Si hablamos de croquetas a nadie se le ocurrirá que estamos descubriendo la pólvora, este aperitivo, entrante o como lo queráis llamar lo podemos encontrar en cualquier parte del mundo, sin embargo en España es todo un clásico y su variante de jamón la más socorrida.

La croqueta que no es más que bechamel empanada, se puede hacer de cualquier ingrediente y por ello es el número uno del reciclaje. Ya sabéis, en cocina no se tira nada y todo es aprovechable, unas sobras de unos guisantes con jamón, un trozo de queso azul, un par de cucharadas de callos………y como decía Buzz Lightyear, “hasta el infinito y más allá”.

Hoy las haremos de compango, palabra que describe el acompañamiento cárnico ahumado típico de los potajes en Asturias, Galicia y Cantabria cuya composición básica lleva chorizo, morcilla y tocino aunque también se puede complementar con costilla, oreja, morro….productos típicos de la matanza del cerdo.

Comer en Casa Pilar es todo un lujo. Se que todos pensamos que nuestras madres son las mejores cocineras del mundo pero en el caso de la mía está a un nivel superior y que conste que no es amor de hijo, es pura objetividad, por el amor que le pone, por variedad, por sabor, por eficiencia, por innovación, por toque personal y porque hace lo que le gusta y eso en cualquier faceta de la vida se nota.

Independiente de cualquier otra visita propia de una familia bien avenida, tengo por costumbre pasarme a comer siempre que mis padres se marchan a un viaje de duración prolongada, más allá de un mero fin de semana. Me da igual lo que me prepare, el caso es disfrutar de la compañía de tus padres y esta vez aún con poco tiempo me preparó uno de mis platos de cuchara favoritos, pote de berzas que es igual que el asturiano pero sin fabes.

Menudo homenaje me dí, dos platos hasta arriba dándole vidilla al compango, y rematando con una mousse de ciruelas pasas, fue una de esas tardes en que la hormigonera estomacal trabaja a pleno rendimiento.

 

Como se marchaban al día siguiente y al blog hay que darle contenido, me llevé los restos del abundante compango que previamente se encargo de desmenuzar y compartimentar.

Si tuviese un restaurante el nombre de este plato sería Croquetas Santa Trinidad  ©. He preparado unas de chorizo, otras de morcilla y otras que juntan las anteriores con el tocino.

 Ingredientes:

Mantequilla, harina, leche, sal, 2 huevos, pan rallado y compango

Prepararemos una salsa bechamel de la que solo os dejo foto ya que el proceso la lo explique en las vieiras y berenjenas rellenas.

Retiramos parte de la bechamel en un bowl y mezclamos. Yo utilice uno para el chorizo, otro para la morcilla y el de los tres ingredientes lo mezcle en la misma pota. A continuación lo echamos sobre un plato llano, extendemos con una cuchara, dejamos que enfríe y guardamos en el frigorífico.

Yo lo tuve toda la noche hasta la hora de comer, toma más los sabores. Con una cucharilla vamos cogiendo la medida que gustemos dependiendo si las queremos más o menos grandes. Echamos en la palma de la mano y damos forma redonda o alargada, a gusto del consumidor, las pasamos por harina (no es necesario pero quedan más crujiente el empanado), huevo y pan rallado. Freímos en abundante aceite de oliva a fuego fuerte y ya tenemos unas croquetas de sabor intenso y diferente.

Consejos y trucos: Una vez metidos en harina y nunca mejor dicho os recomiendo que hagáis croquetas en abundancia, resulta un coñazo y muy sucio todo el proceso de empanado. Se pueden congelar y tendremos resuelta una entrada para otro día. Ahora que vamos para calores y los potes entran peor, estas croquetas en pleno agosto nos traerán muy buenos recuerdos de esos platos de cuchara que tanto echamos de menos.

Para la presentación he elegido la bandeja de mármol negro que compre en Espacio Store y unos mini bowls de acero que tengo para servir diferentes tipos de sal.