As Garzas – Porto Barizo, 40 (Malpica) – A Coruña – Tlf: 981 721 765
Muchos son los factores determinantes para que la economía de un país se mueva y sin duda las infraestructuras viales, ferroviarias, portuarias y aeroportuarias son pilares básicos que hacen que por ejemplo, un asturiano se incline por visitar la cercana comunidad gallega durante un puente.
Concluida la Autovía del Cantábrico, ya no resulta descabellado irse a comer o de concierto a Coruña o Bilbao y regresar el mismo día. Sin duda es más apetecible hacerlo con pernocta incluida y disfrutar en plenitud de lo que Galicia, Cantabria, y el País Vasco puede ofrecernos, que aunque tengan muchas similitudes con Asturias no dejan de sorprender por paisaje y gastronomía.
La cornisa cantábrica-atlántica suma 57 Estrellas Michelín de las 182 que la Guía 2017 ha repartido por toda España. Llama la atención que siendo Galicia poseedora de 12, aún se les resista el doble galardón a restaurantes tan destacados como Casa Solla y Culler de Pau, hecho del que sus propios compañeros se extrañan.
Aunque el destino de mis escapadas siempre acaba en las Rías Baixas, en esta ocasión no quise dejar aislada a la provincia de A Coruña, con 6 estrellas que de facto son 5 por el inesperado cierre de A Estación (Cambre).
Ya puestos a elegir uno de ellos, busqué uno de los más alejados. As Garzas se sitúa en Porto Bariza – Malpica y Fernando Agrasar junto a su hijo Jorge son los chef de un restaurante que no solo enamora por su comida, las vistas son privilegiadas y sin duda alojarse en una de las cuatro habitaciones disponibles en el establecimiento, os dejarán imágenes y sensaciones imborrables ya sea en un día soleado como el que tuvimos o en esos que parece el fin del mundo.
El viaje se complicó por una meteorología cambiante donde inesperados aguaceros ralentizaron la marcha, algo que hicimos saber al restaurante avisando por el camino, conscientes de la inesperada puntualidad y del rigor que deben mantener con las reservas. Fueron muy amables y comprensivos, llegamos por los pelos dentro de la franja horaria en que se puede disfrutar del menú degustación.
As Garzas tiene una arquitectura bastante diferente a la que se estila por la zona, esa pronunciada cubierta a dos aguas jalonada por unos casetones, forma una silueta tan diferente que forma parte de su logotipo.
Unos grandes ventanales forman el marco perfecto de un cuadro natural digno de las mejores marinas en lienzo. Una confortable terraza nos recibe al subir las escaleras, lugar ideal para un aperitivo o el café.
La sala está muy bien estructurada en dos niveles pudiendo disfrutar de las vistas desde todas las mesas, exceptuando la que tapa una chimenea. Los solados de cerámica rústica y madera tropical en tonos rojizos contrastan bien con el blanco de paredes y mantelería donde las confortables butacas color mostaza serán el trono perfecto donde disfrutar como reyes y reinas.
Además de los habituales platos a la carta, disponen de dos menús gastronómicos. Uno corto con 7 platos más los aperitivos y el largo que suma 11 más los aperitivos y un pre postre. Estamos de relax, no hay prisa, Vigo seguirá allí una hora arriba o abajo, así que el menú largo se impone.
Los seguidores habituales os sorprenderéis al saber que pedí una botella de vino blanco, concretamente un D.O. Valdeorras de 2015 llamado Louro, de Bodegas Rafael Palacios, mezcla de Godello y Treixdura.
Dejaré que los de Vivino expresen mejor mi ignorancia, que tan sólo llega a decir que entraba muy suave y combinó perfectamente con el menú. Color amarillo pajizo, con reflejos verdosos, limpio, brillante, casi transparente. En nariz con buena intensidad, hay presencia de fruta cítrica (naranja, pomelo) con buenos aromas de pastelería, flores blancas, leves notas de anisados y naranja confitada, tenues tostados; una nariz expresiva y compleja pero todo muy sutil. En boca tiene cuerpo medio, excelente acidez, mostrando protagonismo los cítricos (pulpa y pieles) que se acompañan de toques de cremosidad.
Variedad de panes caseros muy satisfactoria, el clásico gallego, nueces y arándanos se acompañaron de una mantequilla artesana cuya cremosidad nos cegó más allá de los brillos nacarados de la concha de abalon en que fue servida.
Comenzamos con unos aperitivos que sirven en conjunto: una crema de caldo gallego con alta concentración de sabor; un mejillón escabechado que impedirá que volvamos a probar uno enlatado en buen tiempo; un trozo de empanada de xouvas (sardinas) que me gustó especialmente por utilizar hojaldre en vez de masa de pan y una potente y crujiente croqueta de bacalao.
El plato de arranque son unos espárragos blancos de temporada, su crema y ensalada de tirabeques. El único plato que nos mantiene en tierra firme antes de zarpar por los mares.
Bonito listado, remolacha y toque ácidos es un plato que pese a su aparente sencillez es muy complejo en boca, con ese sabor terroso de la remolacha, el marinado en manzana ácida, y el ligero picante de los rábanos.
Hay platos realmente atractivos y este calamar, su jugo y plancton es uno de esos. Camuflado bajo un aire de plancton poco a poco van emergiendo unos cortes de calamar que competían en textura con la de la mantequilla y que multiplicaba exponencialmente su sabor con ese fondo de plancton.
Los dos platos siguientes combinaban a la perfección un mar y tierra. El primero con una soberbia cigala y alcachofa estofada.
El segundo, unas zamburiñas con parmentier de champiñón.
El consumo responsable, hizo que tras dos copas de Louro decidiese bajarme del barco. Pregunté por alguna cerveza artesana y aunque bien advertido por el sumiller, insistí en probar la Estrella de Mar, una artesanal de trigo elaborada con agua de mar. Un atractivo packaging y branding no hace honor a su contenido, una elección muy floja.
No podía faltar en cualquier mesa gallega que se precie, el pulpo. En este caso hecho a la plancha con su guiso y un falso cachelo. El punto del cefalópodo perfecto, como se ha de comer, al dente. El cachelo esta muy logrado, esconde en su interior la crema de patata y está recubierto de una gelatina que engaña y consigue su efecto de piel.
La cococha en tempura tiene un crujiente perfecto que contrasta con la melosidad del pescado y que se acompaña de un ligero pil pil con notas cítricas de lima y una hoja de ostra también tempurizada.
Cerramos los platos principales con la finura de un lomo de merluza cocida a la perfección acompañada de unas verduras y un fondo clarificado de una minestrone.
Por más que se empeñaran en traernos la bruma marina con el pre postre, la manzana «gin tonic»no pudo cubrir el luminoso día en Malpica. Disipada la bruma del hielo seco los trozos de manzana son un auténtico pelotazo, la acidez esta presente y muy contrastada con el amargor de esta cocktail clásico.
El primero de los postres como mejor se degusta es de un bocado, como una auténtica obra de orfebrería, esta panna cotta cítrica y helado de frambuesa es una explosión de sabor en boca.
Parece que quisieran que dejase el coche aparcado ante posibles controles de alcoholemia. La tarta de mojito, ademas de refrescante tiene una cobertura con mucho sabor a playa, parece que adivinaron nuestras intenciones.
Finalizamos con el postre más dulce, un fenomenal trampantojo de unos espaghetti carbonara. Hechos con mango y fruta de la pasión, los chocolates simulando la pimienta y trufa y una crema «carbonara» pusieron el remate más original.
Los petit fours de macaron, trufa, teja y magdalena acompañaron al café que degustamos en la soleada terraza, toda una invitación a rendirse en brazos de Morfeo.
Aunque en el menú, eché en falta al menos un plato de carne, tal y como les hice saber, su respuesta no podía ser más contundente señalando al mar «con toda la despensa que tenemos ahí…», «en temporada si que incluimos alguna elaboración con caza». Pues va a ser que tiene razón, no se me hizo la gallega.
As Garzas es un restaurante de cocina de mercado donde sobretodo prima su excelente producto, ese del que Galicia está tan orgullosa.
El viaje continuó con el mismo éxito logrado en la primera parada y ya desde la rutina diaria de mi escritorio, anhelo volver para no ser esquivo a Morfeo y mecer mis sueños al compás de las olas en una de esas privilegiadas alcobas, por supuesto, tras repetir esos bocados al mar.
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