Charmgang Curry Shop



Hacía tiempo que no me adentraba en la revisión de algún restaurante internacional, parece claro que será porque hace tiempo que no me desplazo al extranjero, la última vez en 2018 con la visita a Roma. Bien ha merecido la espera de estos años, porque irse a Tailandia no está a la vuelta de la esquina, ni al alcance de todos, ya sea por economía o por ganas de un choque cultural tan grande y una distancia que supera con creces las 24 horas de viaje.

El gran coste del viaje se nos va en el desplazamiento, los hoteles y el coste de vida allí está muy por debajo de lo que podemos encontrar en cualquier destino turístico español durante el verano, os aseguro que 15 días en Baleares sale muchísimo más caro. Por dar solo unas pinceladas, alquilar una hamaca todo el día son 2,5€ y comer en la mayoría de sitios no supera los 15€ incluida bebida.

Obviamente hoy hablo de un restaurante Bib Gourmand, considerados como la antesala del Estrella Michelin y no resulta aplicable lo anterior, aún así, cenar de esta manera por 35€ se me antoja un lujo asiático. He de dar las gracias al chef Diego Regueiro por su recomendación, gran conocedor de la escena gastro de Bangkok, porque de otro modo, ni de casualidad habría llegado a un callejón oscuro más propio de una escena de película con pelea nocturna de muay thai.

Aunque han pasado 20 años desde mi primera visita a Bangkok, uno está familiarizado con su cultura y la idiosincrasia de esta gran urbe asiática llena de contrastes. Precisamente esto es lo que me resulta tan atractivo de la cultura asiática, la capacidad de convivir lo moderno con lo tradicional sin percibirlo como un signo de pobreza, todo lo contrario, hay una armonización y respeto que supera a la cultura occidental con creces.

Precisamente, hablando de contrastes, una de las intenciones de esta visita gastronómica era comparar la habitual comida callejera, con elaboraciones más trabajadas donde se pudiese apreciar la misma esencia pero elevada de nivel. Aunque disfruto mucho de la cocina asiática y en especial de la tailandesa, no soy experto y por ello me limitaré a una descripción básica de los platos. Me pareció todo espectacular y con sabores muy equilibrados, el juego que hacen con los aromáticos, ácidos, picantes, resulta adictivo y sorprendentemente, ni un solo día sufrí de ardores, el Almax ni salió de la maleta.

El restaurante en su exterior destaca por una puerta roja, una vez dentro queda todo abierto al comensal con la zona de cocina y bar al fondo. La iluminación es cálida sin llegar al punto de no distinguir lo que estamos comiendo.

Siendo seis comensales buscamos hacer una comanda variada donde pudiésemos compartir todas las elaboraciones, al final probamos todo quedando satisfechos sin tener que desabrocharnos el botón del pantalón. Cervezas y alguna copa de vino blanco fueron el mejor maridaje que se puede hacer con la comida asiática, estas potencian los sabores.

Comenzamos con los barquillos de cangrejo azul nadador, una deliciosa ensalada que mezclaremos para rellenar unos finos y crujientes barquillos de los que se pueden pedir más unidades sin costo.

Palometa negra muy frita con una ensalada perfumada de cítricos y pasta de camarones fue el siguiente entrante.

En la carta había una sección de sopas y ensaladas que obviamos para centrarnos en la sección de curries, donde descartamos el de caballa con hojas de capuchina y el rojo phanaeng de carrilleras de ternera braseadas, optando por aromático curry amarillo con langostinos tigre y caqui, a la sazón, el menos picante.

Seguimos con el apartado de grill con las brochetas de picanha de koji madurada, chile de pescado fermentado y encurtido agridulce de tomate.

Nos adentramos en la sección de salteados dando cuenta de todos los platos, exceptuando la tortilla de cangrejo. Empezaremos por el salteado de ternera de wagyu con albahaca.

Continuamos con el picante cerdo crujiente agridulce, sal y pimienta verde. Este pudo con el paladar de los menos habituados al picante y para aplacarlo descubrimos la elegante combinación de la rose apple (sabe más a pera que a manzana) con azúcar de palma, reduce el picor casi al nivel de anularlo.

Verduras salteadas con salsa de pescado ahumada.

Finalizamos la parte salada con el salteado de langostinos tigre con pasta de camarones y frijol amargo (stink beans) que tienen un sabor parecido a la setas con un punto a gas como la trufa.

Para rematar una estupenda cena nos sirvieron un petite four de un bizcochito muy interesante por su caramelizado y de postre tomamos el granizado de lichi y jengibre con ciruela mariana, mousse de arroz con leche y mango fresco.

Una cena espectacular que sirvió de contrapunto a toda la comida callejera de los días anteriores

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1 comentario

  1. Espectacular como siempre!!

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