Hoy traigo al blog un restaurante que se ha convertido con el paso de los años en imagen gastronómica inseparable de Oviedo. Es todo un clásico y una institución dentro de la restauración de la capital del Principado, uno de esos pocos supervivientes del concepto Marisquería.
Hemos de trasladarnos a 1980, el comienzo de una década en la que este aficionado al buen comer, con diez añitos, ya sabía lo que le gustaba. Esas almejas de Carril eran un suspiro cada vez que embocábamos la calle Covadonga, tanto como los Levi’s 501 Etiqueta Roja que tenían en Newman.
Seguro que a los lectores más jóvenes les sorprenderá esta comparación, no es de extrañar, vivimos una época de refalfie (expresión asturiana que significa «cansado de tener de todo»). En aquellos años no teníamos acceso a muchas cosas y aún así eramos mucho más afortunados que nuestros padres, lo de hoy en día es una locura consumista.
Recordareis que en artículo de Casa Fermín hablaba de aquellos locales emblemáticos decorados por Chus Quiros. La Goleta es uno de ellos y desde que atravesamos su puerta nos trasladamos de inmediato al camarote de un barco.
Esos listones de madera blancos y azules, los motivos marineros, la cetárea y sobre todo el pasillo paralelo a la barra que da acceso al comedor en el camarote superior, nos acompaña en una travesía muy marinera. Aunque también hay espacio para las carnes, el cliente de La Goleta busca lo sublime en los productos del mar.
Los Reyes habían pasado por la casa del padrino y con una semana de retraso María y Paula recibirían sus regalos. Los adultos ya teníamos el nuestro, poder sentarnos juntos a la mesa, una vez más pues aunque Oviedo y Avilés estén a 30kms no son tantas las veces que nos vemos durante el año.
Como aperitivo nos sirvieron un excelente caldo de marisco, y es que teniendo tan buena materia prima hacer una buena sopa resulta bastante fácil.
Tras unas navidades de desmelene gastronómico este sería el broche de oro. El hartazgo culinario estaba muy presente y tocaba empezar a mentalizarse para la dieta. Unas soberbias zamburiñas y unas croquetas de buen jamón ibérico hicieron de entrante.
Para las niñas unos escalopines de solomillo de ternera al Cabrales con la salsa aparte, han heredado el mal gusto del padre. Querido Agustín, el día que decidas animarte con los quesos, te harás cruces por no haber disfrutado tantos años de este manjar, pero tu tranquilo, ya sabes que aquí estoy yo para dar buena cuenta de ellos.
Para la mamá carnívora un solomillo con foie fresco, una buena pieza.
Merluza del pinchu con salsa verde y almejas, todo un clásico.
Yo me decanté por el rodaballo con salsa de oricios (erizos de mar). Estaba supremo, dos rajas generosas y abundancia de oricios, estamos en temporada y eso se nota en el plato por cantidad y potencia de sabor.
De postre, el indiscutible coulant de chocolate negro con su helado de naranja. Lo sirven sobre lo que creí identificar como una crema inglesa.
Un café con unas pastas y a correr que es lo que realmente me hace falta de aquí al verano.
Además de una perfecta comida, quiero destacar la amabilidad y profesionalidad del servicio, se nota que es un restaurante con solera y mucho oficio.
La Goleta – C/ Covadonga, 32 – Oviedo Tlf: 985 213 847
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