A las Islas Canarias las llaman Las Afortunadas aunque realmente los afortunados somos los que podemos visitarlas. Supongo que en estas fechas con el volcán de La Palma los que viven allí no se crearán afortunados, lo mismo que los asturianos renegamos de la tierra cuando nos pasamos un verano lloviendo sin superar los veinte grados. Salvando las distancias que han generado destrucción, son peajes que uno tiene por vivir en tierras volcánicas o en mi caso verdes prados y frondosas montañas, que obviamente se nutren de una abundante lluvia.
Visitar cualquiera de las islas es una maravilla durante todo el año, pero especialmente los viajeros nos sentimos afortunados cuando llega el otoño e invierno y podemos volver a ir de manga corta, bañarnos en el mar y disfrutar de una vida más saludable. Esa temperatura estable moviéndose en los bajos veinte grados es suficiente para secar los huesos, aislarnos de la sangría del megavatio hora que ha convertido a la calefacción en un bien de lujo y en definitiva, disfrutar de la claridad y el sol, que es vida.
Hordas de centro europeos, muchos de ellos jubilados, como los peninsulares, han creado un vínculo estable con las islas pasando largas temporadas e incluso trasladando su residencia. Otros, con vacaciones fuera de los meses tradicionales de veraneo, confiamos en este destino por no tener que hacer enormes trayectos aéreos, su bonanza climática, su buena infraestructura hotelera y hostelera, y unos paisajes que van desde la frondosidad forestal a yermos parajes volcánicos que parecen un planeta por descubrir. Gracias a que el aniversario de mis padres es el 26 de diciembre, desde pequeño, aprendí a valorar todo lo bueno que tienen estas islas.
Sin tratar de ser exhaustivo, con este artículo, solo pretendo acercaros a lo que pueden ser las vacaciones de una semana (en noviembre) de una pareja normal que busca el descanso. Esta ha sido mi tercera vez en Lanzarote, la segunda en Playa Blanca y ya os avanzo que no encontrareis ningún tour al Parque Timanfaya, Los Jameos del Agua, etc, y bien me duele porque para mi novia era su primera vez en esta isla.
Lo primero es sacarse el vuelo, preferiblemente directo porque desde Asturias nos plantamos en 2,5 horas y no tienes esa sensación de sentirse como Tom Hanks en La Terminal. Con Vueling y facturación de dos maletas grandes conseguimos unos aceptables 170€ por pasajero, para un asturiano esto resulta barato con la poca oferta que tenemos.
Lo segundo era buscarse un hotel cercano a la playa, aunque hay muchas opciones de casas o villas más baratas que aún estando a más distancia no descartamos para próximas veces. La verdad que estar a dos o tres kilómetros de la costa no supone problema, las calles están muy bien asfaltadas y estos paseos resultan muy agradables. Elegimos el hotel H10 White Suites Boutique Hotel por ser Adults Only y su fantástica ubicación justo detrás del hotel Princesa Yaiza.
No es un mega hotel, sus piscinas no son fastuosas pero su configuración resulta muy agradable. Las habitaciones son unos adosados de dos alturas, suites abajo con terraza a la zona de piscina y otra suite encima con terraza completa con hamaca, mesa y dos sillas y las mismas vistas. Zona de habitación con su televisión y zona de salón separada con sus sofás y otra televisión, baño con ducha de lluvia y completos amenities.
Decidimos ampliar el desayuno tipo buffet incluido a la media pensión, una diferencia de 100€ que bien mereció la pena para tener garantizada la cena todos los días. El buffet resultó muy amplio y de buena calidad, el desayuno prácticamente inalterable pero en las cenas todos los días había un 80% diferente, con lo que exceptuando dos días, le sacamos un buen rendimiento.
Paso a comentaros el por qué de no visitar el resto de la isla. Mirando los diferentes negocios de alquiler de coches, el coche de gama más humilde no bajaba de los 80€/día y la verdad, pagar 600€ por una semana nos pareció salvaje comparado a unos 15/20€ de otras veces. Decidimos hacer los traslados del aeropuerto i/v en taxi, unos 43€ fijos por trayecto y alquilar en el pueblo un par de días, pero cual sería nuestra sorpresa que fue imposible encontrar ningún vehículo. Las flotas de vehículos han mermado con la pandemia, ya me lo habían comentado respecto a las Baleares este verano, así que el plan de ir a recorrer la isla un día y otro ir a las playas de Papagayo se truncó para nuestra desgracia.
Como somos cabezones, al menos intentaríamos ir caminando a las playas de Papagayo que aún lejanas parecían factibles. Al final, mi recomendación es que aunque dispongáis de coche, hacerse este trekking de 16kms merece muchísimo la pena. Los ocho kilómetros de ida se hacen en una hora y media porque iréis parando en cada risco para hacer fotos de todas sus playas, pero la vuelta se completa en poco más de una hora si ponéis la marcheta.
Antes de meternos en esa ruta, ¿Qué podemos encontrar en Playa Blanca?. Para mi gusto Playa Dorada me parece espectacular, es una concha que parece una piscina, sus aguas cristalinas os van a alucinar y si sois de hacer snorkle aunque sea como yo con unas gafas de nadar, en la zona de piedras de los espigones encontramos mucha vida marina con muchos peces multicolor. El resto de playas de la zona o son muy pequeñas como la cala urbana en el centro del pueblo, o quedan un poco alejadas como Playa Flamingo (buena playa) o la Playa de Las Coloradas que es muy pedregosa de arena negruzca.
El núcleo urbano es bastante pequeño, un paseo interior con una zona comercial. Lo más destacable es el paseo que recorre la costa, bien asfaltado, con mucho ambiente de viandantes, nos permite hacer unos cuantos kilómetros disfrutando de los diferentes restaurantes, bares y comercios. Entre medias nos toparemos con Marina Rubicón, un magnífico puerto deportivo lleno de restaurantes y tiendas con una configuración mucho más bonita que el afamado Puerto Banus.
Os llamará la atención una edificación solitaria, el conocido como Castillo del Águila o de Las Coloradas. Se levantó sobre los restos de la Torre Rubicón alrededor de 1402, vestigio de los primeros asentamientos de la isla. Ya en 1741 se construyó este fortaleza para defenderse de los ataques de piratas ingleses y argelinos.
Viajar en estas épocas donde las horas de luz son más escasas os obligará a madrugar si queremos aprovechar el día. Resulta raro ir a la playa a las 9 de la mañana pero os aseguro que con esa temperatura será lo que más os apetezca hacer después de desayunar copiosamente para no tener que distraerse con la comida, a las 4 ya se notaba la bajada del sol y a las 6 era la puesta de sol y aún queda un mes para que sigan menguando las horas de sol.
En estas fechas Playa Dorada era una auténtica Torre de Babel, ingleses, alemanes, italianos, portugueses, rusos, holandeses, franceses, belgas, holandeses….y escuchar hablar en español se convierte en un soplo de aire fresco. Allí conocimos un agradabilísimo matrimonio de cántabros jubilados, Fernando conocía muy bien Oviedo y la provincia por haber trabajado en una subcontrata de tributos en la época de Antonio Masip. Nos dejamos guiar por sus recomendaciones y los dos restaurantes que visitamos fueron su sugerencia ante mi insistencia por encontrar algo de raíces canarias alejado de los típicos sitios para guiris.
El primer sitio fue Casa Pachi, cerca de la Iglesia en la Avda. Papagayo 53, flanqueado por una tienda bazar y una pizzeria italiana. Estructural y decorativamente hablando pasa por un bar en el que probablemente no recaeréis si no vais sobre aviso, pero advertidos de que quien cocinaba era la madre de Pachi y que encontraríamos comida típica, lo de menos era si el local era fashion.
Comenzamos con una simpática ensaladilla que llama la atención en colorido y sabor por llevar mezclada una típica vinagreta.
La morena frita sin duda captó nuestra atención, nada que ver con la que habíamos probado en Aponiente con el llamado cochinillo del mar de Ángel León. Esta se acercaba más a la típica fritura andaluza y dependiendo de los trozos algunos tenían muchas pequeñas espinas. Es lo que tiene el pescado de roca, sabor Vs espinas.
Como platos principales nos animamos con la recomendación del pescado del día, una fritura de Bocinegro y Cabra, acompañados de ensalada y las geniales papas arrugadas con sus mojos rojo y verde servidos a parte. Obviamente no son lubinas o doradas, hemos de ser minuciosos y pacientes con las espinas pero su sabor merece la pena.
Para la carne era obligado pedir el cabrito frito, viene con mucho ajillo quizás demasiado dorado, unas patatas fritas y unos sorprendentes pimientos del padrón (se cultivan en la isla). Lo esperado y sabido, es una carne un poco recia y con sabor fuerte, estaba muy rico. Con un par de cervezas la cuenta se quedó en 48€, muy pero que muy razonable.
La segunda recomendación es La Cofradía de Playa Blanca que se encuentra al final del paseo, en el puerto marítimo del que salen los ferries. Hay tres zonas de comedor, una interior, una terraza cubierta y la terraza exterior, la cosa está clara, para eso estamos en Canarias y aquí no hacen falta calefactores para estar al aire libre.
Antes de nada, al igual que en casa Pachi, el servicio fue muy ágil y amable. Comenzamos con unas puntillas de calamar, bastante abundantes y muy bien fritas sin excesos de aceite.
Continuamos con unos mejillones a la marinera que nos dejaron con la boca abierta, si bien la salsa marinera no tenía mucha potencia, el tamaño de los mejillones hacía mucho, pero mucho que no lo veía igual. Para que conste en acta, queríamos probar las lapas pero parece ser que se vedan a partir de noviembre, siempre me han llamado la atención por el gran tamaño en comparación con las que encontramos por Asturias.
Llega el turno del tartar de atún, quizás el plato más flojo. Exceso de aguacate, atún yellow fin y un pan de molde tostado que funciona peor que un pan cristal.
Uno de los pescados del día que nos ofrecieron fue el cherne o vieja, muy típico de la zona, pescado blanco con cierto parecido al mero. Se sirven los filetes al ajillo con una ensalada y las papas arrugás.
Para el postre me apetecía probar también algo típico y me incliné por el bienmesabe que acompañan con helado de vainilla. Un postre delicioso y sencillo cuya base es almendra molida tostada, un almíbar aromatizado con canela y limón, yemas de huevo y a veces un poco de ron. En la misma línea que Casa Pachi, los 57€ que incluían un par de cervezas nos resultaron muy aquilatados.
Volvamos al que para mi fue el mejor día, la visita y trekking a las Playas Papagayo. Si vais en coche creo que hay que pagar un acceso a este parque natural, caminando podemos acceder desde dos puntos, siguiendo la Avda Papagayo que fue la que tomamos a la ida, o recorriendo todo el paseo marítimo hasta llegar a un risco al final de la Playa Las Coloradas, entraña su dificultad y lo bajamos en nuestra ruta de regreso.
A groso modo y con las fotos como mejor explicación, podremos ir hasta La Cueva de Agua, Playa Mujeres, Caletón del Cobre, Caletón San Marcial, Playa del Pozo, Playa de la Cera y Playa Papagayo donde encontrareis en su cima el único chiringuito de la zona. Nosotros llegamos hasta aquí pero podéis seguir un poco hasta el mirador de la Punta del Papagayo y a la vuelta de este cabo La Playa del Congrio.
En el chiringuito parece ser que no se come mal, nuestros nuevos amigos nos lo recomendaron aunque nosotros solo abrevamos unas cervezas Tropical. La del Papagayo estaba más masificada y al final preferimos disfrutar de la Cera, menos protegida con cierta rompiente pero sin ser peligrosa. A nuestra espalda durante todo el trayecto podremos disfrutar de las vistas al Monumento Natural de los Ajaches, una montaña que custodia toda Playa Blanca desde la que tendréis inmejorables vistas de la cercana Fuerteventura, a unos 20kms en línea recta y a 30 minutos en ferry.
Espero hayáis disfrutado de este artículo tanto como nosotros de estas vacaciones, se medio torcieron con el trastorno del coche de alquiler, pero siempre hay que sacar la parte positiva, no hubiésemos hecho el recorrido a pie hasta Papagayo y sinceramente me parece un planazo.
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