Clandestino Gastrobar – C/ Cervantes, nº 1 – León Tlf: 987 793 971
El vínculo que une a los asturianos con los leoneses es muy grande, y no es que lo diga yo, la wikipedia dice que El Reino de Asturias es el precedente histórico de la Corona de Castilla y del Reino de Portugal y tradicionalmente ha sido considerado el embrión de España.
Sin falta de remontarnos al año 925 cuando Fruela II de Asturias sucede a su hermano Ordoño II y une sus territorios al Reino de León, la relación que nos une mucho tiene que ver con la climatología y la gastronomía. Mientras unos buscamos el secano, los embutidos y el vino otros se acercan en busca de la lluvia, el mar, los mariscos y la sidra, unidos per secula seculorum por el infernal Puerto de Pajares.
Para un asturiano ser Clandestino en León es como pedirle a la vieja del visillo que no cotillee. Darse un paseo por el Barrio Húmedo es como estar de sidras en la calle Gascona, seguro te encuentras con el vecino.
Veranos en Benavides de Orbigo y Valencia de Don Juan formaron parte de mi infancia y a pesar del afecto que le tengo a esta tierra, en los últimos tiempos les tengo gastronómicamente descuidados.
En mi última visita relámpago, guiado por mi amiga Silvia descubrí un trocito de Oriente en un gastrobar que casualidades de la vida, no era tan ajeno. A la hora de despedirme descubro que también son los propietarios de la Trastienda del 13 en la Calle Ancha y tras una breve pero animada charla, la chica me dice que también en Vigo tienen La Trastienda del 4, «coño!!!!!!, pero si ahí ya estuve y le hice un artículo», repliqué.
Algo ya debería haberme olido porque al igual que sucediera en Vigo, me gustó mucho la decoración del local. El tipo de locales que no guardan una uniformidad aparente, donde mezclan diferentes sillas, mesas, decoraciones, reconozco que me atrae mucho y este tiene un sabor muy underground con suelos de hormigón, ventilaciones vistas y paredes de ladrillo roto.
Si encima tienen un jardín vertical como el de CaixaForum en Madrid, que diseñara Patrick Blanc y que también había visto a la entrada del restaurante de Sergi Arola, el resultado no podía resultarme más acogedor y atractivo.
Como no tenía ni idea de donde me adentraba, fue toda una sorpresa encontrarme con una carta de claras tendencias orientales y es que además en la planta superior se ubica el restaurante japones Koi, del que mi amiga transmitió muy buenas palabras.
Viendo el concepto, raro me hubiese parecido que no dispusiesen de alguna cerveza artesana, efectivamente, una tostada orensana llamada Manuel Carreño, fue mi elección.
La comanda sería la clásica de compartir unos entrantes y elegir cada uno un plato principal, aunque también es clásico que yo acabe comiendo de todo. Si sois de los que tenéis buen saque ya sabréis que la compañía femenina además de ser más lustrosa, siempre te da más oportunidades de comer en abundancia.
Comenzamos con un tartar de atún rojo, mango, aguacate y yuzu-wasabi.
Le siguieron unos pan bao con mollejas de ternera al carbón y mahonesa de tomillo. Un sabor celestial del que difícilmente os cansareis y que podréis potenciar con una salsa chipotle.
Uno de los principales fue el plato de mayor contundencia, os recomiendo compartirlo porque además de abundante llena mucho. Cremoso de patata con huevo a 60º, niscalos, trufa negra y panceta «crunch». Mucho sabor en diferentes texturas.
Para el pad thai incorporan calamar a los clásicos noodles, huevo, cilantro, cacahuete y resto de salsas.
Yo elegí un poco de carne, la picaña, con zanahorias baby, espárragos trigueros y «mash» de patata. Un plato muy conjuntado acompañado de una potente salsa.
Había que regresar de inmediato a Oviedo y pedir postre habría tenido graves consecuencias al volante, habría dado positivo en un hipotético control anti gula. Mucho mejor tomarse un concentrado café solo en el espacio abierto para fumadores.
Una pena que me coja tan alejado porque sin duda sería uno de mis restaurantes habituales.
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