Poco a poco voy integrando en el recetario del blog recetas que no deberían faltar nunca, hablamos de platos tradicionales que nos recuerdan sabores de infancia ya sean de nuestras madres o abuelas. Digamos que son los básicos que un emancipado debería al menos llevarse en una libreta para cuando el destete se haga duro, olvidaros del tupper, ellas no siempre estarán ahí para dar cobijo.
Reconozco que no es de mis platos favoritos, por supuesto que en mi casa se comían pero junto con las alubias pintas eran mi Talón de Aquiles. Resulta extraño porque los negritos, fabada o garbanzos si eran secos, me los comía con mucha fruición, pero traumas sufridos en el comedor del colegio hicieron que llegara a tenerles pavor.
Mi madre cocina de lujo así que mis fobias nada tienen que ver con ella, de hecho recuerdo ayudarla a escogerlas. Antes las lentejas venían con pequeñas piedras, hierro, había que extenderlas e ir separando lo bueno de lo malo y esta tarea entre otras, me parecía muy divertida. Afortunadamente hoy, aquella costumbre se ha perdido, lo que indica que con el tiempo hemos ganado en calidad.
Ya sabéis el dicho, «lentejas, comida de viejas» y parece que la cercanía con la cincuentena ha hecho milagros porque están realmente buenas. Quizás sea porque soy yo el que controlo la situación, son mi creación, y un padre nunca debería repudiar a sus hijos, aunque la realidad es que un buen embutido mejora cualquier estofado.
Si, podéis comerlas estofadas con la tristeza de añadir un agua, pero cuando las probéis regadas con un buen caldo de verduras con hueso de jamón, ese agua solo lo querréis ver correr en la ducha. Si además les añadimos un poco de panceta y chorizo, aunque previamente hayamos desgrasado, hará que deseéis ser viejos cuanto antes.
Al ser una receta tradicional, no creo que descubra muchos secretos, pero nunca sobra repetir algunas cosas tan importantes como que para las lentejas debemos partir de un líquido frío, ya sea el agua o el caldo.
La meticulosidad la llevo al punto de hacer el pochado por separado e incorporarlo una vez hayamos puesto el caldo. Podríamos pensar en hacerlo en la misma cacerola donde luego pongamos las lentejas pero no será lo más propicio porque en este caso el orden de los factores si que altera el producto.
Siempre insisto con el tema de usar un buen caldo en vez de agua, son detalles que marcan la diferencia y no cuesta nada hacer un caldo de verduras, además es una forma de aprovechar peladuras, tallos, recortes, ser eficiente y sostenible con detalles diarios.
El único problema que tenemos es dejar enfriar pero si sois aplicados, hacer cantidad y congelar es una buena solución para ahorrarse unas horas. En mi caso no había prisa y las lentejas fueron planificadas para el día siguiente.
Como os dije, esta versión tiene bastante sustancia no solo por el caldo de verduras con hueso de jamón, con la panceta y el chorizo elevamos la categoría del plato aunque no conviene venirse muy arriba y por ello desgraso previamente el embutido, vuestras digestiones lo agradecerán.
Cada cual tiene sus gustos y puede que vosotros no le añadáis zanahoria y patata, e incluso prescindáis del huevo cocido en el acompañamiento del plato, son opciones y como tal las recojo, nunca os toméis las recetas como «Palabra de Dios», cada cual es libre de hacer sus adaptaciones.
Ingredientes:
Para el caldo: recortes de verduras (pimiento, tallos de cebolleta, cascaras de cebolla, zanahoria, troncos de coliflor, brocoli, tallos de espárrago triguero, las tapas del pimiento), un diente de ajo machacado, hueso de jamón, AOVE, sal y agua.
Para las lentejas: 300grs de lenteja pardina, 1 cebolleta, 1 zanahoria, 1 diente de ajo, 1/2 cta de pimentón dulce, 1 hoja de laurel, 1 patata, 1 huevo, 1 chorizo, trozo de panceta, AOVE, sal y 1L de caldo o agua.
Hacer el caldo de verduras y jamón será el primer paso, añadimos todos los ingredientes con un poco de aceite y sal, rehogamos, cubrimos con agua y al menos dejamos 20-30 minutos. En mi caso mantuve durante una hora porque el hueso de jamón lo tenía congelado. Dejamos que enfríe, colamos y desgrasamos.
Si el caldo ya lo teníamos, lo primero que haremos es poner el embutido a cocer para que desgrase, también aprovechamos ese agua para cocer el huevo. Pelamos y cortamos la cebolleta en fina brunoise, la zanahoria pelada la cortamos en rodajas más o menos gruesas y el ajo lo machacamos con piel.
En una sartén con un buen chorro de AOVE ponemos el ajo a fuego medio para que se dore poco a poco y aromatice el aceite, añadimos la cebolleta y dejamos pochar a fuego medio durante unos ocho minutos, retiramos del fuego y añadimos el pimentón removiendo para que no se queme.
En una cacerola habremos puesto las lentejas junto con la zanahoria y la hoja de laurel, cubrimos bien con el caldo (añadiremos más según vayan cociendo) y volcamos el pochado, removemos y subimos a fuego fuerte para un primer hervor, luego bajamos a la mitad y tapamos.
Aprovechamos para pelar la patata y la chascamos, salamos y añadimos cuando hayan transcurrido 15 minutos de cocción junto con el embutido, agregamos más caldo y tapado dejamos que completen un ciclo de unos 30-40 minutos, todo depende del tipo de cacerola, fuego y calidad de la legumbre por ello hay que ir controlándolas de vez en cuando, al final rectificamos de sal si hiciera falta.
Dejamos que reposen unos diez minutos, sacamos el embutido y cortamos porciones individuales, pelamos y cortamos a la mitad el huevo, servimos en un plato hondo y añadimos todos los elementos.
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