Un año más y ya van tres seguidos, volver a Zahara de los Atunes y visitar el Chiringuito La Costa, se convierte en uno de los acontecimientos de mi particular año. Reencontrarme con aquellos que trabajan y cuidan de uno cuando disfrutas de tus vacaciones, es una alegría.
Supongo que la mayoría de veraneantes buscamos lo mismo y cuando encuentras aquel lugar donde te sientes acogido, raro es que «les pongamos los cuernos». Yo me confieso fiel y es algo que este año, acompañado por mi madre, no entendía. Esta vez mi alojamiento estaba en el pueblo y no comprendía por qué todos los días cogía mi coche y me desplazaba 2 kilómetros hasta el inicio de Atlanterra para ir a tomar el sol, máxime cuando hablamos de una playa de más de 10.000 metros.
Antonio, Natalia y Africa forman una familia entrañable, a la que cada año se une alguna cara nueva y que resulta duro abandonar cuando volvemos a nuestras casas.
Este año, el Chiringuito sufrió un tremendo cambio y la estructura montada les ha quedado de fabula. Un lugar muy acogedor donde refugiarse de la solana o del característico viento levante de la zona.
Aquí os dejo una muestra de lo degustado este año. Soy consciente de mi crueldad, sobre todo si aún no habéis disfrutado de las vacaciones, pero si tenéis pensado acudir a Zahara, será vuestro turno de poder restregármelo y hacerme añorar una experiencia que al menos se dilatará por un año.
Espeto de sardinas, carabineros a la plancha, choco a la plancha y morrillo de atún rojo, son una pequeña muestra del festín que os podéis dar contemplando una de las playas más hermosas del litoral español.
Os podrá parecer friki, pero este es uno de los artículos que suelo releer durante los crudos inviernos norteños. Lo se, puro masoquismo.
Y la historia comenzaba así en julio de 2014:
El pasado 4 de julio comenzaban mis vacaciones, un viaje a lo desconocido, un nuevo destino sin explorar, la incertidumbre de un viajero solitario. El lugar elegido la provincia de Cádiz, concretamente Zahara de los Atunes si bien el hospedaje se situó en Atlanterra perteneciente al término municipal de Tarifa a 1,2kms.
Si sois de los que buscáis playa como yo este es un lugar que os fascinará pues desde una de las puntas conocida como la zona del bunker hasta Barbate tenéis mas de 10kms de playa de arena blanca y aguas turquesas cristalinas donde poder colocar tu toalla sin aglomeraciones e indeseadas sombrillas a escasos centímetros, hay playa para aburrir y cada cual disfruta de su particular parcela.
He tenido la suerte de contar con una guía local que me hizo romper el hielo con la zona y en un par de días mi orientación ya era como si llevase toda la vida veraneando allí, una dura ruta en bicicleta redondeó el mapa de carreteras locales acercándome a la conocidísima Playa de Bolonia con su famosa duna y restos arqueológicos de Baelo Claudia.
España y sus costas tienen una esencia propia y esta es la figura del chiringuito, ese refugio al que todos acudimos en busca de sombra y avituallamiento, desde una cerveza a un helado pasando por un botellin de agua, un café de sobremesa o una mundana bolsa de patatas fritas.
Llevamos unas cuantas legislaturas de gobernantes que parecen haber nacido en Islandia o en el País de Nunca Jamás, se han empeñado en despojarnos de nuestra identidad y tirando piedras contra nuestro propio tejado parecen ignorar que el turismo es la principal fuente de ingresos de esta peculiar Nación.
Parece claro que contra la climatología nada pueden legislar y afortunadamente gozamos de un clima privilegiado, pero poniendo zancadillas a los empresarios que viven de un negocio estacional que genera miles de puestos de trabajo solo conseguiremos que nuestros competidores portugueses, griegos, italianos, serbios, croatas y turcos nos ganen la partida y la famosa sangría y paella pase a mejor vida en sustitución del limoncello y la moussaka.
Tras muchos años veraneando en Marbella, el Pepe Piloto y Los Tres Pepes se habían convertido en punto de referencia, ahora tocaba buscar el norte en una brújula algo desorientada y El Chiringuito La Costa parecía reunir todas las condiciones propias de ese lugar donde sentirse cómodo. A escasos metros de mi apartamento y en la ruta de acceso más cercana a la playa, resultó el sitio idóneo donde poder desayunar diariamente.
Aún recuerdo mi primer día, tras muchas horas de viaje y completar mi instalación me acerqué a darme mi primer chapuzón, no había tiempo que perder y el mono vacacional me hizo quedarme hasta la puesta de sol. Una cerveza, unas patatas y unas aceitunas el complemento perfecto sentado en su terraza con los pies hundidos en la arena.
Serían cerca de las 10pm y sin haberme dado cuenta era el último cliente, estaban cerrando lo cual me sorprendió mucho siendo viernes noche, pregunté a la chica si ese era el horario habitual de cierre y me respondió que no pero que al no haber nadie cerrar era lo más sensato. Estaba claro que aún no había llegado el grueso de veraneantes y a estas alturas seguro recordarán aquellos días de menos trabajo pues a medida que pasaron los días, la actividad que pude observar fue de todo menos relajada, jornadas completas de más de 12 horas sin descanso.
Muchos días fuí el primer cliente pues ya desde primera hora al cobijo de una sombrilla de paja y su WIFI gratuita me dediqué a escribir artículos con mi tablet acompañado de un café y una tostada con tomate y aceite.
Fácilmente pasaban las horas hasta que la sonriente Eva se percataba de que la hora del vermú había llegado y que nada mejor que una Estrella Galicia helada para hidratar las siguientes horas de sol y calor intenso, ya más adentrada la tarde siempre me buscaba en sus rondas por las hamacas y toallas sabedora de mi más que seguro estado de deshidratación con mis tradicionales tostadas de vuelta y vuelta sin mover una pestaña.
Han sido muchas las horas que he pasado allí observando a clientela y personal y siento especial admiración por la paciencia y profesionalidad, vaya manera de trabajar y siempre con una sonrisa. Durante esos días ví que por sus mesas circulaban platos de muy buena factura, todo tenía una pinta excelente e incluso presencié como limpiaron dos meros de más de 15 kilos, sin duda alguna debía incluir La Costa en mi ruta gastronómica pues los calamaritos de los que me encapriché un día al verlos a otros clientes no me resultaron suficientes.
Había transcurrido una semana y el viernes noche fue el elegido para dar buena cuenta de su extensa carta. Un cartel anunciando borriquete me llamó la atención por la mañana, le pregunté a Natalia pensando que se trataba de carne de burro, me miró como diciendo este tío es un vacilón pero sinceramente fue lo que pensé y la sorpresa fue cuando me dijo que se trataba de un pescado de roca, carne o pescado, da igual, era algo diferente que debía probar.
Recién duchado y perfumado pisaba el chirinquito, sin duda una sensación extraña ver y que te vean de otra guisa bien distinta al típico dominguero, ¿como tu por aquí?, pues a cenar y dar buena cuenta de vuestra carta, que sepáis que el borriquete lleva mi nombre. Otra Estrella y ya pierdo la cuenta del día mientras busco como complementar el pescado, difícil circunstancia, todo apetece.
Me decido por una ortiguillas fritas, una ración muy abundante y ya me doy cuenta que haber prescindido de las tortillitas de camarones siguiendo el consejo ha sido sabia decisión.
Continuo con un calamar de potera al espeto, había visto tantas veces a Antonio cuidar de su barca y espetos que hubiese sido un sacrilegio no probar nada salido de sus brasas. Enorme y buenísimo, reconozco que me empezaba a dar miedo como podía ser la ración de borriquete que continuaría.
Llegó el borriquete a la Roteña, efectivamente, es un pescado aunque las orejas de burro me las quedo yo por ignorante. La preparación a la Roteña lleva hortalizas de la zona como tomate, pimiento rojo, ajo, cebolla, laurel, caldo de pescado y vinos/brandy de Jerez. Calculo muy mal los pesos pero claramente servía dos raciones a las que no me pude resistir.
Ese día toco salida nocturna y no hubo gin tonic que digiriese mi cena, parecía el Travolta de los últimos años, todo pesadez, nada que ver con el estilizado bailarín de Grease o Fiebre del Sábado Noche.
Mi copiosa cena y tras una semana allí fue el punto de inflexión para entablar una relación más fluida, según me dijeron les llamó la atención mi capacidad estomacal y no se explicaban donde lo metía pues la verdad que este verano he llegado a la operación bikini en optimas condiciones.
Había bajado una caja de sidra a mi amiga Ros y el día que hicimos «botellón astur» en plena puesta de sol en la playa de Zahara coincidió que mis amigos que estaban en Conil se vinieron a pasar los últimos tres días conmigo y ante el asombro de los que por allí rondaban pudimos disfrutar de alguna de las mejores botellas que recuerde.
Quise compartir y hacer patria con el personal de La Costa, intenté escanciar para que viesen el proceso pero en ese momento soplaba un levante bastante incomodo y tuve que utilizar el tapón. Probaron y recuerdo que África puso una cara rara, se esperaba un sabor a vino, algo más fuerte y se sorprendió de que entrase tan suave, otra historia es que de primeras beban de un sorbo, cuando les haces el símil de un chupito a priori asusta pensando que es algo fuerte, les dejé una botellas para que puedan utilizar en cocina, con tan buena materia prima de pescados la sidra funciona de lujo.
Restaban pocos días y aún tenía una asignatura pendiente, probar alguno de sus arroces. Gracias a mis amigos que no son tan estrictos como yo en cuanto al plan de comidas pude degustar un magnifico arroz negro, soy muy puntilloso con el punto del arroz, me gusta al dente y aquí lo habían bordado, pocas cosas hay más desagradables que un arroz tipo hormigón compactado.
Los días corrían en contra y conscientes de ello no hubo chapuzón, rayo o puesta de sol que nos perdiéramos mojito o cerveza en mano.
El último día había llegado y con el las despedidas, ya eran parte de mi familia, les contaba mis experiencias gastronómicas por la zona y como avanzaban los artículos y les cogió por sorpresa pues no la había anunciado. Eva se apunto con nosotros en nuestra última cena y copas y gracias a ella que nos llevo a La Luna pudimos disfrutar de un concierto de flamenco-fusión que nos dejó con la boca abierta, el poderío de voz de «la Prima» aún retumba en nuestros cuerpos.
Sin duda volveré a Zahara de los Atunes y La Costa será mi particular oasis. Gracias a tod@as por aguantarme, sin duda mis vacaciones no habrían sido lo mismo sin vuestra compañía.
https://www.facebook.com/pages/Chiringuito-La-Costa/302506379904259
Otro que me tengo que apuntar… la zona de Zahara también la valoramos para quedarnos pero como las distancias tampoco son muy exageradas, un día iremos a la playa de Bolonia y me veo casi en la obligación de comerme uno de esos calamares porque menudo hambre me ha entrado!!
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Todo por la zona es un paseo y ademas de vacaciones ya sabes que todo se lleva de buen humor, hasta el viaje en coche.
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