Si el otro día, con el risotto de rebozuelos me sorprendía con las catorce versiones realizadas, hoy vuelvo a hacerlo con las treinta recetas donde el pollo es protagonista. Y por qué debería sorprenderme, sencillamente porque no es una de mis carnes preferidas, pues si se trata de aves me quedo con el pato y ya sea ternera o cerdo los coloco muy por encima del pollo, aunque sea uno bueno de corral.
Aunque no se encuentre entre mis preferidos, la carne blanca de pollo es necesaria en nuestras dietas y como quiera que voy para ocho años con el blog, aunque solo haya sido por complacer a mi novia, de vez en cuando se cuela en mi cocina. Esos si, siempre intento sacarle el máximo rendimiento y hacerlo de la manera más sabrosa que en ese momento se me ocurra.
Precisamente esta receta surge de la improvisación. Había hecho unos dados de pechuga con una salsa de queso Casín para aprovechar un último trozo algo reseco, es un queso bastante potente y tenía miedo que lo repudiase por fuerte, así que la otra mitad de la pechuga la hice con algún toque asiático, un salteado con soja, jengibre y me acordé que tenía pasta de miso con la que di un ligero toque.
Esa pasta de miso fue la que me inspiró, y también esas clásicas recetas del chino, pollo con almendras, setas y bambú. Ya sabéis lo mucho que me gusta la comida asiática, tengo muy identificados los sabores, al punto de cocinar a ojo, sin necesidad de andar midiendo líquidos o especias.
Aunque el miso y las almendras sean los ingredientes principales que le dan nombre a esta receta, solo aparecen al final, cuando apagamos el fuego del guiso. En lo que respecta al miso, en este caso shiromiso, miso blanco, es un fermentado de semillas de soja que tiene un periodo anual para su formación. Este condimento traducido del japones, significa «Fuente de Sabor» y dependiendo del tiempo de fermentado 1,2,3 años pasamos del suave sabor del shiromiso al akamiso (rojo), kuromiso (negro) y hatchomiso subiendo la escala de concentración de sabores y enzimas que ayudan a la digestión, además de suministrar carbohidratos, lípidos, vitaminas, minerales y proteínas.
Este fermentado que nos ayuda con la microbiota intestinal contiene una serie de probióticos y prebióticos y por ello no se puede someter a altas temperaturas, en el caso de la sopa miso no debemos llevarla a ebullición. Las almendras son las otras protagonistas y las añadimos al final para mantener ese punto crujiente, de hacerlo antes, con el caldo quedan reblandecidas.
El actor principal es nuestro pollo y si el bolsillo nos lo permite, utilizaremos uno de calidad. Ahora que estamos con los debates de las macro granjas, creo que todos sabemos que es lo bueno, lo mediocre y lo malo, siendo todos aptos para el consumo.
Los otros ingredientes que utilizo en la receta no son dogma de fe, son los que tenía por casa y vosotros podréis sustituirlos, no es una receta que haya sacado de ningún libro, es una inspiración que os aseguro tiene mucho sabor asiático.
Para acompañar, no quise abusar del clásico arroz basmati y preferí hacer unas verduras al vapor. De todas formas esa salsa necesitaba de algo con lo que disfrutarla y si eliminamos el arroz lo que nos queda son unos noodles. Vale, se que alguno no se resistirá a mojar pan, pero si optáis por los noodles, os ayudará esta idea de usar uno de estos paquetes del Yatekomo, son una buena ración y en 3 minutos están listos (desechamos las salsas con las que viene).
Ingredientes:
2 pechugas enteras, 500ml de caldo, 2cdas de miso blanco, 100grs de almendra tostada, 1 cebolla morada, 1 ajo puerro, ajo granulado, 1 trozo de jengibre fresco, 2 zanahorias, 1 árbol de brócoli, 1 lima, aceite de girasol, aceite de sésamo, vinagre de arroz, mirin, salsa de soja, shichimi togarachi, sésamo negro, cilantro fresco, ralladura de lima, 1cda de harina de arroz glutinoso, noodles, sal y agua.
El primer paso, en caso de no tenerlo congelado, será hacer un caldo de carne y verduras. En una cacerola alta con un buen chorro de AOVE ponemos a dorar todas las carnes, después añadimos la verduras y también las doramos, salamos y cubrimos con abundante agua, llevamos a ebullición y retiramos las espumas con impurezas, dejamos hacerse durante 15-20 minutos. Colamos y reservamos. Cuando enfríe retiramos la mayor parte de la grasa.
Limpiamos las pechugas eliminando cualquier hueso, cartílago o telilla, cortamos en dados no muy grandes, salamos levemente y adobamos con abundante ajo granulado. Reservamos. No debemos pasarnos con la sal porque al añadir la salsa de soja y la pasta de miso, podría quedar muy salado.
Pelamos la cebolla y cortamos en juliana, el ajo puerro lo cortamos en rodajas. En una sartén o cacerola baja ponemos unas dos cucharadas de aceite de girasol y un chorro de aceite de sésamo (no excedernos, resulta muy potente), cuando caliente ponemos las verduras y dejamos pochar sin excedernos, queremos un punto crujiente. Añadimos el pollo adobado y buscaremos que cambie de color, no hay que dorar.
Bajamos el fuego para que no se evaporen los líquidos, añadimos el jengibre que previamente habremos rallado, exprimimos el zumo de la lima, un buen chorro de vinagre de arroz, mirin, sazonamos con generosidad con el shichimi, añadimos la salsa de soja y mezclamos.
Ahora incorporamos la harina y mezclamos, iremos poco a poco añadiendo el caldo y removiendo para formar nuestra salsa y que el pollo se vaya guisando. Pelamos las zanahorias y cortamos en rodajas, del brocoli le sacamos los arbolitos en los que naturalmente se dividan y coceremos al vapor en unas vaporeras chinas de bambú. Ponemos un poco de agua con sal y ajustamos al diámetro de una cacerola, en unos tres o cuatro minutos desde que el agua bulla a tope, estarán al dente.
En esa misma cacerola añadimos más agua y cocemos los noodles durante otros tres minutos. Mientras, apagamos el fuego del pollo y con el calor residual diluiremos la pasta de miso que iremos mezclando con las almendras.
Servimos en la base de un plato los noodles, en un lateral la verdura cocida y sobre la pasta ponemos el pollo con su salsa, decoramos con el sésamo negro, un poco de cilantro fresco picado y la ralladura de lima.
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