¡Bienvenido Míster Marshall! que hubiese dicho Pepe Isbert allá por 1953 en la famosa película de Luis García Berlanga, pero lo cierto es que el origen americano de esta receta coincidió con la recuperación y bonanza en ultramar, nada que ver con la situación que vivíamos aquí a mediados del siglo pasado, más bien fueron los nietos ficticios de Pepe Isbert en la película La Gran Familia Española (1962) los que vivieron el pleno auge del cocktail de gambas entre los años 70-90.
Se especula que el origen tiene lugar en Las Vegas, en el Hotel Casino Nevada, donde todos podemos visualizar esa época de gangsters y magnates del petroleo, rodeados de actrices de prestigio o medio pelo, viviendo la vida loca en la ciudad del pecado. Los barman, hoy llamados mixólogos, creaban y preparaban muchos de los pelotazos que hoy consideramos clásicos.
En consonancia, la gastronomía creó platos que en su día eran de lo más chic, el sandwich club, las fresas Romanoff, lobster roll o este plato que tratando de replicar un cocktail suele utilizar las copas de martini. El marisco era y es símbolo de opulencia, aunque los americanos lo tienen algo distorsionado y unas gambas piensan que son lo más junto con esas insípidas langostas de Maine, por eso no os extrañe que embadurnen todo con salsas muy invasivas.
En el país que vio nacer el ketchup nunca se han complicado mucho la vida y hacer guarrindongadas va en el ADN, de ahí que se mezclase mayonesa con ketchup y tabasco para conseguir esta salsa Marie Rose. En España bautizamos como Rosa y eso que lo propio en época franquista hubiese sido dejar el nombre compuesto, pero igual la censura o la iglesia tuvieron algo que ver, quien sabe.
En un afán por buscar refinamiento, algunos sitios pijos sustituían el ketchup mundano por una salsa de tomate, lo que dio lugar a la salsa Golf, e incluso añadían un toque de brandy o bourbon, osea Maria Rosa qué me estás contando, super fuerte!!!. Pero el nova más ya fue crear vajilla específica para este plato, unas copas con recipiente para meter hielo picado y servir bien frío que probablemente vuestros padres conservarán en casa junto con las figuras de Lladró, porque algún día ellos fueron modernillos.
Cuando en los años cincuenta Norteamérica vivía en Technicolor aquí aún todo se veía en blanco y negro y a pesar de los años nada ha cambiado, lo moderno o novedoso allá, siempre tarda mucho en ser lo más en nuestra piel de toro. Así sucedió con el cocktail de gambas que tras veinte años hizo furor en los restaurantes buenos, no podía faltar en una boda o evento de prestigio, incluso con el upgrade de bogavante fue servido en la boda del los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía, si bien en su declive acabaría siendo menú del día en pensiones.
A medida que se fue popularizando y llegó a todos los estratos sociales, para la alta sociedad dejo de ser cool y poco a poco los chef fueron retirándolo de sus cartas, un efecto contagio que hizo caer el dominó de gambas alineadas por todo el país, aunque la receta y costumbre caló tan hondo que aún se sirve en muchos hogares durante las navidades.
Lo mismo que ahora os resultará difícil encontrar un restaurante que no tenga unos pan bao, un tartar, o un tataki, os reto a comentarme de algún sitio en el que lo hayáis comido recientemente. Mi última experiencia fue el pasado verano en Lisboa, el vetusto y clásico Benard con más de 150 años de historia aún mantiene en carta este incunable de los crustáceos equilibristas.
Como cualquier plato exitoso que se precie, muchas son las versiones y entre ellas podemos encontrar como acompañante de gambas o langostinos, tomates cherry, piña, uvas, aguacate o maíz. Por supuesto yo tengo la mía, tal y como decía Groucho Marx «Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros», en el tintero se quedo la opción de sustituir los brotes verdes por algas wakame.
Se me olvidaba comentar que la lechuga iceberg tiene mucho protagonismo, todos sabemos que como lechuga es una basura, pero sus defensores dicen que aguanta mucho tiempo el crujiente. La realidad es que permite tener los platos montados con antelación con todo el salserío sin que se inmute, vamos que nos encontramos ante el Kimi Raikkonen de las lechugas.
En mi interpretación he preferido que el crujiente lo aporte la granada, que además aporta color. Para la base utilizo un mix de primeros brotes variados y también incluyo el aguacate, que una vez mezclado con la salsa le da cremosidad a esta pseudo ensalada. En la salsa mezclo mayonesa, salsa worcestershire, brandy y sriracha, remato con una decoración de semillas de amapola.
Será una receta viejuna, pero resulta muy refrescante y sabrosa. No me digáis que no resulta ideal para comerla en un chiringuito de verano con una caña helada.
Ingredientes:
1/2 kg de langostinos cocidos, brotes variados, 1 aguacate, 1/4 granada, 100grs de mayonesa, 35grs de sriracha, 5ml de salsa Worcestershire, 5ml de brandy y semillas de amapola
Comenzaremos por la parte más tediosa, pelar los langostinos y desgranar la granada. Dejaremos algunos langostinos con la cola para la decoración equilibrista.
Pelamos y deshuesamos el aguacate partiéndolo a la mitad, cada mitad la volvemos a cortar a la mitad longitudinalmente y luego hacemos cortes trasversales de medio centímetro.
Preparamos la salsa rosa poniendo la mayonesa en un bowl, agregamos la Worcestershire y el brandy mezclando muy bien, a continuación la sriracha que podéis variar en la proporción que más se ajuste a vuestros gustos picantes.
Pasamos a montar el plato. Capa de lechugas, aguacate, granada y sobre estas los langostinos que salsearemos moderadamente, procedemos con una segunda capa si lo presentamos en un bowl grande. Rematamos con los langostinos suicidas y espolvoreamos unas semillas de amapola.
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