Su nombre y aspecto puede parecer inofensivo pero por su contundencia se trata de un verdadero arma de destrucción masiva, y eso que estamos hablando de un entrante.

Ingredientes:

Pasta de hojaldre, queso Brie, salsa pesto, piñones, yema de huevo y en este caso un balsámico de frambuesa.

Hay veces en que hay que ser practico y esta ocasión es una de ellas pues tanto el hojaldre como el pesto son comprados, estamos hablando de añadir bastantes más minutos al proceso de elaboración por lo que confío en La Cocinera y Garofalo.

Extendemos el hojaldre en su versión cuadrada (la hay redonda) y dividimos en cuatro porciones, o en mas si queremos hacerlos más pequeños. Ponemos una cucharadita de pesto en el centro, un trozo rectangular de Brie encima, otro poco de pesto sobre el queso y esparcimos unos piñones que previamente habremos dorado en una sartén (no echar aceite).

Cerramos el paquetito, ayudándonos de un tenedor y humedeciendo el dedo para sellar, esta parte es la que quedará en la base ya que al revés nos dejaría a la vista las irregularidades de los piñones. Los laterales los retorcemos como si envolviésemos un caramelo procurando apretar por la zona pegada al interior.

Si no queréis complicaciones lo cerráis como un paquete normal. Barnizamos con la yema del huevo y colocamos sobre un papel de horno que pondremos en la bandeja a unos 180 grados. Sabréis que esta listo cuando el hojaldre este doradito y haya cogido volumen.

Emplatamos y terminamos la presentación con el balsámico. La idea es que en cuanto metáis el cuchillo todo el queso se desparramará mezclándose con el pesto por ello la parte más difícil de esta receta es que todo quede bien cerrado.