Seguro que aquellos que no cocináis demasiado habréis oído esa «condescendiente» frase de «esta receta sale sola, son cuatro cositas». Se que resulta molesta para los que entrar en cocina lo asemejan a limpiar el chapapote de una playa de 5kms, pero a veces resulta tan verdadera como exasperarte.
1:45 de un sábado cualquiera, la idea inicial era comer unas pechugas a la plancha y morcilla de arroz frita. Sale en una conversación la palabra relleno y salta la chispa, como cuando Vicky El Vikingo se frotaba la nariz y decía: «ya lo tengo!».
Con cuatro cosas, unas pechugas, una morcilla de Burgos Rios, una salsa de tamarillo y un chorrito de vino tinto acababa de dar lustre a los mismos alimentos que nos íbamos a comer de forma aburrida.
Vale que lo de la salsa de tamarillo es un poco para frikis de la cocina, pero una salsa de tomate también hubiese ido de perlas. Obviamente, con esta salsa tiré de fondo de armario, no suelo guardar ni congelar en abundancia pero tener algo mano siempre resulta muy útil.
Estamos fuera de temporada del tamarillo aunque tampoco es una fruta que aún en temporada sea de gran consumo en nuestra península. Podéis pinchar en el enlace y ver la receta completa del chutney, que no repetiré. Lo único que hice fue añadirle un poco de vino tinto.
Comenzamos quitando la tripa a la morcilla, en una sartén con un poco de aceite la descompactamos hasta que se tueste un poco y reservamos.
Salpimentamos las pechugas, ponemos el relleno de la morcilla de arroz y cerramos con la ayuda de unos palillos de madera. Freímos las pechugas hasta que se doren en no demasiado aceite. Por otro lado calentamos la salsa mezclada con el vino, le incorporamos las pechugas a las que habremos retirado los palillos y dejamos que se cocine todo junto un par de minutos. Servimos.
Son las 14:15 y ya estamos comiendo este plato tan delicioso y pintón. En cocina hay que ser creativos y servirnos de todos los recursos que tenemos a mano.
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