Lobito de Mar – C/ de Jorge Juan, 10 – Madrid Tlf: 910 88 94 40
Los que me seguís habitualmente sois conscientes de mi admiración por Dani García y aunque ya no lo tenemos cocinando a diario en nuestras pantallas, me consta que con su programa Hacer de Comer ha conseguido sumar un número ingente de adeptos a la causa. Aún teniendo tres Estrellas Michelín, consiguió transmitir con platos relativamente sencillos una pasión que algunos llevamos dentro desde hace unos cuantos años y su idea de la democratización de la alta cocina ha calado hondo con proyectos como este Lobito de Mar y Bibo.
Tras esta visita a su nueva ubicación madrileña tengo el privilegio de conocer todos sus restaurantes, exceptuando el reciente Bibo en Doha. Pese a encontrarnos el mismo concepto, las diferentes localizaciones adquieren su identidad propia y este de la calle Jorge Juan, resulta muy diferente al de Marbella.
Esta claro que un concepto enfocado a los productos del mar donde mejor se disfruta es a sus orillas y en el de Marbella a escasos metros del litoral podemos embriagarnos del salitre volatilizado. La frescura del producto es la misma, siempre se ha dicho que en Madrid es donde tienen mejor pescado y marisco y la logística actual nos acerca las más recientes capturas de la rula a cualquier punto de la península.
Como ya veréis a continuación, la ubicación en pleno Barrio de Salamanca, en la calle de moda de la restauración, es imponente, pero si tuviese que quedarme con uno elegiría el de Marbella. Vale que igual no soy objetivo, han sido más de veinte años teniendo casa allí y habiendo conocido El Portalón, el cambio tan dramático que se hizo para ubicar Lobito de Mar, con su zona de parrilla y brasas vistas, el colorido y la frescura que transmite, lo sitúa en el top marbellí.
Desconozco los metros cuadrados pero ocupa casi media manzana y si ya parece grande por fuera, por dentro es el doble. Cuenta con una terraza comedor decorada y engalanada con exquisitez paralela a la entrada principal al restaurante aunque también podemos acceder desde la esquina si lo que queremos es disfrutar del bar. Mas desenfadado pero estiloso, esta parte combina mesas altas y bajas donde poder tomarse un aperitivo y picar algo bajo la atenta mirada del muestrario de peces y mariscos.
Al ser un domingo para la cena la cosa estaba mucho más tranquila, aún así había mucha gente porque en Madrid siempre hay gente donde quiera que vayas. La entrada principal nos recibe con un expositor donde cuelgan los embutidos marinos, esas maravillas que en una cata a ciegas nunca pensaríamos que provienen del mar. Ya os hable de ellos en la visita de Aponiente donde las texturas y sabores poco o nada tenían que envidiar a un surtido de ibéricos, aquí Dani nos hace otras fabulosas propuestas.
La zona del restaurante se divide en varios ambientes, todos ellos rezuman clasicismo con toques marineros y cuando pensamos que ya era un gran local bajamos las escaleras y un nuevo mundo de abre ante nosotros. Un distribuidor separa la zona de bodega de los aseos, que como en todos los restaurantes del grupo, no descuidan y resultan impactantes. Nos adentramos en un comedor abovedado muy luminoso que nos recuerda a un submarino de cuyo techo cuelgan unos peces escultura, llegamos al fondo y encontramos otro comedor presidido por una pequeña barra de bar.
La ventaja de conocer el otro Lobito de Mar es que pudimos renunciar al apartado de arroces, cualquiera de ellos es excelente pero nos hubiese limitado mucho la comanda para probar varias cosas. Aún así nuestro camarero se sorprendió con las cantidades, máxime para una cena de dos personas.
Para beber nos decantamos por dos cervezas IPA, la de Cruzcampo y la de Cibeles. De aperitivo nos sirvieron una deliciosa crema de zanahoria con sardina ahumada y para acompañar el pan, un aceite de arbequina de Castillo Canena embotellado específicamente para Lobito de Mar.
Comenzamos con la irrenunciable tabla de embutidos marinos, a saber: pastel de atún con pistachos, mortadela de lubina, fuet de lubina y butifarra de caballa. Para mi gusto los más acertados fueron la butifarra y el fuet, por sabor y texturas, la mortadela se me quedó más plana aún estando rica.
Seguimos con una ensaladilla rusa, ya no se cuantas versiones he probado de Dani. Esta con anguila y crujientes de alga nori me pareció soberbia aunque recuerdo haber dicho lo mismo de las otras, vamos que sus ensaladillas son un fijo en la comanda.
Lo mismo pasa con sus guacamoles hechos in situ, el chico que nos lo preparó acertó de pleno en su equilibrio y el acompañamiento con las gambas cristal hace que nunca más vuelvas a querer dipear con totopos.
Llegamos al plato principal, un capricho personal de cuya culpa Dani es responsable al 100%. Seguirlo a diario en su Instagram y los vídeos que cuelga en sus stories pueden ser perjudiciales para la salud y la envidia, las gambas al ajillo, las tortillas en la plancha de hierro o este bogavante son mi sufrimiento diario.
Ya sea bogavante o langosta, es típico de las Baleares (puede que solo de Formentera que es como presentan el extra) servirlo con huevos fritos y patatas. La verdad que siempre los había comido a la plancha, parrilla o cocidos pero nunca fritos y mucho menos acompañado de lo que algunos pensarán es un sacrilegio. La fritura que lleva es uniforme pero a la vez muy sutil, ningún exceso ni de rebozo ni de aceite.
Unos cuantos diente de ajo fritos solo para dar sabor a no ser que queráis dormir desterrados en el sofá, un par de huevos bien fritos donde poder mojar en su yema, abundantes patatas cortadas finas y unos pimientos del padrón fueron el perfecto acompañante de este señor bogavante de 1,8kgs, el más pequeño que encontraron en una cetárea llena de imponentes ejemplares. Tal y como dice la canción Cheek to Cheek que cantaba Fred Astaire en Sombrero de Copa :
Heaven, I’m in heaven, (Cielo estoy en el cielo,)
And my heart beats so that I can hardly speak (Y mi corazón late para que apenas pueda hablar)
And I seem to find the happiness I seek (Y parece encontrar la felicidad que busco)
When we’re out together dancing, cheek to cheek…(Cuando estamos juntos bailando mejilla a mejilla)
Pues ya que hablamos de sombreros, una vez más me lo quito tras haber disfrutado de una fabulosa comida, a la espera de poder seguir con el disfrute en la próxima apertura marbellí de Dani, Leña.
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