La Corte de Lugás – Lugás S/N Villaviciosa Tlf: 647 833 691 / 677 513 593
La belleza natural de cualquier rincón de Asturias está contrastada, y no es que lo diga yo que actúo de parte, lo dicen todos los foráneos que nos visitan y se marchan encantados. Mar y montaña a escasos kilómetros, configuran paisajes de ensueño que los de aquí a veces desconocemos.
Entre los concejos de Villaviciosa y Piloña existen unos 10kms cuadrados que aglutinan una serie de hoteles rurales y restaurantes donde el descanso y la gastronomía proporcionan experiencias inolvidables.
Fuente La Lloba, Amada Carlota, Los Llaureles, Hostería de Torazo y La Corte de Lugás recogen a la perfección la esencia del que busca reposo y serenidad. Sin estridencias, con respeto al entorno, son lugares perfectos para una escapada romántica de fin de semana, una relajada comida de amigos o campamento base de unas merecidas vacaciones.
La Corte de Lugás era un viejo conocido del que tanto había oído hablar, que hasta parecía que ya había estado. Se trata de un hotel de 4* erigido sobre una casona asturiana del S. XVIII donde disponen de diferentes modalidades de habitaciones, unas más tradicionales y otras como los refugios, más modernas pero sin perder la esencia del entorno en el que nos encontramos.
Grandes ventanales, un espacioso jacuzzi redondo dentro de la habitación, chimenea y todo cuanto podáis imaginar os hará desear que caiga la gran nevada del siglo y os deje incomunicados un par de días.
Una de las características que llama mucho la atención de La Corte de Lugás son sus tres teepees, las conocidas como tiendas de indio. Este tipo de construcción nómada sorprende por su extensa capacidad y las utilizan como comedores para la celebración de eventos donde pueden albergar hasta 180 comensales.
Viendo las instalaciones y servicios, uno podría pensarse que tras La Corte de Lugás existe una gran cadena hotelera especializada en alojamientos con encanto, craso error, se trata de un negocio familiar donde Daniel y su hermana Carolina regentan un espacio que refleja claramente sus identidades y una vocación por el buen servicio al cliente.
Daniel, autodidacta en los fogones demuestra tanta inquietud en la cocina como lo hace con otra de sus pasiones, las motos. Sorprende ver en medio del comedor una preciosa Triumph Thruxton, una café racer con la que el año pasado se montó un tour de 2.500kms por la Ruta de la Plata hasta Tarifa. Esta montura inglesa resulta muy incomoda para grandes viajes, pero para los apasionados como él, este tipo de aventuras son las que ayudan a despejar la mente, más allá de los dolores musculares.
Charlando con Daniel me satisfizo descubrir que gracias a mi blog había hecho parada en el Restaurante 21 de Zahara de los Atunes, donde el chef italo-aussie Ali Palmieri, le mostro su sabiduría gastronómica y motera.
Precisamente, si de Italia hablamos, las masas que hacen en La Corte de Lugás son de 10, ya sea en sus pizzas o en unos tortos. Al felicitarle por ellas, si saberlo de antemano, me contó que hizo un curso intensivo en Tomelloso con Jesús Marquina, una eminencia en el mundo de las pizzas.
Podrá resultar raro, pero este manchego, al igual que Iniesta, ha sido capaz de meter el gol de su vida nada más y nada menos que en casa del rival. Nombrado 5 veces ganador y otras tantas segundo y tercero en el Campeonato Mundial de Pizza, los italianos ya le conocen como Dottore Marquinetti.
Si a la grata experiencia le unimos que hacía un día de escándalo, tras una horrorosa semana de lluvia, las sensaciones y disfrute que nos proporcionó la comida en la terraza sólo es equiparable a la belleza de los paisajes.
Acompañando la comida con sidra, nos ofrecieron un aperitivo de bastones de calabacín en tempura con una espuma de mayonesa cítrica.
Empezamos con el Capricho de Favila, unos tortos con picadillo, crema de Cabrales, huevo frito y morcilla que toman el nombre de su restaurante Rey Favila. Hacía tiempo que no probaba una masa de tortos tan buena, tiene un toque diferente que los hace extraordinarios.
Seguimos con los tacos Güerito, uno de sus platos internacionales, en este caso de la cocina mexicana. Los sirven en dos versiones, una con confit de pato, aguacate y salsa chipotle y otra versión de cochifrito.
Llega el turno de la deseada pizza, la elegida fue la Mar y Montaña Toque Picante. De la masa, habiendo tenido a Jesús Marquina de profesor, con una fermentación de 72 horas y una pre cocción el resultado es inmejorable. Los ingredientes son una salsa de tomate algo picante, una bolas de mozzarella, atún rojo marinado y guanciale (carrilla de cerdo) todo ello decorado con unas hojas de rúcula.
Otro de los platos indiscutibles es la «Asturguesa», una versión de carne de primerísima calidad sobre torto, con queso, bacon, rúcula frita y acompañamiento de patatas fritas tipo wedges. Como no puede ser de otra forma, la pedimos al punto tirando a poco hecha, jugosa y sabrosa.
Rematamos la comida con una paletilla Rey Silo, que nada tiene que ver con el queso de Afuega´l Pitu. Fue un plato de capricho personal ya que el sábado había intentado comprar una en mi super y no tenían, al final me salí con la mía y acabé comiendo cordero.
No hubo hueco para los postres, quizás en la próxima ocasión. Unos cafés remataron la gran comida dominical, a la que dimos sobremesa con un gintonic en la terraza de la Hostería de Torazo, muriéndonos de envidia con los baños de los huéspedes en la piscina.
Editado 31/09/2017
Tras uno de los grandes descubrimientos/confirmación de la temporada, había ganas de completar la experiencia con una pernocta. La excusa no fue otra que visitar un par de nuevos restaurantes en la zona y cómo no, el campamento base debía establecerse en La Corte de Lugás.
Decir que nos sentimos como reyes no es una frase hecha, nuestra habitación era la dedicada al rey Alfonso I, una pesada llave escultura fue la que acreditaba la entrada a nuestros aposentos, una preciosa habitación duplex del edificio principal.
Tal y como ocurriera en la primera visita, Daniel ejerció de perfecto anfitrión, su simpatía y dedicación resulta tan incansable como los juegos con cítricos a los que nos somete su perro Blas, el auténtico rey del palacio.
En esta época los manzanos estaban a rebosar, algunos vencidos por la cantidad de frutos, unas manzanas pequeñas tan sabrosas como la sidra que se elabora en la comarca. Tras un paseo de recolecta (la fruta robada es la más rica) y una siesta llegaba la hora de la cena.
Tras el entrante cortesía de la casa decidimos repetir los tacos güerito que tanto nos habían gustado la primera vez.
Tras el veraneo tardío por tierras del sur había ganas de olvidarnos un poco de los productos del mar y se hacía necesaria la ingesta de productos más contundentes como un buen cachopo. Tierno, crujiente, jugoso, desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Tan buena impresión nos habían causado las pizzas que tiramos la casa por la ventana y nos aventuramos con dos nuevas variedades que añadir a nuestros estómagos y al artículo.
La de Pitu de Caleya combina la tradición con toques más innovadores como la inclusión de dátiles. Pollo de corral desmenuzado en su salsa, dátiles, queso ahumado de Pría, mozarella, salsa tzatziki y crujiente de berros.
La Fantasía de la Granja lleva picadillo, huevos de codorniz, panceta ibérica, mozarella, tomates cherry, rúcula y reducción de vino tinto. Sin palabras.
Para redondear la pantagruélica cena, previo encargo, una esponjosa y jugosa tarta red velvet puso la excelente guinda. Como las cosas de palacio van despacio, la digestión se esperaba acorde a las circunstancias y el chupito tuvo que ser el milagroso Almax.
Tras el reconfortante sueño nos esperaba un desayuno buffet que no tiene otro calificativo más que glorioso. Mucho deberían aprender algunos hoteles de afamadas y carisísimas cadenas, cantidad pero sobre todo calidad y mimo se reflejaba en una mesa hipnotizante.
Con todo esto no deberíamos haber comido ni cenado, aún así con una reserva tardía descubrimos un lugar del que Daniel había oído hablar y que no dudó en recomendarme, Pusáki.
Un fin de semana redondo con el que se te llena la boca al decir que eres asturiano y que no dudas en recomendar a todo al que desee disfrutar de una experiencia única.
Editado 09/03/2019
A la hora de celebrar un aniversario personal, no se me ocurrió mejor sitio que regresar a La Corte de Lugás, esta vez por todo lo grande, quería probar uno de esos refugios de los que os hablé en primera persona, y todas las expectativas fueron sobradamente cubiertas. Aunque estamos teniendo buen tiempo, por la noche refresca y encender la chimenea crea un clima muy bucólico al igual que ver desde el gran ventanal una puesta o salida de sol con ese verdor asturiano de fondo.
Cuando nos vamos de hotel buscamos el relax y un buen descanso, en estos refugios es imposible no encontrarlo, pero si además la opción gastronómica es tan buena y cuidada, hace que desde el desayuno, comida o cena todo sea perfecto. Conviene no excederse con las cenas para poder disfrutar de su excelso desayuno, casi todo es casero y muy cuidado, desde el tomate natural rallado, su aceite Castillo de Canena, sus huevos de casa con puntillitas, o amplia repostería que nos hace difícil la elección.
La oferta gastronómica se hace por encargo, este es un negocio familiar donde todos hacen de todo y a nivel de organización les facilita la labor y sinceramente, no es ningún inconveniente tomarte algo en la terraza mientras eliges tu cena de las próximas horas.
Un aperitivo con un picadillo casero que nos recuerda el entorno rural en el que estamos.
En esta ocasión nos decantamos por una burrata con pesto casero, un queso que es un lujo y que no es nada fácil encontrar.
La asturguesa no podía fallar, ese torto en la base y una carne con el punto perfecto que filtra los jugos en la masa de maíz, es una delicatessen.
Otro imperativo es una de sus pizzas, la masa es una locura y da igual lo que le pongamos encima, en este caso una mezcla de quesos.
Una vez más, La Corte de Lugás con Carolina y Dani al frente lo convierten en un hotel imprescindible para aquellos que buscan algo diferente, un trato personal, cercano, familiar y sincero que hace que una vez que lo pruebas, repitas aunque vivas a poco más de media hora, porque ocasiones para hacer una escapada, nunca faltan.
Editado 13/04/2019
Ha pasado poco más de un mes desde la última visita y aquí estamos otra vez, en esta ocasión para celebrar el cumpleaños de un amigo, con cena y pernocta incluida. Buena ocasión para probar otra de las habitaciones, en este caso la del Rey Aurelio, que hace esquina.
Como siempre, Carolina y Dani nos agasajaron al igual que hacen con todos los clientes, pero en nuestro caso más si cabe, ni que hubiésemos sacado el abono de temporada.
El menú de libre configuración se le fue de las manos a Dani, todo estaba espectacular pero con tanta abundancia no hizo falta inflar ningún globo, ya estábamos nosotros casi levitando por calidad e hinchazón.
Comenzamos por unos fish sin chips con una mayonesa cítrica que eran estratosféricos, el grosor y jugosidad del bacalao junto con el perfecto crujiente resultaron deliciosos.
Con el tartar de aguacate y salmón ya se le empezó a ir la pinza, uno para cada comensal. Estaba muy bueno y refrescante pero el aguacate es de esas frutas que llenan.
Seguimos con unos deliciosos pan bao de cordero.
La pizza es obligatoria en la casa, en pocos sitios las encontrareis de igual calidad, ya no digo mejores porque es imposible. Repetimos aquella combinación de pitu de caleya con queso de Pría y salsa tzatziki.
El nivel de saturación estaba justito para el postre y cuando vimos aparecer dos tablones llenos de roast beef con patatas al romero creo que las exclamaciones se oyeron en Villaviciosa. El punto no podía ser mejor, jugoso, sabroso e hipnotizante, porque cual autómatas nos lo acabamos, eso si, sin parar de resoplar.
Y claro, en un cumpleaños ¿que faltaba?, no podía ser un sorbete, un helado o una infusión, tenía que ser una tarta, pero no valía cualquiera, tuvo que ser una red velvet.
La celebración continuó hasta altas horas con gin tonics para intentar bajar aquello, los primeros bailes recordaban más a un grupo de peonzas que a alguien con cierto ritmo.
Ya sabéis lo buenos y abundantes que están aquí los desayunos, pero en mi caso tuve que flojear, sólo hubo hueco para un huevo frito, dos lonchas de mortadela, un trocito de tarta de yema tostada y el preceptivo café con zumo de naranja. No es de extrañar que todos deseáramos ir hasta Rodiles a dar un largo paseo e intentar bajar alguna caloría que más tarde volveríamos a absorber en la sidrería gastronómica Lena de Jaime Uz.
Deja una respuesta