Cocina Cabal – C/ Suárez de la Riva, 5 – Oviedo    Tlf: 985 027 552

¿Un año más o un año menos?, dependiendo de como uno vea la botella tendrá su propia respuesta al dilema que se nos presenta cuando cumplimos años, en esta ocasión celebro 54. Tampoco es que sea una edad exacta digna de mencionar como podrían ser los pasados 50 o los futuros 60, sin embargo y como breve recapitulación de los vividos, soy afortunado, aunque si fuera gato cuatro vidas ya las tengo gastadas y como siempre me recuerda mi madre, tres son gracias a ella.

El verano se llena de ocasiones en las que celebrar algo y siendo asturiano el simple hecho de que un día salga el sol y haga calor, se celebra prolongando un terraceo y cenando al aire libre. Todo son excusas para saltarme la dieta y el cumpleaños ha sido la enésima vez, ¡qué carajo!, seamos felices y en mi caso la comida resulta un placer convertido en vicio.

He barajado muchas opciones incluso fuera de la provincia pero al final junto a mi madre, hemos acabado a la vuelta de la esquina, en un restaurante al que le tenía muchas ganas y del que he ido recogiendo muy buenos comentarios. El 31 de octubre cumplirá cinco años desde que abriera y exceptuando la desgraciada pandemia del COVID que a un negocio con solo cuatro meses debió hacerle mucho daño, ya iba siendo hora.

Por un lado tenía la curiosidad de ver el gran lavado de cara que se había hecho en este histórico local dedicado a la hostelería. Aunque creo fue abierto en el 97 o 98 como Las Tablas del Rey Ramiro, por años no son tantos para encajarlo de histórico, si además pensamos que luego se convirtió en el Punto y Coma, La Brasa Al Punto, para finalizar su recorrido decorativo como Las Canteronas del Centro. Efectivamente, lo histórico del local como otros cuantos era la decoración de Chus Quirós.

Tengo entendido que el local en su última etapa tuvo problemas con el saneamiento, o algún tipo de instalación que requería cerrar y ponerlo todo patas arriba. Siendo una gran pena y pérdida de patrimonio cultural, Cocina Cabal ha creado un ambiente magnífico, dado un vuelco total a lo existente para crear un espacio relajante y sobrio que mezcla materiales tan dispares pero armónicos como la madera, latón, mármol o terciopelo. Sin duda ha ganado en luminosidad y ello transmite pulcritud, sin duda una parte importante al tener la cocina vista.

Por otro lado estaba conocer la cocina de Vicente Suárez Cabal, en ella priman los productos de calidad tratados de forma sencilla y elegante para mostrarnos platos abrazados por la tradición o la innovación. Son un reflejo de su propio sentir y de las casas tan importantes como la antigua Corrada del Obispo, El Ermitaño en Zamora, El Celler de Can Roca en Girona, Mo, Carles Gaig, Racó d’en Freixa, Saüc en Barcelona y más recientemente en los últimos diez años siendo el jefe de cocina en El Castillo del Bosque de La Zoreda, que le han llevado a conseguir premios como La Mejor Fabada 2022, o ser mencionado por las prestigiosas guías Michelin y Repsol.

Aunque disponen de un menú gastronómico sorpresa compuesto por tres entrantes, pescado, carne y dos postres sin bodega incluida a un precio de 75€, nosotros preferimos elegir de la carta e incorporar algún fuera carta que nos ofrecieron.

Como siempre, en cualquier comida de celebración tenemos presente a mi padre y mi madre elige para brindar un vermú, en esta ocasión Yzaguirre, yo sigo con mis cervezas 0,0 tostadas y la Estrella Galicia es la que más me gusta. Acompañan con un servicio de pan ecológico de trigo sarraceno y un aceite de primera cosecha con mezcla de arbequina y cornicabra de Pago Baldíos de San Carlos (Majadas – Cáceres) que está para comerse una hogaza sin despeinarse mientras a la par disfrutamos del aperitivo de gazpacho de remolacha y albahaca.

Nos ofrecieron unas gambas rojas de Palamós y aunque fuese de manera simbólica con tres unidades me apetecía chupetear esas cabezas que son más grandes que las de otras variedades. Super frescas y con mucho sabor fueron suficientes para no hacer esperar mucho a mi acompañante mirona.

El siguiente entrante estando muy bien ejecutado con el punto del pulpo y su salsa teriyaki, el crujiente de la panceta, la suavidad del puré de apiobola y el equilibrado chutney en un principio cumplía todos los estándares de un buen mar y montaña pero el problema vino al degustar el siguiente pase que dejó a este en el olvido en pocos minutos.

Otro fuera de carta que nos sirvieron en raciones individuales fue el salteado de setas rebozuelo con unos buenos tacos de bacalao, cebolla caramelizada, crema de puerros y decoración de cebollino e hilos de chile. Simplemente delicioso y para recordar.

Pasamos a los platos principales con el pixin con alcachofas y crema de llámpares. Pescado muy bien tratado, manteniendo sus jugos y la crema de llámpares (lapas) concentra mucho el sabor del guiso.

Yo elegí el bacalao, ajo negro, espinacas y pil-pil. Los dos trozos eran gruesos con unas lascas perfectas, punto perfecto de sal sobre las espinacas y una mezcla de las salsas de ajo negro y el pil-pil que junto al abuso que hice del pan (no estaba para menos) hizo que el plato resultara muy saciante.

Finalizamos con la esfera con pasión, mi madre no perdona su chocolate negro aunque reconozco que una cucharada la probé para certificar lo bueno que estaba y la presentación de este tipo de postres vertiendo el chocolate siempre resulta muy bello e intrigante.

Las altas expectativas fueron cumplidas con creces, sin duda es uno de los grandes restaurantes que a día de hoy podemos encontrar en Oviedo. Estamos en el año gastronómico de mi ciudad y aunque por norma general se come muy bien en casi todos los establecimientos, la oferta de «gran restaurante» no necesariamente han de tener distinciones Michelin-Repsol, no es tan abundante como a priori deberíamos tener. Me mojaré con los que para mi cumplen estos requisitos: NM (Nacho Manzano), Fermin, Casa Lobato, Bocamar, Mestura, Del Arco, La Corte de Pelayo, Casa Arturo y seguro me dejo alguno, pero no muchos más.