Caffe Napoli – 191 Hester St, New York, NY Tel: +1 212-226-8705
Nueva York es crisol de culturas, muchas comunidades están representadas en la ciudad, pero si hay dos que destacan sobre manera, esas son la china e italiana. Cada una, con sus peculiaridades tienen en común la capacidad de hacer asentamientos muy potentes y crear barrios enteros donde surtir a los suyos con producto autóctono, tanto en tiendas como en servicios de restauración.
En el caso de los italianos, nuestros vecinos mediterráneos han sido mucho más vivos que franceses, ingleses, griegos…y por supuesto españoles. Los observo con admiración, son capaces de vender humo como nadie, pero siempre encuentran comprador. Han prosperado instaurando sus costumbres, pero también han tenido la capacidad de adaptarse a la necesidades de allá donde se integran y crear estilos propios.
Quizás por ese trasfondo cultural tan parecido, los barrios de Little Italy y China Town se circunscriben a una misma zona de la ciudad, pegados el uno al otro pasamos de puestos callejeros de verduras y frutas, pescaderías, herboristerías a doblar una esquina y encontrarnos con pizzerías, trattorias, o caffes como el Napoli.
Cansados de negociar con las chinas de Canal St y tras muchos kilómetros andados llegaba la hora de la comida. En los días iniciales, ávidos de visita, un perrito caliente, un trozo de pizza, un burrito, o un kebab en un puesto callejero serían el sustento de nuestra comida, hasta la hora de cenar.
En este día, ya necesitábamos «sentar el culo». Por no aguantar a la pléyade de comerciales a pié de restaurante vendiéndonos las excelencias de su carta a poco que echabamos un vistazo en sus vitrinas o pizarras, sin mucha dilación entramos en el Caffe Napoli.
La verdad es que lo recordaba de mi anterior viaje, está en una esquina muy visible entre las calles Hester (donde se encuentra el cartel de Little Italy), y Mulberry, donde un edificio fucsia atrae nuestra mirada.
Se llama Caffe Napoli porque precisamente allá por 1972, cuando Anna Silvestri lo inauguró, comenzó siendo un café que servía bollería. Con los años se ha reconvertido en el típico restaurante italiano donde la pasta es la reina.
Veintiun platos diferentes de pasta que conviven con los típicos entrantes, ensaladas, sopas y una sorprendente variedad de carnes y pescados. Por el contrario, en la carta sólo hay tres pizzas, la margarita, caprichosa y cuatro quesos.
No se puede decir que los camareros no se ganen bien el sueldo, por más que insistimos que sólo queríamos picar algo de la carta, nos cantaron las excelencias de todo lo que ofrecían. Por Dios, no tenía la cabeza para seguir negociando como con los chinos, tráeme pronto un par de birras bien frías.
Las Peroni entraron de maravilla con una cesta de foccacia y una salsera repleta de aceite de oliva lleno de especias, la sospecha estaba en el aire, la cobrarían y acabábamos de caer como pininos en las habituales trampas de las aceitunas o de la mantequilla. Como estaba deliciosa y era abundante no íbamos a protestar.
El pica pica rápido, sin pretensiones, en el que buscábamos más el relax que avituallarnos se compuso de unos calamari fritti y una pizza cuatro quesos.
Los calamares no eran de potera pero estaban buenos. Rebozo excesivo pero nada grasientos, abundantes, acompañados de una salsa de tomate casera a la que no le acabo de pillar la gracia mezclada con el calamar, pero que devoramos con la focaccia.
La pizza era una de esas adaptaciones que os digo de los italianos, no se trataba de una masa fina, era gordita, pero crujiente y esponjosa. Los quesos no los recuerdo al completo, saturé de tanta información, pero claramente había mozzarella y gorgonzola.
Estilo americano es que las pizzas siempre van con abundancia de queso, el extra queso español, es una forma de racanear para ahorrar costes con uno de los ingredientes principales de toda pizza.
A la hora de pagar, descubrimos que la focaccia era cortesía de la casa y que la famosa propina del 18% ya nos la habían incluido en el total de la cuenta. Lo dicho, los italianos son muy vivos y conscientes de que hay mucho turista despistado con los usos y costumbres en esto de la propina, se evitan sonrojar o discutir con la clientela.
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