Restaurante Antonio

By FuegodeMortero11 agosto, 2014

Cuando alguien llega a un destino vacacional nuevo suele pasar que le lleva unos días adaptarse, ubicarse y analizar sus mejores opciones de cara a un pleno disfrute. En mi caso y en Zahara de los Atunes lo he tenido bastante fácil, han sido muchos los conocidos y amigos que tengo que han disfrutado antes que yo de la luz espectacular que ofrece la provincia de Cádiz.

Dejarte aconsejar me parece primordial aunque también soy partidario de descubrir nuevos lugares, la esencia de la aventura, del éxito o del fracaso, de la satisfacción o de la decepción pero en el caso del Antonio venía avalado por gente contrastada que me merecía total confianza y era consciente de que no sería una decepción.

Tan solo habían pasado dos días y medio y como la primera impresión es la que cuenta, por qué jugar a la ruleta cuando podía hacerlo a caballo ganador. Es domingo y aprovecho que hay poca gente para la cena para disfrutar de mi experiencia y no complicarme la vida con las reservas que tan nervioso me ponen. Soy caprichoso e impaciente y cuando se me trastocan los planes quedo bastante contrariado y con las reservas de ultimo momento es un riesgo incontrolado y las que se hacen con bastante antelación me generan mucha impaciencia, me gusta vivir al día y jugar con la improvisación.

Se acerca la hora mágica, el sol está próximo a esconderse y las puestas de sol que estoy contemplando aquí bien merecen los 1000kms de desplazamiento aunque solo sea por disfrutarlas. Antes de entrar aprovecho a tomar algunas instantáneas pues aunque tienen una magnifica terraza desde la que cenar viendo en plenitud esa puesta de sol, la luz interior me resulta escasa para mis propósitos periodísticos.

A parte de la terraza el comedor principal se subdivide en dos zonas, es muy amplio y su decoración clásica tirando a rústica. La ventaja de ser domingo a la cena me permite elegir mesa y busco la más idónea que aun no siendo terraza tiene unas magnificas vistas desde donde contemplar esas tonalidades anaranjadas con mi fiel compañera, la cerveza.

Como de costumbre enfrentarse a una carta tiene su miga, quiero degustar bastantes cosas pues aunque me habían hecho la recomendación del arroz verde, este se sirve por encargo y al ser cena ya sabéis que no como hidratos de carbono. Casi me lleva el tiempo de terminarme la primera cerveza pero como me sentía tan a gusto con la puesta de sol y el aperitivo de zanahorias el tiempo parece detenerse, estoy de vacaciones y las prisas no existen.

Antes de asustar a otro camarero ya les advierto que la comanda va a ser amplia y que soy de buen comer, el blog y mi estomago mandan y me gusta hacerlo saber aunque rara es la vez que no intentan rebajarme la dosis, en este caso me ocurrió con el tartar del que me querían servir medio.

Abrí boca con un par de tortitas de camarones, cómo pasarlas por alto si como en este caso eran de buena factura, crujientes por los bordes y consistentes por el centro pero sin estar cruda la masa.

Sigo con un revuelto de ortiguillas con pez platino. Tenían varias versiones, en tempura, fritas, en revuelto con gambas pero como no podía ser de otra manera me decidí por las menos comunes. Para que os hagáis una idea de como es el pez platino la mejor comparación que puedo hacer es con las angulas, tienen un tamaño parecido, se les aprecian los ojos y la diferencia esta en el lomo, en el caso de las angulas ese gris característico y en estos totalmente blancos. De sabor, al ir en mezcla resultan iguales, creo que a no ser que nos los comamos por puñados no se puede apreciar la diferencia.

Estar en el sur y ver carabineros en la carta en un restaurante de solvencia ya sabéis lo que supone, mi incapacidad para ignorarlos así que fue mi siguiente plato. Me ofrecieron servirlos abiertos cosa que a priori rechacé matizando que no quería perder todos los jugos de la cabeza, me aseguraron que eso no iba a suceder y ante la comodidad que supone a la hora de comerlos acepte su sugerencia. Viendo el resultado se aprecia que en cocina tienen la solvencia y pericia adecuada y que mis carabineros abiertos no eran un experimento.

Pasamos al tartar de lomo de atún rojo salvaje de Almadraba, en ración completa como debe ser. Os comento que no fue mi primera opción, me había inclinado por el sashimi de lomo de atún pero el camarero me sugirió el tartar. Le comente que el día anterior lo había comido en El Campero a lo cual me dijo que no tenía nada que ver, que era mas suave, no entramos en valoraciones de si es mejor o peor, simplemente tienen sus diferencias y ambos son excelentes.

Si que tenía razón, me resulto más suave al punto que le tuve que preguntar cual era el aliño ya que era tan sutil que bien parecía un sashimi cortado en cuadraditos de perfecto tamaño. Su aliño lleva aceite, soja, balsámico y pimienta pero todo ello en proporciones muy tenues. La presentación en su recipiente de cristal con hielo triturado nos recuerda a las presentaciones del caviar, cambiamos el oro negro por el oro rojo y ya tenemos un plato espectacular.

Finalice con la ventresca de atún, así la llaman en el Antonio aunque por la zona os encontrareis muchos sitios en los que la denominan barriga, son exactamente lo mismo. Una buena rodaja con el punto perfecto y esa grasilla entreverada que me vuelve a hacer babear solo con recordarlo. Vino acompañado de una guarnición de patatas y guisantes servida en plato a parte, quizás hubiese preferido una ensalada de tomate, al menos visualmente me hubiese resultado mas atractiva.

El servicio es magnifico, creo que me atendieron no menos de 4 personas y para el café viendo que era fumador me ofrecieron servirlo en la terraza. Lo acompañaron de un mini helado y un chupito de cortesía.