Regueiro – Lugar Tox, s/n, Villapedre, Navia Tlf: 985 648 594
Me gusta pensar en la vida como una navegación fluvial donde a la vuelta de cada meandro nos espera una nueva sorpresa inesperada hasta llegar al siguiente. Los habrá que prefieran navegar por mar abierto en busca de experiencias más movidas pero lo mio es la serenidad, aunque no nos engañemos, los ríos no están exentos de sobresaltos, también existen corrientes y remolinos que sortear.
El pasado 29 de julio debía haber estado navegando en toda su literalidad en compañía de mi amigo Chaly por los cayos de Cuba pero el trabajo manda y un año más se vió truncado el viaje. Aunque más mundano pero igual de gratificante, encajé con mi buen amigo Jorge una escapada a Santiago de Compostela para ver a Mark Knopfler, no hay mal que por bien no venga y aún no he conseguido tener el don de ubicuidad.
La idea inicial era parar en A Cofradía de Rinlo, su arroz caldoso con marisco es soberbio. Con la mesa reservada en terraza tuve que cancelar por esta cambiante climatología que ni respeta los veranos, a mal tiempo buena cara y ya en ruta Jorge me habla de un lugar cerca de Puerto de Vega. Neuronas activadas al 100% le comento algún nombre entre los que sale Regueiro, ese, ese es el que me dijeron.
Tenía muchas ganas de visitarlo pero nunca lo baraje para esta ruta pues un tipo “Michelín” no es un lugar al que se deba embarcar a nadie sin previo aviso. Con su OK el viaje no podía comenzar de mejor manera.
Han sido 14 años de mi vida frecuentando la zona de Navia donde tengo a mucha gente querida, pero nunca había parado en Tox. Desde octubre de 2011 el joven chef Diego Fernández nos recibe en esta casona indiana que además del restaurante, es hotel.
Villa Boriquén data de principios de los años 50, fue diseñada por Ignacio Álvarez Castelao para alojar al emigrante Francisco Pérez, casado con una puertorriqueña, de ahí el bautismo con el nombre que identifica a la isla de Puerto Rico.
Las llamadas Casonas de Indianos son edificios elegantes que suelen tener palmeras y llevan nombres de mujeres o de países lejanos. Los construyeron quienes triunfaron en América a finales del XIX y principios del XX. Los que volvieron ricos levantaron colegios, hospitales y palacetes en sus lugares natales, lo llamaron “hacer las Américas”. (1)
A pesar de su juventud, Diego antes de abrir su propio restaurante se ha formado con algunos de los mejores chefs del panorama gastronómico asturiano: Miguel Arroyo (El Puerto), Pedro Morán (Casa Gerardo), y Nacho Manzano del que fuera mano derecha en la consecución de su segunda Estrella Michelín (La Salgar y Casa Marcial).
Sin duda, en Asturias con jóvenes valores como Diego, tenemos garantizada la continuidad del camino por la Vía Láctea y tan sólo es cuestión de tiempo y madurez, pues los mimbres están bien armados. Este mismo año en Madrid Fusión, ha sido el ganador en el concurso La Mejor Croqueta del Mundo.
Os acerquéis o no al Regueiro, el occidente asturiano no tiene desperdicio y por ello os propongo ahora que estamos en verano, un día completo, que de incluir la visita a Diego puede convertirse en memorable. Jornada playera en la hermosa y poco masificada playa de Barayo, botella de sidra y andarica en Puerto de Vega, comida en Regueiro, bajar la comida paseando por Villayón hasta las Cascadas de Oneta y cerramos la jornada sintiéndonos Francisco Pérez contemplando el atardecer en Navia desde El Monolito, un monumento al inmigrante.
Ya sólo con aproximarnos a la verja de entrada de Regueiro, nos transporta a otra época que debemos contextualizar y asimilar como historia, esfuerzo, sacrificio, añoranzas, triunfo. Aunque la apariencia caduca de diseño cincuentero no entusiasme nos transmite los mismos valores que hoy por hoy Diego trata de evocarnos con su cocina, sencillez pero no simplicidad.
Nos decantamos por el menú gastronómico, un total de nueve platos contando el aperitivo y postres. Al tratarse de una cocina de mercado hubo dos variaciones sobre el menú escrito, estas circunstancias me gustan porque dinamizan los menús y te suscita ganas de regresar sin tener que esperar al cambio de menú de temporada.
Para empezar nos sirvieron las croquetas de jamón ibérico Joselito. Reconozco que desconocía el premio así que el primer mordisco nos dejó atónitos, casi al unísono “joder! que buenas”. Hay veces que mal hablando nos entendemos mejor y nunca tres palabras expresaron tanto. Cremosas, sabrosas, crujientes, y que tenían jamón, si señores, una croqueta de lo que sea debe contener y apreciarse de lo que su nombre indica, chapeau!.
Calamar y papada es un caldo guisado de sus aletas, picante y cítrico, y ensalada de encurtidos. Este mar y montaña estaba prodigioso, el caldo tenia una potencia de sabor inusual que mezclado con la textura del calamar y la untuosidad de la papada junto con el ácido de la acedera seguía manteniendo la sonrisa iniciada con las croquetas.
Oreja en su jugo acompañada de pez mantequilla, pomelo, fresa ácida y hierbas frescas (albahaca, cilantro y menta) con una acertada hebra de chile, sigue manteniendo la atención del comensal. Mi amigo estaba en guardia con este ya que nunca había comido oreja, sin duda su primera experiencia se puede calificar de notable.
Pasamos a uno de los cambios. Mar Cantábrico, verano = bonito del norte, una ventresca a la que le va muy bien el ajo negro.
Royal de pichón de sangre con sandía aliñada, cremoso de salmonete, mojito y sus hígados. Una combinación arriesgada de sabores que no deja indiferente.
Turno del pescado, el mercado dictaba que era día de salmonete y un excelente lomo con sus jugos hizo nuestras delicias.
Con la carne sería momento de hacer trabajar a nuestras mandíbulas sin embargo la ternura del pitu de caleya con sus patatinos casi ningún esfuerzo requirió. En estos dos últimos platos se aprecia el paso por la casa de los Manzano.
Rematamos con la parte dulce iniciada por un sabayón de maracuya con contrastes de gelatina de Oporto, frambuesa liofilizada, menta y acedera.
El broche final lo puso una estupenda crema de arroz con leche, sabor y tradición.
La atención y explicaciones del menú por parte de la jefa de sala estuvieron a la altura de este. Amabilidad y simpatía sin confianzas ni intrusismos.
Una vez más, esos meandros de los que os hablaba, me proporcionaron una satisfacción que no puedo calificar de sorpresa pues todo lo que había leído cumplió a la perfección el cuaderno de bitácora que otros navegantes habían ya dejado escrito.
Proseguimos viaje rumbo al este para visitar al Apóstol Santiago y al mesías de la guitarra, pero el jubileo ya lo habíamos ganado en Tox.
https://www.facebook.com/regueiro.restaurante.hotel
(1) Imagen de cabecera y apuntes extraídos de la web Casonas de Indianos
Hoy nos deleitas con un menú de lujo. Me encanta.
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Si Nany, para coger el finde con fuerza 😉 Un lugar estupendo y precio razonable
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