La receta que os voy a mostrar forma parte de mi ya tradicional recetario del reciclaje, casi que estoy por hacer una sección específica. Estos reciclajes tienen poco trabajo en cuanto a la elaboración de la receta porque básicamente ya tenemos todos los elementos y jugamos con ellos, parecen muy simples pero si nos pusiésemos a hacerlas parte por parte en algunos casos nos pasaríamos todo el día en la cocina.

La idea de hoy es una manera más de explorar las posibilidades que nos ofrece el bonito. He cocinado platos elaborados y en alguno casos contundentes pero este es un apaño que puede funcionar muy bien como entrante con algún resto que hayáis guardado en el congelador. Tenía una rodaja bastante gruesa que había limpiado en sus cuatros solomillos y congelado, así que un día por la mañana sabiendo que no comería en casa decidí descongelarla para tener la cena asegurada, a la plancha cumplía su simple finalidad pero como quiera que mi cabeza da muchas vueltas a lo largo del día fui liando la madeja.

Primero pensé en unos blinis que para los que no lo sepáis es una tortita fina (especie de Crêpe) de origen principalmente eslavo a base de harina, huevos, leche y levadura que puede comerse cocida en el horno o frita, con o sin relleno alguno. Los blinis sirven como base para diferentes tipos de pescados ahumados (salmón, arenque, trucha, esturión); crème fraîche (nata agria) y huevos de pescado, y se acompañan con té de hierbas, compota o con vino o cava. La bebida depende del tipo de relleno.

Después como me parecía un poco soso pensé que la mermelada de tamarillo podía ser una base de tomate perfecta donde colocar las tiras de bonito hecho al punto y para rematar el colorido, composición y sabor nada mejor que unos detalles de puré de marmitako.

Este ha sido el resultado, una entrada o cena ligera que nutricionalmente es muy completa y sabrosa.