The Insólito – Rua de Sao Pedro de Alcantara, 83 – Lisboa Tlf: +351 21 130 3306
Este viaje por Lisboa llega a su cuarto episodio donde recalaremos otra vez en el Barrio Alto para cenar, junto al Mirador de San Pedro de Alcantara, una reserva presencial que había hecho el día anterior en The Insólito.
Tras la visita al barrio de Alfama os había dejado deliberadamente estancados junto a la Casa dos Bicos para tomar el vermut y anticiparme con el artículo de SOI-Asian Street Food. Aún quedaba algunas cosas por ver antes de comer, pero no quería aburriros con tanta visita, que al final esto es un blog de comida y no de viajes.
Ya os había comentado que la Rua Augusta es una de las calles comerciales con más ambiente, su desembocadura en el gran arco nos abre la puerta al río Tajo con su imponente Plaza del Comercio (una pena que parte estuviese en obras).
Seguimos caminando por la Rua do Arsenal y nos encontramos con el Ayuntamiento a mano derecha y el Palacio de Justicia a la izquierda.
Antes de llegar a SOI dejamos el Mercado da Ribera que al ver que por las horas recogían mercancía, no entramos, gran error puesto que según me ha comentado mi amigo Ramón, aquí podéis encontrar unos cuantos restaurantes con buena calidad.
Saliendo del restaurante en Rua Moeda, nos estrellamos con la Rua Sao Paulo y por casualidad descubrimos el Ascensor da Bica. Viendo que la gente se agrupaba haciendo cola, curioseamos y tras una pequeña puerta nos encontramos con este funicular que esta considerado Monumento Nacional desde 2002.
Aunque se trata del más moderno de los funiculares debemos remontarnos a su construcción en 1892. Inicialmente funcionaba como tren cremallera con contrapesos de agua, luego con vapor y en 1927 se electrificó para unir esta Rua Sao Paulo con la cima de Largo do Calhariz, 200 metros con un desnivel endiablado que está considerado como el más pintoresco de la ciudad.
Ya que estamos con los ascensores y elevadores, no puede faltar el céntrico Elevador de Santa Justa, que une los barrios de Baixa Pombalina y Chiado. Construido en 1902, su estructura metálica se eleva 45 metros que desembocan en la Plaza do Carmo, junto al Museo Arqueológico.
Si queréis ahorraros los más de 5€ de ida y vuelta y sobre todo las largas colas, os enseñaré un pequeño truco y atajo para disfrutar de las mismas vistas y moverte por su pasarela. Lo único que os perderéis es subir hacinados en un trayecto muy corto.
Caminando por la Rua do Carmo, entre los números 27 y 31 encontrareis unas escaleras que si las seguís, acabarán dando al restaurante Bellalisa Elevador, del mismo grupo Fullfest al que pertenece la visitada Adega de Sao Roque.
Sin más dilación paso a contar cosas del Insólito que si no llega a ser por su cartel o porque os lo haya recomendado alguien, nunca pensaríais en acceder a este lugar insólito. Debemos acceder por el portal de una casa antigua y allí está una chica que gestiona las reservas y nos acompaña al ascensor previa comunicación por walkie con la parte de arriba.
El ritual de la subida en si, ya merece la pena, nos adentramos en un ascensor muy antiguo, según nos cuentan uno de los primeros privados en la ciudad. Paredes empapeladas, un espacio minúsculo con unas puertas de madera con ojos de buey ovalados con espejo, nos trasladan a otra época.
Curioseamos al salir y todo resulta muy ecléctico, la decoración extraña de los aseos, las lamparas, cachivaches que parecen salidos de un museo antiguo dan paso a dos grandes escenarios , el interior con capacidad de 30 personas que incluye 6 en barra y en la terraza exterior un poco más, 32.
Mariposas, pajaritas de papel colgadas, una jirafa, un ciervo, sillas de flores, suelos que mezclan cerámica colorida con madera, alguna alfombra persa, lamparas de lágrima, no sabes a donde mirar, todo resulta muy insólito.
El espacio exterior aunque decorativamente no llama la atención conjuga un comedor con una zona de copas, está claro que no hay mejor decoración que las vistas elevadas sobre la ciudad con el Castelo de Sao Jorge al fondo.
Para beber nos ofrecen la cerveza Sagres, que junto a la Superbock son emblemas nacionales, algo así como nuestra Mahou y San Miguel.
La carta y la descripción de los platos ya nos avanzan una cocina algo más moderna de la que habíamos degustado anteriormente.
Comenzamos por una buena tabla de quesos y embutidos del país con focaccia (escasa). Tres y tres fueron los distintos ejemplares y la verdad que no defraudó ninguno. Los quesos, más parecidos a los españoles podrían ser unas versiones de manchego, cabra fresco y torta del Casar; en cuanto a los embutidos, chorizo y morcillas muy distintas pero muy sabrosas.
El siguiente plato para compartir fue un ceviche que sin ser malo le faltaba algo más de punch en la leche de tigre y sobretodo, sustituir el maíz cancha por esta palomitas no está acertado, eran excesivas y no estaban recién hechas con lo que pierden toda su gracia.
El pescado elegido fue raya y se servía con berberechos y abundancia vegetal que le daba bastante colorido. Pimientos, cebolla roja, tomate cherry, espárragos trigueros, rabanitos y unas sorprendentes alcaparras fritas. No puedo decir mucho, un buen filete y mucho verde, un plato muy sano y rico.
Mi elección fue una carne, lejos de un entrecot busqué algo más elaborado como el rabo de buey estofado. Deshuesado a la perfección, encorsetado en un aro para dar la forma de terrina quizás se pasaron un poco en la cocción final de horno, el exterior quedó algo seco y el interior perfecto y meloso.
Esta buena ración se acompañaba además por otro generoso puré de patatas con habas de mayo y una salsa bearnesa que fue lo que más me chirrió, hubiese prescindido de ella y habría salseado más con la salsa del guiso más reducida.
En general la experiencia fue buena, el lugar es muy agradable y sorprende en todos los sentidos.
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