Ya que esta sección la he llamado Cajón Desastre, me gustaría compartir con vosotros un poco de la tradición de Asturias. Como en toda España, el verano es ocasión ideal para celebrar numerosas fiestas populares y los fines de semana suelen estar plagados de alternativas diferentes a lo que pueda ser una jornada playera.
Cerramos el mes de julio y mucho tiene que mejorar agosto para arreglar este desaguisado de estación. Si conocéis a algún asturiano que pueda parecer un poco tarado, le falta un verano, de manera literal, hemos tenido cuatro días de buen tiempo y estamos todos un poco alterados.
En una jornada dominical que encima lucía el sol a raudales, mejor huir de la playa y los más que probables atascos. Aceptamos la invitación de unos amigos y viramos en dirección contraria, al interior, en el concejo de Piloña.
Desde Nava, a un par de kilómetros nos encontramos con Grátila, un pueblin muy guapo (como todos los de Asturias). Si a las típicas construcciones salpicadas de hórreos, le añadimos un mercado con variopintos puestos de comida, artesanía, casas engalanadas y multitud de gente con ganas de pasárselo bien, el resultado es un domingo perfecto.
En Asturias estamos muy acostumbrados a vivir el mundo rural, en menos de 2kms a los alrededores de Oviedo podemos ver vacas y gallinas sueltas por los verdes prados. Pero no por ello dejamos pasar inadvertida la belleza de un ternero o disfrutar de cómo dos auténticos bueyes tiran de un carro del país.
Puestinos de la gente de la zona vendiendo tortos con picadillo, panes de verdad, llanvionadas (dulces) hechos con leche de verdad, quesos, embutido…etc aderezados con muestras de artesanía y costumbres ya desterradas como lavar con una tabla estriada o esfollar el maíz.
Una gran carpa daba cobijo de la solana para disfrutar de una comida donde había desde fabada y paella que pudimos combinar con viandas de la parrilla, que por cierto estaban a un punto magnífico.
Es costumbre por estos lares tirar voladores, algo que altera mucho a los canes. De regreso en busca del coche tuve que hacer de rescatador, un perro amarrado con cadena en una finca se asusto y saltó por encima de una valla y quedó atrapado entre alambre de espino.
Los quejidos hicieron olvidarme de cualquier aprensión y con la ayuda de mi novia conseguimos sacarlo de la trampa mortal. Pedimos ayuda a otra pareja que pasaba y se amilanaron diciendo que no conocían al perro y que no sabían como iba a reaccionar. Por dios, que poca empatía, los perros no son tontos y este tenía claro que eramos su salvación, ese meneo de cola y esa mirada de gratitud terminó de engrandecer mi día.
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