Txikote – C/ Vendimiadores, 2 – Conil de la Frontera – Cádiz Tlf: 607 306 484
Las despedidas suelen ser tristes pero cuando las celebras en un restaurante como el Txikote todo se hace más fácil, el colofón perfecto para una semana de placeres en Conil.
Muchas y buenas experiencias gastronómicas permanecen en la memoria del veraneante, esos lugares que a lo largo del año cuando estamos de regreso en nuestras ciudades nos evocan sensaciones. Claro está que la comida en si misma despierta ilusiones, recuerdos, olores, sabores… pero si van acompañados de un estupendo día de playa, un plácido baño, masaje o una inconmensurable puesta de sol, la asociación al pleno disfrute cierra un círculo del que nunca nos gustaría salir.
Ese cúmulo de buenas sensaciones permanece impertérrita en nuestras memorias y por ello mi amigo quiso regresar a donde «vais a cenar muy bien». Es lo que tiene apostar por un valor seguro y aunque antes se llamaba El Trastevere la cocina sigue corriendo a cargo del chef Antonio Ramos Cozas.
Cual Tony Manero (sin el traje blanco y camisa negra pero con ropa que destaca mi trabajado moreno) me dispongo a disfrutar de mi última Fiebre del Sábado Noche y es que en un 11 de julio el ambientazo está garantizado. Nos dirigimos a la parte alta de Conil sorteando el gentío del tirante, plataforma y tangalón; auténticas acróbatas de la noche que sorprenden con una mayor estabilidad a medida que pasan las horas y el alcohol aumenta, supongo que será por aquello de compensar equilibrios.
Como era de esperar el local esta lleno y no recomiendo ir sin reserva. Una buena terraza ocupando la fachada es sin duda el reclamo perfecto para disfrutar de un previo antes de cenar.
El interior es totalmente cuadrado y una isla central con barra y cocina distribuye el juego a todas las mesas altas y bajas que la circundan. La decoración es bastante ecléctica y sin lugar a dudas han prestado gran atención a la iluminación, conjugan lámparas de mimbre, de campana industrial, arañas, apliques de cristal con lágrimas, lámparas de sobre mesa y la preciosa Zettel’z de Ingo Maurer que ilumina las escaleras al servicio y una pizarra donde podemos aprender todas las partes del ronqueo del atún rojo salvaje de almadraba.
Mesas de madera clara combinadas con diferentes tipos de silla, entre ellas algunas con base de estructura Eames. Suelos cerámicos y paredes con molduras en acabados metalizados junto con numerosos detalles decorativos conforman un espacio muy acogedor que se aparta bastante del estilo decorativo que encontramos en el resto de sitios visitados, sin duda un buen gusto heredado de la anexa Malatesta.
En el apartado de bebida nos decantamos por un albariño Envidia Cochina 2013 de las bodegas familiares de Eladio Piñeiro. Es un vino que ya conocía en su añada de 2012 que degusté en mi primera visita al Married. Sin duda llama mucho la forma de su botella y etiquetado pero no ha de extrañarnos pues Eladio es el fundador y responsable de la famosa botella azul de Mar de Frades.
Por lo que respecta a la cerveza me inclino por una ecológica artesanal de unos de los pueblos más bonitos que conozco, Vejer de la Frontera. Se trata de la pale ale Besaro, nombre con el que se le denominaba al pueblo en la época pre-románica antes de su fortificación. Con 5º esta cerveza se elabora a partir del agua del manantial de Santa Lucía, justo pegado a La Castillería, visitada el año pasado.
Seguro que con tanta bebida se os ha abierto el apetito, pues un poco de paciencia ya que tienen una carta amplia con un montón de cosas muy apetecibles. A nuestra amable y simpática camarera le tuvimos que dar dos veces la vuelta hasta que nos decidimos y menos mal que estábamos los Bee Gees al completo, porque con tanta variedad es un sitio que al menos necesita tres o cuatro visitas.
Para abrir boca nada mejor que unas croquetas del chef, de gambas al ajillo.
La inevitable ración de verde para conciliar nuestras conciencias, corrió a cargo de una ensalada Evita, compuesta por un variado de lechugas, queso de cabra, cebolla caramelizada, crujiente de bacon y frutos secos, aliñada con vinagre balsámico.
La brocheta de vieiras con crema de boletus nos empezó a poner en modo lujurioso. Grandes, en su punto casaban a la perfección con la crema.
Como si nos estimulasen las partes erógenas, este cazito de pulpo con bogavante nos hace relamernos.
A Tony Manero ya le sobra la chaqueta, vamos a por los placeres de la carne. Un churrasco de Kobe, macerado con sus patatas y pimientos del Padrón hace que nos suban los calores.
Aunque el mini chuletón de la hostia sea de lomo alto de toro castrado parecemos Miuras bravos y no hay puya o banderilla que nos amanse.
Ya estamos listos para caer sobre el pescado, ahí yace Elsa Pataki (nombre del plato, no es una de mis licencias poéticas) en forma de tataki de tarantela con base de salmorejo de remolacha. Ese color rojizo nos hace perder la razón y nos empleamos a fondo aderezándolo con un poco de picante del wasabi y ese salado de la soja. Tomamos aire con un poco de jengibre para enjuagar el sabor y seguimos disfrutando.
Todo fluye como la seda y en un último esfuerzo con nuestro pescado bien cocinado al horno vamos acabando el baile en compañía de este besugo de prietas carnes que parece mirarnos sonrojado.
Un sorbete de mandarina para refrescar la alta temperatura corporal.
Ya estamos preparados para llegar al orgasmo, descrito como trufas de chocolate en tempura, líquidos por dentro. Sí, sabe tan bien como suena el nombre y se ve en las fotos.
¿Que nos falta para acabar como es debido este relato de food porn?, esta claro, café chupito y un cigarrillo.
Felicitamos al chef por su gran trabajo y tras una agradable charla le dejamos a él y a todo su equipo cenar con la tranquilidad de haber hecho un gran servicio.
Tan sólo quedaba rematar la última noche con más baile, el de los numerosos locales que esta marchosa localidad gaditana ofrece. El próximo año más y mejor, como dice la canción de los Drifters «Save The Last Dance For Me».
Yo tengo la suerte de vivir cerca y disfruto a menudo de los exquisitos platos que muestran aquí.
No os los perdáis.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues si que es una suerte Carmen porque a mi me han quedado muchos por degustar y a 900kms no lo tengo tan fácil. Sin duda una razón más para volver a disfrutar de la maravilla que es Cádiz.
Me gustaMe gusta