Casa Kilo



Podría parecer sencillo y al alcance de cualquier mortal, pero abrir las puertas de un negocio nuevo encierra mucho coraje y el comienzo de muchos sacrificios. Ya atesoro más de medio siglo moviéndome por este mundo y que me hayan parido en Asturias es todo un privilegio, somos una región muy afortunada por paisaje y gastronomía, siendo Casa Kilo un claro ejemplo de una tradición perpetuada durante cuatro generaciones.

Últimamente asistimos a muchas aperturas, ¿existe algún limite a la moda de las hamburgueserías, locales de sushi y ahora hot pots?. Si lo valoramos en términos históricos, tienen los días contados, me recuerdan a la época fuerte de los restaurantes italianos y chinos. Por ello, cuando hablo de locales como este, con 82 años de historia, me aporta mucho más en lo personal, pensar en todas aquellas generaciones que han disfrutado alguna celebración especial como este pasado 1 de mayo, el próximo Día de la Madre, cualquier cumpleaños o una simple botella de sidra al regreso de una jornada playera.

¿Tanto hemos cambiado en este tiempo?. Allá por 1942 Alemania invadía Rusia, ahora Rusia amenaza a Europa; se inauguraba la Bodeguita del Medio en La Habana cuando Fidel Castro aún tenía 15 años; Teresa y Aquilino abrían el Bar-Tienda frente a la iglesia de Quintes. Si accedemos desde la entrada original al chigre, tenemos un espacio con la barra y unas cuantas mesas donde poder comer en un entorno más bullicioso, transmite mucho de lo que sus paredes cuentan, se respira sportinguismo y aunque me reconozco carbayón hasta la médula, sentí emoción al ver fotos del Brujo Quini, ovetense e icono del deporte de nuestra región.

Desde el bar tenemos dos accesos a diferentes comedores, el más cercano a la barra nos guía al comedor clásico y el otro además de orientarnos a los aseos y una salida trasera, conduce a la gran ampliación que supuso la galería cubierta y acristalada del comedor «nuevo». Tuvimos la suerte de estar pegados a la cristalera y las vistas al jardín con su terraza exterior son fabulosas, desde el Sueve a los Picos de Europa la luminosidad es impactante.

En medio del comedor encontramos un antiguo pozo de agua que a mi parecer está poco aprovechado a nivel decorativo, queda excesivamente camuflado entre las mesas y con un gran macetón y cubierto con manteles, pierde su valor etnográfico.

Ya ubicados, valoramos que las mesas están vestidas de forma tradicional con sus manteles blancos, sinceramente, se agradece en comparación con otras alternativas más modernas. Eso si, la sidra no falta si decidimos acomodarla a nuestro menú pero habremos de escanciarla nosotros con la ayuda del tapón escanciador. Se que a los puristas, el plástico o los mecanismos eléctricos tipo Isidrin les pone enfermos, pero yo soy más pragmático y pienso que lo importante es que se consuma sidra.

Una vez hecha la elección y con la bebida nos sirven un aperitivo de la casa, unas aceitunas gordas y unas lonchas de chorizo para distraernos en una espera que fue bien breve. Llega el tomate de aldea con su pomada, aceite de oliva y escamas de sal y los mejillones con vinagreta de tomate. Resulta simpática y rica la salsa de tomate que acompaña el tomate; los mejillones son de cáscara pequeña pero llenos a rebosar y la vinagreta con aceite y balsámico con la picada de tomate natural me resultó tan simple como original.

Llega el turno de las llampares (lapas), uno de sus platos estrella. Las comimos de dos maneras, guisadas con cebolla y pimentón que para mi gusto siempre están más ricas que afogadas al natural con aceite de oliva. Me gusta comparar este marisco con las coquinas porque lo que es comer, comer……poco, pero el tiempo que te pasas chupeteando y mojando bien compensa los 13€ de la ración. Aprovechemos mientras podamos, hasta que se pongan a los niveles abusivos del oricio 2/2,5€ unidad.

Llega el turno de los principales, mis principales se tiraron a lo fácil en un restaurante costero, el pescado. Yo, me reprimí y por labores periodísticas de este pseudo informativo gastronómico digital, quise comprobar como trataban las carnes y las carrilleras de cerdo ibérico fueron mi elección. Fue un win-win (ganar-ganar), como dirían los modernos que hablan de esta estrategia de marketing para destacar el objetivo de que todas las partes salgan beneficiadas, yo obtuve mi foto y mi veredicto carnívoro pero además rapiñé pescados con la excusa de la objetividad periodística.

Seguimos con el brutal pixin en salsa verde, dos tajadas enormes con sus patatas panadera, almejas y espárragos, con un puntín de picante al gusto del consumidor. Con este tipo de platos siempre me viene a la cabeza José Luis Perales con su canción «Un Velero Llamado Libertad» porque no hay nada más liberador que mojar barquitos de pan en estas salsas con cuerpo.

El otro pescado que rondó nuestra mesa fue la lubina, una ración a la espalda y otras tres al horno, con un golpe de efecto que nunca en mi larga trayectoria había visto. En la bandeja del horno viene acompañada de una guarnición de patatas fritas cortadas en dados y de unos macarrones, si!!!!, plumas, penne. Probé un par y no me dijo gran cosa, cierto es que no hice el bocado del chef mezclándolo con un trozo de lubina y su salsa, al menos nadie podrá decir que se quedó con hambre.

A la hora de los postres mis compañeros de mesa lo tuvieron claro. Exceptuando unos clásicos y ricos profiteroles con nata y salsa de chocolate caliente que nunca fallan; tres helados de La Ibense fueron el vicio confesado del resto, adictos a esta crema de leche helada bañada en chocolate.

Unos cafés, infusiones y un a buena sobremesa pusieron fin a una gran comida del 1 de Mayo. Si os han entrado ganas, el Día de la Madre está al caer aunque ya os digo que Casa Kilo es un lugar que apetece repetir o conocer en cualquier momento.

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1 comentario

  1. Todo un referente en pescados. La terraza es muy agradable en verano para un vermut antes de comer y el tema macarrones es una cosa que a mi siempre me llamo la atención. Creo que era una cosa que hacia la abuela o similar, y lo malo es que no saben a la salsa…:)

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