Sopa de Tomate



Esta receta tiene mucha más enjundia de lo que a priori nos aporta la simplicidad de su nombre, está cargada de historia e incluso ha llegado a convertirse en un icono del pop art.

Si buscamos los orígenes de esta sopa, debemos pensar en México y la cultura azteca, allí comenzó a consumirse la sopa de jitomate (xitomatl), que es con el nombre que denominan a esta baya de la familia de las moras, fresas, y frambuesas. No, no me he confundido, a finales del siglo XIX por una cuestión de impuestos, en Estados Unidos y dado que no se utilizaba para hacer postres, decidieron ahorrarse gastos arancelarios incluyéndolos dentro de las verduras.

En Estados Unidos tiene mucho arraigo y las latas de esta sopa, concretamente las de la marca Campbell`s establecida en1869, han llegado a convertirse en arte de la mano de Andy Warhol. Ahondando en el mundo anglosajón, también son muy conocidas las de la marca Heinz, aunque a nivel mundial y siguiendo en la línea de la tomate, su ketchup y alubias, son las más populares.

Si ya hemos establecido el origen en México, no es hasta la época de los descubridores cuando el tomate y muchas otros alimentos, entran en Europa a través de los puertos gaditanos. Precisamente en Andalucía y Extremadura comienzan a tener auge recetas donde usan el tomate, por ejemplo el gazpacho lo incorpora y mejora aquella bebida que consumían los centuriones romanos. La sopa de tomate en la provincia de Cádiz lleva un sofrito de verduras, donde la cebolla, ajos, pimientos o zanahorias se mezcla con el tomate escaldado, agua, pan y algunos aromáticos como la hierbabuena y comino.

Entronca según vamos subiendo por la península con las famosas sopas castellanas de ajo y pan que también se suelen servir en cazuela de barro. Incluso si traspasamos la frontera pirinaica pensaremos en las famosas sopas de cebolla francesas. Buscando las raíces germánicas de la palabra soppa, se traslada al latin vulgar como suppa, pan remojado en caldo, un tronco común que ampara todas estas elaboraciones que nos sirven para calentar el estómago.

En algunos países como Japón casi se eleva su sopa miso a la categoría medicinal, suelen tomarla al final de las comidas para asentar el estómago. Aquí en España ha quitado mucha hambre, mejor dicho, ha engañado a muchos estómagos necesitados en épocas de hambruna y guerras.

Tanta importancia tiene el tomate que hoy en día nos sería imposible entender la gastronomía sin su presencia. Atrás quedaron los miedos iniciales que incluso lo consideraban un producto tóxico y como curiosidad su nombre en italiano, pomodoro, hace referencia al parecido con una manzana de oro, porque la primera variedad que llegó allí, era amarilla.

Ya hemos aprendido algo, ahora solo nos queda hacerla porque es muy sencilla y adaptable a vuestros gustos. En esta versión particular, a mi gusto, hago una mezcla/homenaje a todas las sopas mencionadas anteriormente y vosotros podréis prescindir del ajo, el pan, los aromáticos o diluir solo con agua en vez de un caldo enriquecido.

A mi me gusta utilizar distintos tipos de tomate, unos tipo rama o pera que yo escaldo y unos naturales enlatados, también podríamos darle un toque con unos cherry. Al final me gusta jugar con la acidez y dulzor del propio tomate, no uso azúcar. Aunque tengo varios tipos de caldos caseros congelados por mi, me pilló el toro y no tuve la paciencia para descongelar, en sustitución y para no usar agua, diluí Bovril, un concentrado de buey que funciona espectacular y me parece mejor aporte que una pastilla de Avecrem.

Dependiendo del aporte líquido y cuanto concentremos, podemos pasar de una sopa a una salsa de tomate, de algo más fino que trituramos a una sopa más rústica con tropezones de tomate y pan. He decorado con un poco de aceite y unas flores de romero, pero en siguientes comidas la serví con queso feta y albahaca fresca picada y otros día con parmesano rallado y orégano.

Ingredientes:

2 latas grandes de tomate entero pelado, 4 tomates rama, 4 dientes de ajo, 2 cebollas, pan duro, 1 cta de pimentón dulce, 2 hojas de laurel, 1 rama de romero, semillas de comino, pimienta negra, orégano, 600ml de agua, 1cda de Bovril, AOVE y sal.

Comenzaremos pelando y cortando en fina brunoise el ajo y la cebolla, así como haciendo una cruz con el cuchillo en la base de los tomates y poniendo a hervir agua en una cacerola y en otra calentar cuatro cucharadas de aceite. Ponemos el ajo a dorar y cuan do empiece a bailar sin ponerse un poco marrón, añadimos la cebolla, mezclamos y tapamos para que sude a fuego medio durante unos veinte minutos.

Cuando el agua bulla echamos los tomates, dejamos 30 segundos y retiramos a un bowl con agua fría, dejamos un minuto y los pelamos con una facilidad pasmosa.

Picamos los tomates en brunoise, abrimos las latas y repasamos los tomates retirando alguna piel sobrante antes de cortarlos de igual modo. Cortamos el pan duro con un cuchillo de sierra y reservamos hasta que la cebolla esté muy bien pochada, añadimos y pronto se humedecerá con los jugos, mezclamos y añadimos la cuchara de pimentón dulce para volver a mezclar.

Agregamos los tomates picados y removemos para añadir todos los aromáticos, el laurel, romero, orégano, pimienta y comino, juntamos todo y dejamos hacerse al chup chup media hora. Mientras tanto vamos a tomar 600ml de agua caliente (aquí decidís vuestra cantidad) y diluimos una cucharada de Bovril para tener un caldo enriquecido. Si tenéis cualquier otro caldo casero de verduras o carne siempre será mejor que agua del grifo.

Con el tomate bien pochado y mezclado con el sofrito y el pan tomamos la decisión de triturar o dejarlo más rústico. Dependiendo, retiramos las hierbas y yo he triturado a groso modo con el brazo batidor, más fino hubiese usado la Thermomix, desecho el romero y reincorporo el laurel, momento en el que añado el caldo.

Mezclamos y otra vez al chup chup dejamos hacerse una media hora. El tiempo es orientativo ampliándolo o reduciéndolo en función de si buscáis mayor grado de concentración o queremos una sopa más líquida.

Rematamos con la decoración de un chorrete de aceite y unas flores de romero, servir en caliente o frio según gustos y la estación del año.

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