ideas claras, tiene especial querencia por los pescados quizás herencia de su paso por el Balneario de Salinas.

Pandora

Sita en los bajos de una casa señorial de la céntrica calle San Bernardo de Avilés, El Café de Pandora destaca por un atrevido y luminosos colorido en verde pistacho y morado. Una de sus joyas es la terraza en tres niveles que encontrareis al fondo, me resultó un sitio intimo y agradable donde con buena temperatura hubiese sido ideal cenar.

En la pared lucen los premios obtenidos en los concursos de tapas, y ya se deja ver una trayectoria consistente, en la que Alejandro parece estar abonado a los primeros puestos.

En una mesa puesta con gusto, nos sentamos los tres a plato puesto, la carta ni la vi, por ello no puedo hacer comentarios. Nos dejamos guiar por el antojo del chef, siendo la bebida el único capítulo del que formaríamos parte selectiva.

Bebida

Comenzamos con unas buenas croquetas, crujientes, cremosas y con jamón de verdad en abundancia.

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Turno del variado de sushi, una tabla bien abundante que también preparan por encargo para llevar.  A los tradicionales roll de atún rojo y salmón le acompaña uno rebozado en panko con ternera y unos niguiris de salmón de Alaska, pez mantequilla y anguila con manzana al Cointreau. El salmón de Alaska es bien diferente, no solo por color, el sabor me resultó mas suave. El atún rojo es el de Balfegó con su correspondiente ficha de trazabilidad que nos da tranquilidad a la hora de consumirlo.

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Seguimos con unos bocaditos de atún rojo, unas bolas de arroz en panko sobre las que ponen un tartar macerado en soja dulce con unas perlas de yuzu y una hoja de borraja. Deliciosos!!!

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La siguiente sorpresa son unos calamares macerados en soja dulce y jalapeño, fritos, sobre una mostaza de frutos rojos con perlas de yuzu y acompañados de un pan hidrogenado. Realmente sorprendentes.

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Ya observaba alguna cara de saturación y Alberto nos aparece con este soberbio Virrey con tagliatelle azafranado a la naranja.

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El primer postre es un clásico de la temporada de fresas y este año los productores no dan a basto a recogerlas y los precios están por los suelos. Aunque la clásica Romanoff utiliza el zumo de naranja y licor de naranja (Cointreau – Grand Manier) la técnica del macerado en este caso con azúcar moreno y vinagre balsámico saca todos los jugos de las fresas y combinado con una nata semi montada hace que sea irresistible negarse a este postre, más si aparece con un sorbete de frambuesa.

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Cuando ya pensábamos que todo había terminado aparece una bandeja con unos hojaldres calientes, rellenos de praliné y un sorbete de manzana que contrastaba las temperaturas. Yo creo que me puse bizco.

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En la sobremesa decliné el gin tonic esperando a tomarlo en la zona de marcha, con el coche prudencia y en este caso no me equivoqué, a la vuelta me tocó soplar y un exiguo 0,06 hizo que la noche terminara como empezó, perfecta.

Gracias Jorge por descubrirme sitios como este, dejo como recuerdo la foto de L’enfant Terrible.

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1 comentario

  1. Mi querido amigo Juan, por muchas razones fué un placer sentarme en esa mesa contigo y con Marqués (Jorge). Fué una grata sorpresa y demuestra, una vez más, que la gran mayoría de las veces tenemos en casa lo que buscamos fuera. La cena fué espectacular, y salvado las distancias, a la altura de los ROKA de Londres, NOBU y si me apuras hasta Hakassan. Obvio que «el chaval» tiene que pulir y mejorar, pero las bases son tan buenas, que sólo con mantener los pies en la tierra llegará lo lejos que quiera llegar. A veces eso es lo más dificil, pero la pinta que tiene….. Muy buen artículo, si normalmente leo todo lo que escribes, hoy lo hice dos veces…. A ver cuando nos juntamos para otra…. Abrazooooo

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