Hotel del Oso



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Hotel del Oso – Cosgaya (Carretera Potes-Fuente Dé) – Cantabria  Reservas: 942 733 018

El 1 de mayo transcurre sin pena ni gloria y estoy disfrutando del Puente pero no como debería así que mi culo inquieto me dice que abandone la poltrona y haga algún plan digno de ser recordado y esta fue la gestación de mi escapada al Hotel del Oso, una visita relámpago a Cantabria Infinita.

Una llamada tardía para confirmar reserva para comer lo arregló todo, no fuese a desplazarme en vano ya que hay una tirada curiosa y a parte de disfrutar de las hermosas vistas de los Picos de Europa mi cometido era disfrutar de la buena gastronomía cántabra.

Han pasado 3 años desde mi última visita y ya iba siendo hora de regresar a un lugar que frecuento desde hace al menos 35 años, recuerdos imborrables que necesitan ser actualizados de vez en cuando.

Como mi mesa estaba reservada para las 13:15 ya que hasta las 16:00 no tenían más libres tuve que madrugar para disfrutar de mi escapada en todo su esplendor. Hora de salida 8:15 y con suerte un par de horas por delante, dejamos la Asturias de su peor versión, ese gris mortecino con constante amenaza de agua para encarar los cielos despejados que el macizo de los Picos de Europa caprichosamente retiene según sople el viento.

Llevo una hora de viaje y resulta imprescindible terminar de despejar, que mejor manera que un café rápido con una corbata en Unquera, se avecinan curvas y mejor ir con el estomago asentado.

Por esos caprichos geográficos y fronterizos volvemos a pasar de Cantabria a Asturias, de Panes rumbo a Potes por el Desfiladero de la Hermida. Sin duda una carretera para valientes, pero para los que ya no somos novatos y nos gusta conducir cada curva enlazada es puro disfrute yendo acompañados en todo momento por el río que unas veces llevamos a nuestra izquierda y otras a derecha jalonado por inmensas rocas esculpidas por la erosión.

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El primer tramo lo hago sin apenas trafico y una parada en el mirador del salmón nos permite tomar conciencia de lo mágico que resulta este paraje, quizás el timing no fue el adecuado ya que después tuve que sufrir la caravana tras uno de esos autobuses del Imserso.

Llego a Fuente Dé con el mismo entusiasmo de la primera vez, el trayecto en teleférico resulta excitante, nos esperan menos de 4 minutos para alcanzar la cima pero previamente y a pesar de que las taquillas abren a las 10 y tan solo pasaba media hora tuve que hacer unos 45 minutos de cola previo abono de 16€ de viaje ida y vuelta.

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Catalanes, gallegos, argentinos serían los que me acompañarían en cabina con capacidad reducida a 20 personas, esa cola es una mini Naciones Unidas que te permite charlar con unos y otros cambiando experiencias.

Son muchas las veces que he subido, hoy la climatología parece que me iba a respetar pero en mi recuerdo queda una ascensión en plena tormenta con aparato eléctrico y un viento que mecía la cabina a su antojo.

Vamos a 36kms por hora pero cuando a mitad de recorrido nos cruzamos con el que baja da la sensación que nos adelanta un formula 1, son solo sensaciones pues lleva la misma velocidad pero como sabéis las velocidades se suman y es puro efecto óptico. Nos acercamos y una gran peña nos saluda como queriendo decir «entráis en mi territorio», parece que a la cabina le cuesta subir y lo hace casi en vertical a la par que ralentiza para la llegada.

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Una vez arriba tan solo nos queda disfrutar de las vistas, y la primera parada es el mirador volado de rejilla que nos da sensación de estar suspendido en el vacío. Necesito que alguien inmortalice ese momento y curiosidades del destino doy con una pareja andaluza, me aventuro con su acento y los ubico en Granada, casi me dice la chica, de Jaén, de donde? fue mi pregunta, Linares y Ubeda, coño!!!!! pero si yo soy medio de Cazorla. Mira tú que no habría gente allí, lo que son las cosas.

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Un paseo por las cumbres, pisar nieve, unas fotos, un poco de meditación y las pilas mentales quedaron recargadas, era hora de bajar y ponerme las pilas estomacales.

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El Hotel del Oso se encuentra en Cosgaya un núcleo poblacional bastante pequeño y precisamente eso lo hace idílico, uno de esos hoteles con encanto. Ha crecido mucho desde cuando estuve por primera vez, un pequeño hotelito que era atravesado literalmente por un gran árbol que habían integrado en su construcción, una bolera donde jugar con mi padre, una iglesia donde intentar tocar las campanas.

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Justo en la otra margen del río se encuentra el «nuevo» edificio donde nos recibe un gran San Benardo bonachón que no desaprovecha un rayo de sol para dormitar siempre que los traviesos niños le dejen, todo un emblema del lugar, actualmente debe ser el tataranieto.

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La construcción es la típica de la zona, mucha piedra y madera que aporta esa calidez rural, salones con chimenea, piscina, cancha de tenis y sobre todo un restaurante donde sentirse culpable que es a lo que he venido, cual masoquista vengo en busca de remordimientos con los que pelearme en el próximo pesaje.

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El servicio derrocha amabilidad, y la sonrisa permanente de cada una de ellas te hace sentirte muy a gusto. Algunas de ellas son segunda generación y me atrevería a decir que alguna hasta tercera aunque de la primera la la última se mantienen igual de lozanas.

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Pasan los años y me da la sensación de que cada vez como menos aunque para el común de los mortales no lo parezca, por eso y pensando en el viaje de vuelta la opción de medias raciones para un viajero solitario resultan muy apropiadas si queréis probar variedad.

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No tuve mucho que pensar, todo es excelente pero sin duda mi objetivo era una sobredosis de Liébana en vena.

Para picar media de borono, una especialidad de la matanza de la zona, parecido a la morcilla y que en el centro lleva el alma de borono, un corazón de grasa de cerdo. Viene acompañado de unos gajos de manzana asada que sin duda ayudan en la ingesta y suavizan el conjunto.

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La sopa de cocido es irrenunciable independiente de cualquier época del año en que nos encontremos. Tiene una intensidad de sabor que resulta adictiva así que no tuve más remedio que acabarme la fuente.

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Había llegado la hora del cocido lebaniego, media ración fue más que suficiente ya que como veis en las fotos los garbanzos reyes de este cocido vienen acompañados por un extenso séquito, a saber: chorizo, repollo, relleno, jamón, tocino, grasa de cerdo…Cualquier palabra que emplee sobra para describirlo, lo mejor es que hagáis una escapada y lo comprobéis por vosotros mismos y si podéis hospedaros una siesta agradecerá vuestra digestión.

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Para terminar nada mejor que media tabla de quesos surtidos del Valle de Liébana entre los que destaca el ahumado de Áliva que recuerda mucho al ahumado de Pría asturiano. También me gusto mucho el fresco, tipo requesón mezclado con la mermelada.

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Rematé con unos dulces de cortesía que fueron el punto y seguido ya que sin duda volveré pero la próxima vez para pernoctar y degustar sus buenas carnes.

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Tras visita a alguno de los bonitos pueblos del entorno, el café preferí tomarlo en Potes para dar un paseo y gestionar la digestión, además tenía una misión importante, buscar morteros para mi colección. En los dos primeros comercios no hubo suerte pero no cejé en mi intento y al final encontré 5 en los dos siguientes. La familia crece.

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