Sidra Ballongo – S. Esteban de Las Cruces, El Calderu nº 5 – Oviedo Tlf: 985 214 540
Tenía muchas ganas de volver a este restaurante para cubrir la que entiendo es una necesidad imperiosa, comerse un buen cochinillo y os garantizo que Faustino los borda.
Al tratarse de un plato que hay que pedir por encargo y que hacen falta colaboradores necesarios para acabarse una pieza entera, con mis nueve acompañantes elegimos el día de los Premios Princesa de Asturias. Puede que allá por el Hotel de la Reconquista hubiese más glamour, pero no creo que hubiese gente más feliz que nosotros, exceptuando los premiados.
Si el señor Coppola nos hubiese visto se habría sentido identificado con alguna de sus escenas de El Padrino. Yo claramente me visualizo en la escena donde la familia al completo está comiendo y es que en Ballongo uno tiene la sensación de estar en casa, desde que entras por la puerta todo resulta muy auténtico, en versión asturiana.
Hasta por ubicación y especialmente de noche, parece una de esas localizaciones elegidas por los directores de cine negro. Cogiendo la carretera que nos lleva a San Estaban de las Cruces dejamos el cementerio a la derecha, seguimos un par de kilómetros y llegados a El Calderu a mano izquierda encontraremos el Restaurante Sidra Ballongo.
No es un lugar que de pasada nos llame la atención, casi ni encontramos sitio para dejar el coche, está a pié de arcén y si no vais a tiro fijo, apuesto a que nunca pensaríais que allí se come de lujo. En mis hipotéticos galardones, Ballongo se lleva los 5 morteros.
Las argollas donde no hace tanto se amarraba el medio de transporte nos recuerdan que aun estando cerca del centro de Oviedo, nos rodean un sin fin de minifundios. Ya dentro, el ambiente es el de una sidrería, una barra grande y mesas de madera. Dejando la pequeña cocina a la derecha, accedemos al comedor donde destacan en sus paredes gran cantidad de trofeos de caza.
Aunque teníamos encargados un par de cochinillos debíamos completar la lista de manjares. La verdad es que no se si tienen carta, siempre que he ido atendemos a las recomendaciones del día pues sabemos que aquí cuentan con una excelente materia prima que sigue los dictados del mercado.
Almejas, qué almejas!!!, sobran las palabras, no me salen.
Las croquetas de calamar en tinta y langostinos estaban hechas por el hijo de Faustino y Nuria. Nos dijo que estaba estudiando en la escuela de hostelería y como todo le salga igual le auguro buen futuro, buenos maestros en casa ha tenido.
A continuación probamos el pulpo, quizás el plato menos sobresaliente. Cuando el listón está tan alto, un notable podría parecer un aprobado.
Tras más de dos horas de horno llegan los trofeos, no han sido cazados en la sabana africana pero provienen de Arevalo y a nivel de España es como cazar un cinco puntas en la Sierra de Cazorla.
Podría parecer que si no están hechos en horno de leña el nivel resulta inferior, reto a cualquiera a una cata a ciegas. Hay mucho mito con el cochinillo, realmente la oferta cubre la demanda o es la demanda la que cubre la oferta, ¿están todos los hornos de leña encendidos?. Una de las claves de un buen cochinillo es que esté recién hecho, del horno a la mesa, y el tiempo transcurrido hasta que se sirva no debe sobrepasar lo que se tarde en trocear la pieza.
Me acerqué hasta la cocina para ver en detalle los últimos retoques, con una jeringuilla Faustino le inyecta parte de su propio jugo. Como si de una audición en un estudio de grabación se tratase mientras le clavaba la jeringa en la piel, me decía «escucha, escucha», esto no lo puedes escribir. Música celestial con la que fácilmente os sentiréis identificados si os digo que cerréis los ojos y penséis en el sonido del caminar por un bosque lleno de hojarasca seca o en el crujido al morder una corteza de cerdo.
La cantidad fue perfecta para completar todos los entrantes. Para variar, me encargue de apurar hasta el último trozo, con pirueta y doble salto mortal hacia atrás en forma de mini pincho de pan empapado en su jugo con su piel crocante.
Poco hueco quedó para los postres y se compartió para los diez, un cremoso de limón y otro de arroz con leche, por supuesto caseros.
Esta nueva visita ha sido como la secuela de una gran película, pongamos El Padrino. No importa cuantas veces la veamos, siempre nos deja con ese regusto de querer volver a disfrutarla.
Editado 12/10/2016
El tiempo pasa volando y casi me ha pasado un año desde la última visita. Para esta ocasión la fecha elegida fue el Día del Pilar, la onomástica de mi madre y abuela que por importancia están por encima de la Fiesta de la Hispanidad.
Si es que no habéis encargado alguna comida en particular, acercarse a Sidra Ballongo es hacerlo a la aventura, un dejarse llevar por lo que ese día nos ofrezcan Nuria y Faustino. Cualquier elección será acertada, la calidad y mimo por el producto va pareja a la satisfacción y buen sabor de boca que nos deja cada visita.
La fortuna y el mercado hizo que pudiese repetir esas inconmensurables almejas a la sartén. No hubo ni una que tuviese holgura en su concha, tamaño y sabor dignas de un museo gastronómico.
Tan buen sabor de boca dejaron en su día las croquetas de calamares en tinta y langostinos que estas de cecina y queso de cabra no las podía pasar por alto. La cremosidad es la misma, sin duda un plato que bordan.
Unas chuletillas de lechazo perfectas serían suficientes para dejar hueco al postre y no pasarse, que llevo una temporada algo descontrolado.
Higos al vino y tarta de dos chocolates equilibraron la jornada festiva sin causar remordimientos.
Editado 16/12/2016
Cuando en una empresa consigues establecer vínculos con los empleados que van más allá de la la amistad, y los consideras como una familia, la típica reunión de cena navideña de compromiso con la empresa, se convierte en un acto de mayor significado.
Ni Tristán ni Cesar se encuentran ya bajo mi dirección, pero eso no impidió que justamente un año después, como si mi padre aún estuviese entre nosotros, repitiésemos la que en su día fue nuestra última comida juntos.
En Ballongo nos trataron y nos sentimos como si estuviésemos en nuestra casa. Tenía en mente encargar un cochinillo, pero la honestidad de Faustino y Nuria nos lo desaconsejó por estar más caros en estas fechas, así que cuando pasen las fiestas tengo una deuda pendiente con el hermano de Porky.
Lo que no perdonamos fueron esas almejas de 10 que de vez en cuando tienen. Casi kilo y medio entre cuatro da para alcanzar un buen grado de satisfacción, comer sin contar unidades relaja mucho.
La croquetas son otro fijo en mis comandas, una nueva versión, esta vez de langostinos y algas. Como siempre, muy sabrosas y cremosas.
El plato principal fueron unos exquisitos entrecot de vaca vieja, una maduración de mes y medio, sabor a carne de verdad, ternura, punto perfecto al que Vanesa rehuyó sustituyéndolo por una albóndigas. Faustino lo tiene claro, el punto es el punto y para estropear esa maravilla, no se sirve y punto.
Para el postre nos decantamos por un queso, viendo la pieza de Cueva Pregondón (Amieva), no nos resistimos a los placeres del queso de cabra de leche cruda. Seguro que si aún le queda, hoy estará mucho mejor, si cabe, una vez abierta la pieza.
Un cremoso de limón completó la faena, las dos orejas cayeron y cuando vuelva por el cochinillo el rabo no se resistirá.
Editado 24/06/2018
Vaya sorpresa me acabo de llevar al comprobar que hacía año y medio que no visitaba a Nuria y Faustino. El tiempo pasa volando y uno no da más de si con la visita de restaurantes, intento añadir nuevos a la lista y a veces tengo a mis clásicos algo descuidados.
A la hora de celebrar San Juan, a pesar de ser domingo y uno de los pocos días en los que la playa merecía la pena, rodearse de familia y comer opíparamente fue nuestra prioridad.
No hay mucho más bueno que os pueda contar y no hayáis leído anteriormente, por ello más vale una imagen que mil palabras.
Las croquetas esta vez fueron de setas, igual de estupendas que siempre. La foto del interior me salió borrosa pero viendo las otras podéis haceros una idea.
Un revuelto de langostinos, oricios y algas que estaba espectacular, con muchísimo sabor a mar.
Bajo encargo, como eramos cinco comensales, cuadró pedir el soberbio cochinillo que acompañan de una ensalada. Esta vez incluso hay banda sonora y podéis escuchar el crujir de una piel que parece galleta.
Para finalizar con los postres, el cremoso de limón y un suave tocinillo de cielo.
¿Croquetas de calamar en tinta y langostinos? Me cuesta pensar en algo que no sea arrasado por el sabor de la tinta.
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Pues estaban buenas, cocinada con los calamares y no utilizada meramente como tinte para mi gusto no lo mata. Igual no soy objetivo porque los calamares en su tinta me encantan.
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