Se acercan las navidades, unas fechas a las que no tenía demasiada estima, pero es que encima ahora las odio y aunque hayan pasado cinco años, los malos recuerdos por el fallecimiento de mi padre siguen igual de presentes. A nivel de rebaño, como les gusta decir a los epidemiólogos, serán las peores navidades vividas en unos cientos de años y aún con esas, la gente parece no entender que el horno no está para bollos y seguirá reuniéndose y saltándose a la torera la puta nueva normalidad.

Aprovechemos estos días para divertirnos cocinando y ya habrá mejores momentos para reunirnos con la familia, amigos, nunca llovió que no escampó. Nunca pensé que fuese a cocinar unos polvorones caseros, aunque me gustan bastante procuro mantenerme alejado de ellos durante las fiestas y afortunadamente con la finalización de estas, desaparecen de la faz de la tierra, hasta el año siguiente.

Os aseguro que son muy fáciles de hacer, son ingredientes muy básicos al alcance de todos y permiten hacer creaciones de sabores tan estimulantes como esta versión thai. Si sois de los que en el confinamiento aprendisteis a hacer pan, los polvorones diría que son más sencillos y con menos tiempo de espera, no hay fermentaciones por medio.

En mi versión aprenderéis de la manera más artesanal, exceptuando el robot con el que trituro los cacahuetes, el resto es puro musculo y paciencia. Mezclar la manteca de cerdo con el azúcar glasé es algo costoso y deberéis ser pacientes, pero si tenéis una maquina tipo Kitchen Aid todo será más relajado.

Por muy cara que esté la almendra, en estas fechas me parece que muchos hacen el agosto con todas estas elaboraciones típicas, los turrones, mazapanes, pan de Cádiz, polvorones según en que confiterías artesanas, alcanzan unos precios escandalosos. Cada vez hay más variedades de todo y ya puestos a perder la identidad, se me ocurrió hacer algo diferente en función de mis gustos personales.

No es que la almendra no me guste, pero es que los cacahuetes me alucinan. Cambiar el fruto seco es ya una alternativa diferente, pero si encima lo aromatizamos en plan asiático, por qué no iba a funcionar. Viendo el resultado, incluso seré más generoso con los aromáticos en mi próxima vez.

La textura es perfecta, os diré que no hay diferencia, incluso que mejora a muchos de los que hay por ahí. Si además buscamos unos papeles chulos, me parece un regalo original.

Ingredientes:

500grs de harina de trigo, 250grs de manteca de cerdo, 125grs de cacahuetes tostados, 125grs de azúcar glasé, jengibre en polvo, canela en polvo, 2 clavos de olor, ralladura de 2 limas, cardamomo líquido, coco rallado y 2 guindillas thai.

El primer paso será tostar la harina en una sartén a fuego medio/alto, deberemos revolver constantemente hasta obtener un color marrón. Se tuesta la harina para quitarle el sabor a crudo y eliminar su humedad. Cuando esté tostada la reservamos en la nevera hasta que se enfríe, nunca deberemos usarla mientras esté caliente.

Con papel absorbente retiraremos los excesos de sal de los cacahuetes y trituramos junto con los clavos, guindillas despepitadas y un puñado de coco rallado. Reservamos.

Seguimos ganando tiempo mientras se enfría la harina, para ello pondremos en un bowl la manteca de cerdo que ha de estar en textura pomada, agregamos el azúcar glasé y batimos muy bien con unas varillas hasta obtener una mezcla cremosa y homogénea que nos recuerda a un frosting.

Una vez fría la harina, tamizamos en el bowl con la manteca, añadimos el jengibre y canela en polvo, mezclamos levemente y añadimos el triturado de cacahuetes, rallamos dos limas y finalizamos con media pipeta de cardamomo líquido. Mezclaremos con un tenedor y cuando esté bien ligado, con las manos uniendo pero sin amasar formaremos una bola.

Pondremos un papel de horno y sobre él, la masa. Yo busqué dos tablones para regular la altura final del polvorón, con el rodillo estiramos y con un molde, en este caso un vaso de chupito, vamos sacando las unidades con la ayuda de una espátula. La masa sobrante la volvemos a bolear y preparamos las tandas necesarias hasta consumirla.

Colocados en la bandeja de horno, sobre el papel y con cierta distancia entre si (no van a crecer, pero necesitamos espacio para manejarlos calientes), espolvoreamos un poco de sésamo y presionamos con la espátula para que se adhieran bien las semillas. Refrigeraremos al menos media hora, para que la manteca se endurezca antes de hornearlos.

Con el horno precalentado los horneamos a media altura con 180º durante 15-17 minutos. Con mucho cuidado los sacaremos y dejaremos enfriar sobre una rejilla para finalmente espolvorear un poco de azúcar glasé y empaquetarlos en unos papeles de 15x20cms.