Krápula – C/ Jorge Juan, 27 – Madrid Tlf: 91 240 3851
Hace casi tres años que el Grupo Zoko desembarcó a la chita callando en Madrid con la intención de hacer mucho ruido, ese que los habituales del verano en Zahara de Los Atunes conocíamos a través de sus diferentes propuestas gaditanas. Zoko, Zokarrá y Salvaje son el epicentro veraniego con el que han conquistado al turista nacional por su ambiente gamberro y desenfadado, un concepto que no podía quedarse huérfano en los meses no estivales, un vacío que los llevó a cotas más altas como las de la Giralda sevillana.
Estando ya en las alturas de la capital hispalense, el siguiente paso era claro, de Madrid al cielo, así abrieron Zoko Madrid junto al parque de El Retiro con el mismo éxito. Este proyecto de Peter Alexander (Director General del Grupo Zoko), Javier Álvarez (Chef Ejecutivo), al que se les unió el conocido periodista Jon Sistiaga y el prestigioso dibujante y diseñador Mikel Urmeneta ya está consolidado y la entente cordiale, ávida de adrenalina se propuso la expansión colonizadora al epicentro del cosmopolitismo madrileño, el Barrio de Salamanca.
Quien dijo miedo, la caza el octubre rojo soltaba su misil en la emblemática calle de Jorge Juan, hoy por hoy, lugar de referencia gastronómica en el que se concitan numerosos locales de éxito frecuentados por lo más granado del pijerío y famoseo del papel couché.
Krápula llega con descaro y cierta irreverencia, rompiendo esquemas clásicos de la zona. Aún así, se nota bastante diferencia con su oferta de Zoko, el estilo del personal de este último podría echar para atrás a un sector poblacional más conservador y al final se trata de sumar.
Su fachada exterior es el perfecto camuflaje del camaleón, pasa desapercibido pero para ello un proyector nos enfoca la K que nos invita a cruzar el umbral de su pesada puerta de acero. Lo primero que nos cautiva es su barra de bar angulosa y unas estanterías iluminadas de imponente altura que son un auténtico mosaico etílico.
Diseñado por Diego Leandri, abandonamos el puente de mando donde Luis Inchaurraga nos ofrece su arte de mixólogo y encaramos unas escaleras que nos hacen sentir como un personaje de Star Wars. Esos umbrales irregulares con la luz naranja nos hacen temer que de cualquier recoveco salga un soldado imperial, porque si algo tiene esta nave espacial, son huecos que albergan diferentes espacios y diferentes ambientes, ya sean en forma de reservado con estilo kitsch, minimalista o la planta baja con un claro enfoque pop.
Hay una cosa clara, no se me ocurre mejor lugar para dar una clase de matemáticas práctica y enseñar a unos alumnos el significado de un triángulo equilátero, isósceles, escaleno, acutángulo, obtusángulo. Continuaría la clase en la barra enseñando combinaciones y permutaciones con la extensa y atractiva carta de cocktails, seguramente me apodarían como el Profesor Krápula «Hombre que lleva una vida licenciosa y tiene unas costumbres consideradas poco morales.»
Tanto hablar me ha secado el gaznate, tomemos una rápida cerveza Paulaner Hefeweizen tirada de grifo antes de meternos con los cocktails. Empecemos por el Krápula (Mezcal Unión, tequila Jalisco Reposado infusionado con chile habanero, Campari, maraschino, Chartreuse, zumo de limón, miel y piña asada). Ya sentados en la mesa continuamos los aperitivos con un Bonvivant (Armangnac Rabastas Blanche, albariño Terras Gauda, sirope de pera, verjus, ácidos y sidra) y el Dirty Gambini (Hendrick’s gin, vermouth Yzaguirre dry reserva, Rich Cream East India Solera Lustau y salmuera de aceituna y gamba).
Let’s Dance, veamos que propuestas nuevas nos ofrece Javi Álvarez en una carta que incluye alguno de sus clásicos como la Pornografía de atún rojo (imprescindible si nunca lo habeis probado). En general son platos ideales para compartir y darse un homenaje palativo con una cocina «castizoceánica» que conjuga sabores tradicionales del recetario madrileño con sabores del Atlántico y toques exóticos de allende los mares.
Como aperitivo nos sirven unas causas limeñas rellenas de gallina y coronadas por una crema de ají amarillo.
Comenzamos con unas bravas con bacalao que me parecieron soberbias, esas salsa reducida y melosa con tripas de bacalao y buenas dosis de picante hacen honor a su bravura.
Seguimos con el serranito de ventresca de atún rojo con pimiento de Padrón y huevo de codorniz al que el pan de mollete le va como anillo al dedo y una salsa de alga wakame liga perfectamente el conjunto con ese toque salino.
Gambones al ajillo en tempura más oreja de árbol picante es una acertada versión de un salteado de gambas con setas. Notable presencia de láminas de ajo y cebolleta que se reparten entre una salsa de piña asada y otra de kimchi para equilibrar sabores dulces con picantes.
El solomillo de jabalí en escabeche de manzanilla y lemon grass pierde esa rotundidad de sabor a caza para hacerla más llevadera ya sea degustada por sí sola con la demiglasse o mojada en la excelente combinación de sopa miso con leche de coco y yema de huevo adicionada con shichimi togarashi.
Finalizamos con el mormo de atún con tomate, huevo frito, patatas soufflé y lascas de jamón. Aunque el cuadro sea muy bonito en su marco turquesa con esa perfección de patatas lo más divertido es pintarrajearlo dejando que la yema de huevo se mezcla con el magnifico guisote de atún.
De postre una cheesecaí de Payoyo, muy pero que muy buena, sabe a Payoyo y la textura es más líquida en el centro. Las tartas de queso han de saber a queso y en este caso la potencia del Payoyo está muy presente.
Ya tenía muchas ganas de visitar Krápula, no pude bajar a la inauguración en noviembre pero la espera ha merecido la pena. Cierto es que no me sorprende gastronómicamente porque ya sabía de otras veces lo que esperar, el disfrute pleno, los sabores juguetones, la innovación y el toque kanalla de Javi. El local, que era el gran desconocido, me ha parecido espectacular no solo porque sea afín a mis gustos decorativos sino porque rompe un poco con el clasicismo estancado del barrio. Por buscar un parecido lo comparo con Joaquín Sabina, un krápula que ha sabido conectar con público muy dispar, porque si hablamos de calidad ya sea musical o gastronómica, todos somos entendidos.
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