Ago e Lillo Bistrot – Piazza del Risorgimento, 48 – Roma Tlf: +39 06 6830 8561
Hacía doce años desde mi primera y última visita a Roma, una minucia si pensamos en una ciudad con tantos siglos de historia. La verdad que ante la pregunta de cual sería tu top 3 de ciudades europeas, siempre sitúo a París en primer lugar, Roma en segundo lugar y Londres la tercera, obviamente son gustos personales y vuestro ranking puede variar.
La excusa para esta nueva visita fue el regalo de cumpleaños de mi novia, creo que regalar un viaje es algo mucho más enriquecedor que algo material. Lo intangible se queda grabado en la memoria y los recuerdos de una buena experiencia tan intensa nos acompañarán toda la vida.
La verdad que en esta ocasión me olvidé de la faceta gastro, tres días no dan para mucho y no quería estar mediatizado planeando rutas en función del restaurante elegido. Si además tenemos en cuenta la latitud en este mes de noviembre, a las cuatro de la tarde ya comenzaba a oscurecer y aunque los paseos y visitas nocturnas son muy agrables nada tienen que ver con una buena luminosidad.
Tal y como he hecho en otros viajes intentaré acercaros una experiencia global de la que en su caso podáis tomar algún apunte. Trataré de aunar turismo con gastronomía en una especie de cuaderno de bitácora.
Comencemos por el viaje en si mismo teniéndonos que desplazar a Santander para coger un vuelo directo con Ryan Air. Asturias y sus conexiones aéreas nos convierten en una región de república bananera a precios de Concorde. Entre embarques prioritarios, asignación de asientos, equipaje, el low cost no lo es tanto, pero por menos de 150€ i/v desde Ranón ni llegamos a Madrid. Os recomiendo el servicio del Parking Parayas, en un polígono pegado al aeropuerto podréis dejar el coche, os llevan y recogen del aeropuerto, os lavan el coche y todo por 5€ al día reservando desde su web.
Tras dos horas y cuarto de vuelo llegáis a Roma, en este caso al aeropuerto de Ciampino. Como hubo casi una hora de retraso llegamos cerca de la media noche y no sería yo el que lidiara con conexiones de autobús o tren que te dejen en la Estación de Términi, bastante alejada del centro de Roma, lo más práctico un taxi que aunque creo tienen una tarifa establecida de 30€ os cobrarán lo que les de la gana, todo lo que pase de 50€ no lo aceptéis. A la ida fueron 48€ pero para volver ya pude negociar un poco y lo saqué por 40€.
El trayecto sobretodo si llegáis de noche puede que os asuste, nada de autopista que te meta directamente en Roma, usan una carretera comarcal que con todo oscuro y sin apenas tráfico pensareis que estáis siendo secuestrados.
El hotel elegido fue La Maison D’Art Espagna un tres estrellas en plena Via del Corso frente a la Basílica de San Carlos. Es un edificio antiguo que alberga también el hotel San Carlo Suite y las recepciones están en diferentes plantas. Tenia una decoración moderna, muy limpio y aunque no era demasiado espaciosa la habitación, cumplió perfectamente porque su ubicación es excelente. Eso si, al llegar después de las 10 de la noche y no haber recepción tendréis que llamar a un numero de teléfono para que os den la clave de acceso al portal, ya nos veíamos durmiendo a la intemperie.
Os recomiendo coger el desayuno, algo que no hice, porque el mundo de las cafeterías en Roma es de traca. Si se os ocurre sentaros en una mesa, y no hablo de una terraza, os atizan por arriba y por abajo, lo mejor es apoyarse en la barra y aprender de sus costumbres, tardan cero coma en desayunar. La diferencia es que podéis encajar un par de cafés con bollería por 7-8€ o subirse a los 17-20€.
La Via del Corso es la calle central que forma parte del Tridente, tres grandes avenidas que parten de la Piazza del Popolo. Con 1,6kms desemboca en Piazza Venezia y se trata de la calle comercial por excelencia, comercios normales de grandes multinacionales que podemos encontrar en cualquier ciudad, nada que ver con la exclusiva Via Condotti.
Para este primer día de viaje decidimos comenzar por la Ciudad del Vaticano. Tras desayunar en la Piazza del Popolo encaramos el Ponte Margherita con el primer visionado del rio Tiber. Tras unos dos kilómetros por la Via Cola di Rienzo os topareis con la ciudad amurallada y lo primero es hacer cola para entrar en la Basílica de San Pedro, una larga cola pero bastante ágil en la que pasamos poco más de media hora para acceder gratuitamente.
Ya dentro resulta imprescindible observar el Baldaquino, descender a las tumbas de los papas y subir a la cúpula. Tras pagar 8€ a pié o 10€ en ascensor el primer tramo, visitaremos el interior con todos los mosaicos y proseguiremos por el infierno de escaleras que según se sube se estrechan. Son quinientos y pico peldaños girando en espiral pero cuando llegamos todo ha merecido la pena, las vistas son imponentes. Ya a la bajada intentamos acceder a los Apóstoles pero estaba vallado.
Continuamos con el Museo Vaticano cuya entrada cuesta 17€ pero si queréis evitar las colas, pagando 35€ a cualquiera de los vendedores piratas que hay, tendremos un acceso rápido y prioritario. Como cualquier museo cada cual sabrá exprimirlo a su gusto, cuadros, tapices, esculturas, bustos, casullas, cálices, mobiliario, mapas…etc todo ello para llegar a la joya de la corona, La Capilla Sixtina, una de las grandes obras de Miguel Ángel donde el pasaje de La Creación de Adán acapara todas las miradas.
Con cierto mareo y saturación de tanta obra de arte llega la hora de comer y empieza a llover, estamos en la Piazza Risorgimento, hay varios restaurantes y elegimos Ago e Lillo al azar. La terraza tiene buena pinta y calefactores, las camareras resultan agradables y proactivas chapurreando español. El restaurante tiene una buena barra, una cocina vista y una zona de comedor interior no muy grande.
El primer aprendizaje obligatorio es birra alla spina, cerveza de caña. Para ser el primer contacto con la gastronomía local sin duda fallamos, pero tampoco es que nuestra comanda hubiese dado muchas oportunidades. La verdad que una pizza cuatro quesos y una hamburguesa con queso y bacon es pa matarnos pero era lo que apetecía en ese momento.
La pizza con parmesano, pecorino, mozzarela y gorgonzola era bastante insípida exceptuando las partes de gorgonzola. La masa, tampoco era espectacular.
La hamburguesa no estaba mal, un buen punto pero sin ser sobresaliente. En realidad solo buscábamos un sitio donde descansar y picar algo rápido para continuar la apretada agenda. Cumplió su función.
Con el estómago calmado y sin excesos proseguimos ruta hacia el Castillo de Sant’ Angelo para alcanzar una perspectiva del Puente Vittorio Emanuele II y el propio Puente de Sant’ Angelo. Bordeando el Tiber por Lungotevere Tor di Nona llegamos al Puente de Umberto I desde el que contemplamos el Palacio de Justicia y nos dirigimos a la Piazza Navona donde sus tres fuentes y el obelisco serían el escenario perfecto para disfrutar un helado de chocolate y limón. Hay un montón de heladerías por toda la ciudad y aunque el tiempo no sea tan favorable es una de las cosas que debéis hacer en Roma, los helados italianos tienen su merecida fama por algo.
Pasando por el Palazzo Madama, sede del Senado italiano, nos dirigimos con prisa hasta el Pantheon porque a las cuatro ya hay muy poca luz solar. Sus columnas de 14mts, una cúpula de 43mt que va proporcionada en altura con el propio diámetro y un ojo central de 9mt de diámetro que aporta la luz y deja caer la lluvia que caerá y filtrará en un suelo con sumidero ligeramente cóncavo es probablemente el mejor ejemplo de conservación de la Antigua Roma.
Con el Templo de Adriano en medio de nuestra ruta, llegamos a la concurrida Fontana de Trevi, construcción barroca inmortalizada en la película de la Dolce Vita. Seguro os sorprenderá saber que esa costumbre de lanzar tres monedas establece una media diaria de 3000€ y en 2011 se recogieron 951.000€. La foto con mejor perspectiva se hace desde la entrada de la Iglesia de los Santos Vicente y Anastasio de Trevi, subiendo la escalinata.
Regresamos a la Via del Corso donde ya es un hervidero de gente haciendo compras, una birra alla spina, visita nocturna a la Plaza de España y los kilómetros recorridos hacen mella. Os podrá parecer cutre pero con 20kms en las piernas y alguna que otra ampolla, aunque fuese temprano, lo que el cuerpo pedía era irse a descansar al hotel porque viendo lo pronto que anochece el toque de diana del día siguiente sería a las 6:45h.
Con tanta pizzería cercana, lo del room service parecía fuera de lugar así que nos llevamos unos trozos de pizza al peso de Grano Frutta e Farina en Via della Croce, 49/A. Nada que ver con la pizza de mediodía, estas si que estaban ricas. Pesto, Funghi Porcini con Truffa y Prosciutto nos supieron a gloria, pero lo mejor fue comerlas descalzos tirados en la cama viendo un programa de cocina donde competían haciendo platos de diferentes regiones. Mañana más y mejor.
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