Paprica – C/ Noreas, 10 – Lugo   Tlf: 982 255 824

Decía el anuncio de televisión de Airtel en el año 1998: ¿A Lugo?, son 10.000 ptas. Ya ha llovido desde entonces y ahora serían 100€, y fijaros por donde es exactamente lo que he reclamado al Juzgado de Lugo por dietas de desplazamiento por acudir a un juicio en el que fui llamado a declarar como testigo.

Hubo una época muy importante de mi vida en la que con cierta asiduidad visitaba esta coqueta ciudad, allí guardo muchos recuerdos y gente a la que aprecio, por no hablar del magnífico pulpo que se come. Ya, se que es una ciudad de interior pero no os dejéis engañar, aquí se come el mejor aunque obviamente los orensanos, pontevedreses y coruñenses seguro no estarán conformes con mi apreciación.

Tras el fallecimiento de mi padre nada más comenzar el año sentí la necesidad de ser acompañado por mi madre, un «nuevo viaje» en todos los sentidos daba comienzo y a buen seguro habrá muchos más donde llenar las alforjas con buenos recuerdos.

Como quiera que los Xulgados están pegados al Parque Rosalía de Castro, siempre merece la pena visitarlo, las vistas al Miño o contemplar sus secuoyas son alguno de sus atractivos y si os da la hora de comer en la pulpería O Xugo dan bien de comer aunque esta vez me tuviese que conformar con el desayuno.

Tras pasear un poco intra muros y tomar el vermú en la Plaza Mayor, nada mejor que abrir el apetito recorriendo la magnífica muralla romana, un paseo de 2.266 metros por un monumento declarado por la UNESCO en el año 2000, Patrimonio de la Humanidad.

Sin duda el estado de conservación es fabuloso, de las 85 torres se conservan 71 aunque también destacan las puertas de entrada, un total de 10 aunque sólo 5 son las originales. El paseo invita a reflexionar e irremediablemente a compararnos con por ejemplo nuestros vecinos galos. Las edificaciones interiores pegadas a la muralla no pueden ser mas dispares, mal conservadas y carentes de todo sentido urbanístico en contraposición con la belleza de ciudades similares tipo Saint Malo.

Casas apuntaladas o tapiadas, futuras construcciones de vivienda social, ruinas pendientes de explorar, parking al aire libre que parece un auto cine o grafitis conviven con bellas postales como la de la catedral de Santa María.

Como podréis imaginar la hora del almuerzo llevaba su planificación y últimamente me dejo guiar por la guía de cociñeiros del Grupo Nove. 22 miembros que practican una cocina de autor, de vanguardia, pero con raíces, sin ser ajenos a las influencias internacionales, que respeta la tradición y evoluciona sin complejos, confiando en los productores locales y en la excelencia de los productos del mar y de la tierra de Galicia.

Ubicado en la estrecha calle Noreas, a tres portales de distancia de donde vivió Rosalía de Castro durante cuatro años, encontramos el cuartel general de Paprica, donde Álvaro Villasante comanda un buen equipo de profesionales y nos hizo disfrutar con cada uno de los platos.

Una pequeña barra en la zona de bar nos da la bienvenida, esta apoyada por estantes donde poder tomarse un aperitivo o comer de manera informal a base de una carta de tapas.

Siguiendo un pasillo accedemos a la luminosa y moderna sala, un comedor muy agradable con una decoración minimalista, pues qué mejor decoración, que observar la muralla a través de su amplio ventanal. Éste da acceso a la terraza, sin duda un lujo en los calurosos días del verano lucense, aunque en esta ciudad de contrastes, el tiempo no iba a ser menos y en pleno invierno mejor ser mero espectador desde el cálido interior.

El viaje de regreso pedía moderación con la bebida y una única cerveza la acompañé de agua, un original embotellado.

Para abrir boca un sabroso aperitivo con una espuma de frambuesa con foie gras, ya sabéis que tengo debilidad por las frambuesas.

Empezamos con un carpaccio de gambones y ensalada de cítricos. El mango y manzana le dan mucha frescura si bien un pelín menos de cítricos ayudaría a no perder tanto el sabor de los gambones.

El siguiente plato sería una copa de tortilla de patata deconstruida. Sublime, esa base de boletus con la espuma de patata y el huevo poché.

Turno y tiempo de enamorarme con la pescada del pincho con caldo de nabizas escurrido. Con un punto de cocción perfecto, sobre un par de paquetes con los grelos envueltos y fritos, el verde intenso de la crema de grelos no sólo se quedo en color, la intensidad de sabor fue digno acompañante de la finura y frescura del lomo de merluza.

Para la carne tocó un lomo de ternera con tartiflette de queso San Simón. La fama de la carne gallega no es gratuita y con un punto poco hecho podemos disfrutar de su excelencia, poco más se necesita y una salsa de frambuesa puso el contrapunto.

Antes del postre unos quesos, emociona encontrarse un Varé asturiano como aquel Afuegal’l Pitu Roxu de Casa Solla. Córdoba y Zamora serían las otras dos regiones que aportarían sus productos a esta tabla acompañada de dulce de membrillo y nueces garrapiñadas.

Para el postre rematamos con una torrija de brioche artesana acompañada de una tierra de chocolate con helado de café y toffee. Para mi gusto hubiese sido perfecto si la torrija hubiese sido una picatoste, así las llamamos cuando van borrachinas con almíbar.

Muy buena experiencia y como si me dicen ¿A Lugo?, son 20.000 ptas. En Galicia siempre me siento como en casa.

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