Francisco La Fontanilla – C/ El Roqueo – Conil Tlf: 956 440 802
¿Chiringuito o restaurante?. España es un país con muchos kilómetros de costa y uno de los atractivos que nos han hecho famosos y competitivos en el mundo del turismo de sol y playa son los establecimientos que se encuentran a pie de playa.
¿Formal o informal. La oferta al turista ha de ser variada y tan solo debería ser competencia del empresario el modelo de negocio que desea regentar siempre y cuando se cumplan unos mínimos de calidad y profesionalidad.
Y esta disertación ¿a donde nos lleva?. Todos los veranos siempre sale alguna noticia que alarma a los hosteleros y por ende a los que no concebimos un litoral sin esta forma de expresión gastronómica tan nuestra.
Eliminar estas construcciones, suprimir este servicio al turista, es cargarse un modelo de negocio que da de comer a este país. No olvidemos que el turismo es la mayor fuente de ingresos del Estado Español, ¿realmente queremos acabar con la gallina de los huevos de oro?
Francisco La Fontanilla, por ubicación podríamos pensar que es un chiringuito más de la costa conileña sin embargo es un restaurante con mayúsculas. Por decoración, instalaciones, servicio, oferta gastronómica, calidad y profesionalidad, nos ofrece todo lo que un buen gourmet en estado vacacional puede desear.
El sentido común nos indica que aquí no podemos sentarnos de cualquier manera, torsos al descubierto son mas propios de establecimientos aledaños aunque esto no quiere decir que no podamos sentarnos de manera informal pero «arreglados». Bermudas y pareos son totalmente compatibles con vestidos de tirantes y blazers veraniegos.
Un par de días aquí son suficientes para ponerse en estado Conil, expresión que mis amigos y yo hemos adoptado para describir la ausencia de prisas. Asumir un modo relax On, en el que dejarse llevar por los dictados de estos cuerpos en estado inerte que se arrastran entre arena, baños de sol y mar, puestas de sol y nula planificación.
Sin duda, uno de los atractivos de esta zona son sus magnificas puestas de sol a las cuales somos adictos y retrasan nuestra activación nocturna. Se acercan las diez de la noche y aún seguimos con nuestras chanclas y bañadores sentados en el chiringuito de Paco o Diego, disfrutando de una cerveza con sus olivas viendo como el astro rey se oculta tras el faro.
Aunque estamos a comienzos del mes de julio se hace necesaria la reserva para garantizarnos una mesa y evitar la decepción de un lleno tras el paseo hasta el restaurante.
Dos amplios comedores, el primero en una terraza semi cubierta y el otro, un comedor interior. Una zona de barra con un patio conforman este gran espacio en el que predomina un ambiente marinero. El azul y blanco predominan en unas salas bien iluminadas llenas de cuadros y parafernalia marinera.
Dentro de la sala principal podemos entretenernos comprobando la calidad del producto, una enorme barca sirve de muestrario y rápidamente notamos como nuestras glándulas salivares se activan y nuestros colmillos se afilan pensando en la comanda. Una enorme corvina de 30kgs me mira fijamente y ambos convenimos que esta será nuestra noche.
Según abrimos la carta, cual baraja nueva, nos encontramos todo el conjunto de naipes de almadraba, el atún rojo adquiere protagonismo de una timba a la que no renunciaríamos.
Una cerveza y una botella de Barbadillo aplacaron nuestra inquietante sed mientras dimos cuenta de un aperitivo a base de patata aliñada.
Era una partida en la que nos lo jugamos todo al rojo, de primero un carpaccio de atún de almadraba laminado a la perfección, con el equilibrio justo de aceite y sal al que tímidamente camuflamos con la salsa de soja. Ante un producto de esta calidad cuantos menos aditamentos, mejor.
Del intenso rojo de corazones, pasamos a la Q de picas, una docena de frescas gambitas a la plancha.
Turno del trébol, tres perfectas tortillitas de camarones. Borde crujiente, interior esponjoso y sabor a camarón que nos hacen olvidar amargas experiencias de fritanga.
Es hora de que los niños se vayan a la cama, aparecen los dos rombos rojos o diamantes. Un sabroso arroz con carabineros para dos personas aloja cuatro hermosas unidades que le aportan un gran sabor sin embargo para nuestro gusto le sobraban los excesivos guisantes.
El otro diamante es la corvina al Jerez. Aunque por frescura hubiese sido mejor degustarlo a la plancha u horno me apetecía probar una elaboración en salsa típica de la zona.
Sin duda alguna este ha sido uno de los mejores restaurantes visitados en la zona. Reúne todas las condiciones necesarias para que el comensal disfrute de una perfecta velada de verano.






















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