Se suele decir que a veces la comida nos eleva a las alturas y en esta ocasión podemos asegurar que lo ha hecho, no por su delicadeza culinaria sino por encontrarnos en el restaurante más alto del mundo.
Con 828 metros de altura y 163 plantas, el Burj Khalifa de Dubai es el edificio más alto del mundo y en su planta 122 a 422 metros nos encontramos con el lugar perfecto para cenar, viendo el atardecer, y contemplar bajo nuestros pies la ciudad emergente más fascinante del mundo.
Visitar Dubai es hacerlo a la meca de las excentricidades, la locura constructiva que los petrodolares han dado a este emirato, convierten a este exótico destino en un inmenso parque de atracciones donde su afán de mostrar al mundo su poderío y lujo les ha llevado a construir el sumun de todo lo que tocan.
El rascacielos más grande del mundo, el centro comercial más grande, la fuente más grande, la pista de ski indoor mas grande del mundo en medio del desierto, islas artificiales con forma de palmera o replicando el mapa del mundo, hoteles de 7 estrellas como el Burj Al Arab, aquí todo cabe y si no existe, se lo inventan.
Desde que supe que visitaría Dubai, una de mis obsesiones ha sido subir a este rascacielos. A pesar de mi vértigo, tengo atracción por las alturas, son como una droga y allá donde voy siempre busco la edificación más alta. Las Petronas en Kuala Lumpur, el observatorio SWFC de Shanghai, Torre Eiffel, Torre de televisión en Berlin, Empire State, Rockefeller Center o las desaparecidas Torres Gemelas, son pecata minuta comparadas con este gigante, para que os hagáis una idea, la azotea de Las Gemelas estaba a 417 metros.
Tenéis dos opciones para visitar el Burj Khalifa: una es subir desde el acceso del Dubai Mall y otra reservando en el At.Mosphere bien sea en el restaurante o en el lounge. Como quiera que para el restaurante exigían una código de vestimenta smart elegant, a mi no me iban a pillar con una corbata a 35º, así que opté por el smart casual del lounge.
La cocina corre a cargo de Jerome Lagarde, un chef frances con amplia experiencia en los restaurantes de 2 y 3 estrellas Michelin de André Daguin, Michel Guérard y Dominique Toulousy.
Con antelación suficiente deberéis hacer vuestra reserva a través de su página web o de lo contrario lo más que podreis llegar es hasta la barrera de entrada del Hotel Armani, donde amablemente os darán la vuelta tal y como hicieron conmigo en el Burj Al Arab o en el Atlantis.
Traspasar esas barreras te concede un nuevo estatus, te hace sentir importante aunque lleguéis a bordo de un flamante taxi Toyota. Bentley, Ferraris, Rolls Royce, McLarens os harán compañía ya que estamos a la puerta de un exclusivo hotel que incluye una zona de suites/apartamentos.
El diseño del lobby con sus esculturas, marmoles, maderas, sofas, tiendas no os dejará indiferentes mientras esperamos a que una señorita nos guie a un ascensor que desciende 2 plantas. En esta nueva estancia daremos cuenta de nuestra reserva y tomaremos el acceso directo a un ascensor que a la velocidad de 10 m/s nos llevará en menos de un minuto a la deseada planta 123.
Sin tiempo a que se destaponen los oídos se abre la puerta y presenciamos una de las cristaleras con el desierto al fondo, descendemos unas elegantes escaleras y pegamos las narices al vidrio para sentirnos flotar en el cielo. Todo allá abajo se ve muy pequeño, pero la vista de pájaro nos permite ver el diseño del urbanismo más dinámico de este siglo.
Una nueva recepción, la definitiva. Nos acompañan a la mesa y no podía ser mejor, en el centro, pegada a la cristalera tal y como había solicitado, hay veces que es mejor no improvisar y dejar las cosas bien amarradas.
La decoración es elegante, con profusión de madera de caoba pulida a mano. Una barra central redondeada preside el espacio y a su alrededor, en dos niveles, se distribuyen unos mullidos bancos corridos y unas mesas tu y yo con butacas individuales.
De entre los diferentes horarios que podía manejar me decidí por las 5 de la tarde, más guiri imposible. Cenar a estas horas para un español supone una aberración, pero uno no puede cambiar la naturaleza y por estas latitudes el sol se pone pronto, así que era la única manera de poder disfrutar de la maravillosa puesta de sol en el edificio que quería tocar las estrellas.
Para hacer tiempo, refrescarnos y disfrutar de la puesta de sol con calma, nada mejor que elegir un cocktail de su kilométrica carta de combinados y espirituosos. Para mi un Sunset @ATM, compuesto por Tanqueray 10, brandy de albaricoque, absenta, zumo de piña y lima, infusión especiada, Peychaud bitter y rajita de pomelo. Mi pareja eligió algo más afrutado, el Fintasia que se elabora con vodka, lychee en licor y natural, zumo de limón y grosella, hoja de lima kaffir y sirope de azúcar.
Las bebidas las acompañan de unas aceitunas rellenas y unas almendras especiadas.
La carta que podréis encontrar en el Lounge es informal, de tapeo así que lo mejor es hacer una comanda variada para compartir, las porciones son adecuadas, ni abundantes ni excasas.
Comenzamos con unas ostras de la bahía de Saint-Malo que en su día ya había disfrutado en esta preciosa ciudad amurallada de la la Bretaña. Son de la clase tsarskaya que destacan por su sabor yodado y ofrecen dos aliños, el clásico mignonette y otro con mango y caviar. Por si queremos aportar picante, un coqueto mini frasco de Tabasco y el detalle del limón envuelto, para que no salpique, me pareció muy cool.
Un poco de sushi siempre es apetecible y las opciones fueron el California roll y el K Express. Los primeros con cangrejo, aguacate y caviar, los segundos con vieiras, vinagre de mango y pepino.
Seguimos con el finger food, unos deliciosos tacos de langosta con verduras en juliana y aliño de yuzu. La masa era hojaldrada, todo un acierto para no disipar el relleno.
A continuación unas Pop Shrimp con mayonesa de wasabi. Más bien eran langostinos y la tempura estaba en su punto.
Turno de la carne con las Mini Chili Chuck, unas mini hamburguesa de wagyu con queso cheddar Montgomery y panecillo al carbón.
Cerraríamos con las brochetas de wagyu, complementadas con cebolla, jengibre y una salsa reducida picante.
Todo lo degustado era de mucha calidad y bien cocinado, lo peor fue servirlo todo de golpe y porrazo, la mesa era minúscula para tanta comida y tuvimos la sensación de que nos querían apurar para dar cabida al siguiente turno.
Si ya habíamos disfrutado generosamente con la puesta de sol, durante la comida pudimos ampliar la experiencia contemplando desde las alturas el serpentear de las fuentes del Dubai Mall, las más grandes del mundo. De todas maneras, lo mejor es ver el espectáculo a nivel de calle, para darnos cuenta realmente de la altura que alcanzan sus chorros y escuchar la música que acompaña a las coreografías, en nuestro caso tocó el Thriller de Michael Jackson.
Espero haberos transmitido mi experiencia de una manera en que sea lo próximo que deseéis hacer, resulta difícil describir tantas sensaciones tan excitantes.
At.Mosphere Burj Khalifa – 122 floor Burk Khalifa – Downtown Dubai
Impresionante, a partir de ahora le llamaré de usted o de ilustrísimo, no lo tengo claro, porque vive usted como un marques! jaja una saludo Juan!
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Que va Chema, para ti con un amigo es suficiente ;). Hacía un par de años que no salía de España y aunque sueno muy exótico hay vuelos muy accesibles, la cosa es esperar y organizarlo bien, Internet hoy facilita mucho la labor.
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